lunes, 24 de octubre de 2011

Luis Tulio Siburu-Buenos Aires, Argentina/Octubre de 2011

TRES LLAVES

Lo conocí a comienzos de la década del ochenta.Sus hijos jugaban al básquet con los míos y entre partido y partido , viajes al interior del país por intercambio con otros clubes , cenas de los viernes , asados de los domingos y vacaciones junto a otras familias , fué naciendo una amistad.
Tenía una personalidad muy particular.Pasaba de la carcajada estentórea a la hosquedad profunda. De algún gesto propio de adolescente a una seriedad de hombre maduro , quizá mas madura que su edad real. Tenía un acompañante permanente , el diario La Nación , al cual llevaba bajo el brazo  o tomado por la punta de los dedos. A veces , mientras esperaba se hicieran las brasas o en el ocio de la playa , lo reemplazaba por un libro. Quizá  me equivoco , seguramente en el fondo de la canasta de las viandas , estaba acurrucado el periódico. Es que las noticias de economía y política – y en especial los editoriales - le apasionaban , aunque lo hicieran renegar.
Era abogado de una institución bancaria relacionada con el gobierno de turno por su carácter promocional de créditos para el desarrollo , pero no era un fanático de su profesión ,  hasta le parecía una carga, una pesada carga.El ambiente del banco lo agobiaba y de alguna manera su rostro cansado , semidespeinado , en los atardeceres de los días laborales , traslucía su interior.
Era un hombre afable , buenazo , pero había un tema que lo rebelaba , que lo transformaba.Era anti-imperialista fanático , para él no había mal argentino que no tuviera principio y final en la influencia norteamericana o de algún estado europeo.En esos casos era mejor dejarlo hablar , no disentir , porque el tono de su voz subía violentamente. Creo que esa posición era una fachada que escondía algunas frustraciones interiores donde las banderas del primer mundo no tenían nada que ver.


¿Alguno de ustedes leyó La Tregua de Benedetti ?.......bueno , él era algo así como el personaje de Martín Santomé , a veces eufórico , a veces resignado . Alegría y fervor por fuera , tristeza y pesadumbre por dentro. Y el tremendo esfuerzo de mantener el equilibrio emocional.
Habitaba un departamento a metros de Plaza Italia pero sus hijos lo convencieron para venirse cerca del club, a Martínez , donde estaban las amistades de toda la familia.Una oportunidad también para vivir en un chalet que su esposa y él siempre habían soñado y donde tenían la esperanza que algunos problemitas de madurez que tenía su hijo menor mejoraran.
Se lo veía mas sonriente que de costumbre , en la casa siempre había algo para hacer . La señora renunció al banco donde trabajaban juntos  y se estableció como independiente , abriendo una mercería y un video , en sociedad con mi mujer y otra amiga en común.La vida parecía tomar otros rumbos.
Una molestia , análisis , tomografía , operaciones , cáncer.En  poco más de un año se quedó viudo y con  tres hijos que extrañaban a su madre. Su vida cambió de mano de la misma manera que él  cambió de vereda. Sí , extrañamente , cuando volvía del trabajo camino a su casa y pasaba frente a los negocios donde siempre a esa hora había alguno de nosotros parado en la puerta , él se cruzaba a la vereda de enfrente para no encontrarnos,  sin saludarnos , como queriendo esquivar el pasado reciente o el revés de su destino.Lo comprendíamos pero creo que no alcanzábamos a interpretar , detrás de esa actitud de escape , cuan grande era su dolor, su soledad , su quiebre.
Un día llegó a su casa , estacionó el coche y lo cerró con llave.Era la primer llave. Luego abrió la puerta de la casa y cerró. Era la segunda llave . Recorrió los ambientes , se aseguró que no hubiera nadie, empujó la mesa ,  subió a la silla debajo de la araña , pasó la soga entre el gancho del cielorraso y su cuello y luego pateó la silla.Había utilizado la tercer llave.La llave que abrió el paso a la eternidad y cerró el laberinto oscuro donde se había perdido.  

2 comentarios:

Laura Beatriz Chiesa dijo...

Luis; me encanta este cuento y, cada vez que lo leo te aplaudo. Un abrazo de,

Anónimo dijo...

Que buen cuento Luis, que historia, un triste final.

Felicitaciones

Beso Josefina