Ayer
Recogió algunos frutos caídos del árbol. Se apoyó en él y lo rodeó en un abrazo como esperando que le transmitiera su fuerza, su energía.
Se sentó al borde del cantero disfrutando del paisaje, enternecida, subyugada.
Había salido a percibir los últimos reflejos del sol. Paseó entre las flores, absorbiendo su perfume, acariciando el sedoso raso de sus pétalos.
Ya los últimos rayos del sol se alejaban. Algunas sombras se incrustaban en el entorno. El atardecer imponía decidido sus colores dorados. La imagen cambió como en un sueño.
Entonces la llamaron. Ya debía partir. Le contó al huerto que ya no lo vería más, pero que nunca lo olvidaría.
Otra gente ocuparía su lugar. Otra gente pasearía por su jardín, tomaría posesión de sus cosas. No tuvo alternativa.
Desde el marco de la puerta, juntó sus dedos sobre los labios y extendió sus manos, en un beso de adiós.
1 comentario:
Nélida: muy buen dibujo de esa tristeza por la partida. Ese juntar de dedos, creo, se vive en el momento de leerlo. Un abrazo, Laura Beatiz Chiesa.
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