NOS
Me comprenderás. Me concluyo en regar el prado fuliginoso por donde tanto pasaste y copulaste. Obligada a bostezarte sobre el mentón anaranjado, caliente. A enjuiciarte con tu descaro cuarteado y ahora malherido. Me empotra sobre la superficie y vieras que nazco con un manojo de flechas y un corazón bomba. Haber nacido humano me recuerda siempre a la cuna blanca de mimbre flojo y dolido donde invocando lo que iría a suceder, revolcabas tu desesperación y penosa espalda, y un brazo, más tarde, levantarías rígida e impotentemente para cerrarlo granate. Repliego cada día y más aún cada movimiento retinal que ostentara la dulzura de saber que alguien sí te quiso y lo hace todavía, pero la oblicua y giratoria conciencia de que se nos anudara la médula en casi casi una eterna postura originaria te desintegra aquel amor.
Alguien vendrá y hará de ese desastre un durazno, o quizá un árbol. Hay cierta falta de confianza y sin embargo sobreentiendes que sacudida toda tu estrechez el reflejo de los ojos se hará antiinflamatorio.
En los intersticios del continente se oye la música de un vals insignificante de siglos que con acérrimo valor te despide de los hombres para hombres aturdidos, míseros y fatigados. Y hay algo más, algo que detenta la dicha con afrentas sin osteoporosis civil y humana, que provoca a la impronta de piedad y se mastica, tu forma de no querer escaparte nunca y sostener hasta perversa aferración inevitable y fluvial.
Y pensar que tuve la hirviente desilusión cuando especialmente yo hube de recalcar tu estorbo, tu manera rota de existir. Que pobre, creí, que pobreza la tuya con friolero verso insípido de ignorado amor, de no molestarse tendido en la lastimería de tu pueblo. Pobre de vos, quise, que día a día, supe, no añorabas porque ya no deseabas. Y ahora que te abandonamos, tus ganas de borrasca retorcida y fuerte se ve de lejos e impresionas con tu soledad y con todo lo que te persigue.
Tu planeta colorado se va apagando desde el corazón, debemos ver que hoy otros te iluminan.
A vos que preferiste no menguar, estar solo e irte...
Me comprenderás. Me concluyo en regar el prado fuliginoso por donde tanto pasaste y copulaste. Obligada a bostezarte sobre el mentón anaranjado, caliente. A enjuiciarte con tu descaro cuarteado y ahora malherido. Me empotra sobre la superficie y vieras que nazco con un manojo de flechas y un corazón bomba. Haber nacido humano me recuerda siempre a la cuna blanca de mimbre flojo y dolido donde invocando lo que iría a suceder, revolcabas tu desesperación y penosa espalda, y un brazo, más tarde, levantarías rígida e impotentemente para cerrarlo granate. Repliego cada día y más aún cada movimiento retinal que ostentara la dulzura de saber que alguien sí te quiso y lo hace todavía, pero la oblicua y giratoria conciencia de que se nos anudara la médula en casi casi una eterna postura originaria te desintegra aquel amor.
Alguien vendrá y hará de ese desastre un durazno, o quizá un árbol. Hay cierta falta de confianza y sin embargo sobreentiendes que sacudida toda tu estrechez el reflejo de los ojos se hará antiinflamatorio.
En los intersticios del continente se oye la música de un vals insignificante de siglos que con acérrimo valor te despide de los hombres para hombres aturdidos, míseros y fatigados. Y hay algo más, algo que detenta la dicha con afrentas sin osteoporosis civil y humana, que provoca a la impronta de piedad y se mastica, tu forma de no querer escaparte nunca y sostener hasta perversa aferración inevitable y fluvial.
Y pensar que tuve la hirviente desilusión cuando especialmente yo hube de recalcar tu estorbo, tu manera rota de existir. Que pobre, creí, que pobreza la tuya con friolero verso insípido de ignorado amor, de no molestarse tendido en la lastimería de tu pueblo. Pobre de vos, quise, que día a día, supe, no añorabas porque ya no deseabas. Y ahora que te abandonamos, tus ganas de borrasca retorcida y fuerte se ve de lejos e impresionas con tu soledad y con todo lo que te persigue.
Tu planeta colorado se va apagando desde el corazón, debemos ver que hoy otros te iluminan.
A vos que preferiste no menguar, estar solo e irte...
2 comentarios:
Felicitaciones, querida Chavi... todo, pero el rematar discursivo de tu prosa... ah miga... maravilla el tono utilizado por tu disfraz, con la "sana y exacta" intención de crear el sentimiento que querías en el lector (sentir del otro hacia el personaje involucrado).
Te abrazo y aguanten esas sierras de las ventanas :)
Gracias Juanca!!!
Gracias por leerme y por quererme!
Espero verlos pronto! ojalá! y si no estamos en sintonía con nuestros textos y mensajes.
Un abrazo enorme.
Y gracias.
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