sábado, 22 de enero de 2011

Àngel Catalano-Buenos Aires, Argentina/Enero de 2011

   NACIÓ UN HADA EN NAVIDAD                                                                 

                        En casa, nos esperaba la familia para la reunión de la Nochebuena, introducción de la Navidad, nos esperaba tanto cariño, tantas ilusiones, tantos sueños... ¡Todo se asociaba con esta fiesta incomparable!
                        Dentro de siete días se viviría el comienzo de otro año nuevo. ¡Ah, el Año Nuevo! Festejo que invariablemente nos inclina a esperar un futuro mejor. Siempre nos acompaña esa ilusión.
                         Continuamos caminando, advirtiendo con los pensamientos, las distintas ideas y hechos que hemos creído que eran los mejores, hasta que alguien nos convencía que estábamos equivocados.
                        Escribir, de todas las creaciones, debe ser la más linda, útil, entretenida y agradable, nos permite decir que todo es verdad, o todo es mentira, casi al mismo tiempo.
                       Hay reglas que se deben cumplir siempre. Unos las cumplimos, otros no.
                       Los ómnibus de pasajeros deben parar exactamente en los lugares indicados, para el ascenso y descenso de las personas, a veces no se observa su cumplimiento.
                      Uno espera con tanta inquietud la Navidad que no llega y de pronto, se produce su arribo ¡Está con nosotros! y luego pasa, ya estamos en abril...Y falta tanto para su regreso. Es la ansiedad que no nos abandona...
                      Y de pronto, la realidad nos golpea con una visión no agradable, tres criaturas junto a su madre, o a una mujer que hacía sus veces, tantas son las opiniones que se escuchan...
                     No pudimos continuar. Nos detuvimos. Ya nada existía. Sólo la palabra Navidad.
                    Las tres criaturas en el suelo junto a su madre, ésta, con la mano extendida...Se la tomé con las mías, la ayudé a levantarse y alcé a una criatura con mi brazo derecho y con la otra mano atraje a su hermanita y con un gesto  persuadí a la mamá que llevara al tercer hijo.
                   Comenzamos a andar. Nadie dijo una palabra, como si todos conociéramos el argumento a seguir.
                    Al llegar a casa, sin hesitar, abrimos la puerta y entramos. Todo era tan natural. En el interior abundaba la música, las palabras, las risas, la Nochebuena había llegado, la Navidad estaba allí.
                   No hubo que dar ninguna explicación, todo fue comprendido sin palabras.
                    El jabón, el agua, la ropa limpia, cambiaron rápidamente el aspecto de aquella pequeña familia y luego, entonces sí aparecieron los saludos, los comentarios, las preguntas.
                    La reunión  era agradable, los familiares, muchos y también estaban los amigos. Todos comentaron sus ideas, ganas, proyectos que deseaban realizar...Y no faltó quien criticara acerbadamente la ocurrencia de invitar a “semejante gente” a festejar con ellos la Nochebuena y la Navidad.
                  Ángel, joven estudiante, uno de los primeros invitados que había llegado, le preguntó con cariño, pausadamente, qué caminos había recorrido en la vida para llegar a esa situación, dijo ella:
                  “Nací humildemente en una región boscosa, con pocas posibilidades de salir de esa situación, una vida casi miserable. Me gustaba dibujar, pintar, cantar, no tenía la posibilidad de desarrollar dichas inquietudes allí. Entre todos los que me conocían y amaban, reunieron el dinero necesario para que viajara a la ciudad, donde cumpliría mis sueños...Hasta que nacieron los hijos y luego, perdimos a su padre. Elevarse en la escala de la vida, no es accesible, descender de ella, ustedes lo saben muy bien, decir  fácil, es poco. Las entradas, pequeñas y fijas, el costo de alimentos y medicinas, siempre altos... fuimos cambiando de viviendas para reducir gastos, perdí el empleo y llegamos a vivir en la calle, sin otro medio, que las ganas que tenían de hacer el bien, las personas que nos veían... hasta este momento, en que usted nos ve sentados cómodamente en un sitio tan agradable y poder manifestar, sin sentirme avergonzada, de cuales fueron los senderos recorridos para llegar hasta aquí”.
                 El temblor de su voz, la humedad de sus ojos – se puede decir lágrimas- hablaban de una persona sensible, plena, que expresaba el agradecimiento de aquella buena obra.
                 En cada brindis, en cada copa que se elevaba, había un pedido, un deseo, una manifestación de amor y el recuerdo inolvidable del Divino Nacimiento. Su nombre, ¡Jesús! en los labios de todos, con una sonrisa incomparable...
                 Todos la miraron, como si esperaran una palabra de ella, quien aceptó aquella solicitud, realizada sin un solo vocablo y comenzó: 
                “Yo también me llamo María y puedo decir, que cuando Jesús llegó, la Virgen, dijo en aquel día: “Este misterio, lo llevaremos siempre nosotros, naturalmente, vendrán aquellos que dirán muchas cosas sobre el mismo, no nos harán daño, las respetaremos, no serán más, que opiniones imaginadas. Siempre elevaremos la curva de nuestros labios hacia arriba, aún en los momentos más difíciles”.
                  La respuesta de los presentes fue un silencio absoluto. Hasta que aquél que criticara aquella presencia, tuvo la fortaleza suficiente para arrepentirse y pedir disculpas elevando su voz.
                 Y llegó el momento de las despedidas, los saludos tradicionales, caricias, besos, abrazos, los buenos deseos y promesas de realizar una nueva reunión,  para festejar la llegada del nuevo año. Estas fiestas, que llegan al final del mes de diciembre y derivan al mes de enero con un caudal de alegría casi sin límites.
                  Luego, aunque la música y las luces aún brillaban, las voces se habían apagado.
                  Cuando quedamos solos, les dijimos: Ustedes se quedan a vivir con nosotros.
                  María, junto a sus hijos, alzó los brazos, sonrió, nos miró con amor y se convirtió en la más hermosa de las  Hadas. Tres Angelitos demostraban su alegría...

2 comentarios:

silvia loustau dijo...

los cuents de Navida siempre tienen una especie de magia, ternura y melancolia.
Cordialmente

Laura Beatriz Chiesa dijo...

Un tema que, pese a repetirse, mantiene los sentimientos de quien lo traduce en palabras, de allí que tiene siempre una cuota importante, distinta. Recibe mi saludo cordial,