martes, 31 de enero de 2012

Trinidad Aparicio-Barcelona, España/Enero de 2012

"Re-frito"  del cuento:
EL FIN
De Jorge. L. Borges


R
ecabarren, había sido un hombre arrogante, esbelto y fornido, pero ahora, aquejado por una parálisis de medio cuerpo, yacía tendido en la tras tienda de su pulpería. Con ojos soñolientos miró a su alrededor, poco a poco su mente recuperó ubicación de lugar y tiempo; comprendió que había dormido hasta bien entrada la mañana, pues a través de la ventana podía observar que la llanura con el pasto teñido color de oro, daba la sensación equívoca de ser un desierto de arena. Sabía que tal efecto tan sólo se daba en verano cuándo el sol caía perpendicular y pensó que la china Jesusa ya debía tener el potaje preparado.
            El silencio que allí reinaba era absoluto. El negro, - asiduo parroquiano- no habría llegado todavía, pues no se escuchaba el habitual rasgueo de su guitarra.
            Recabarren miró al horizonte, le pareció ver un punto que se movía cual jinete que se acercara, pero encandilado por los rayos del sol… dudó: podía ser un espejismo. Su cabeza era ya un pequeño laberinto dónde se entremezclaba lo cotidiano de lo irreal. La parálisis lo había dejado sin habla y resignado a lo irreversible, hizo sonar  el cencerro que tenía junto a él, y esperó a que alguien acudiera al reclamo de su llamada.
            Un muchacho mestizo apareció en el umbral, respondiendo a las señas que Recabarren le hacía con los ojos, le dijo: "No, no se veía llegar a "nadies" pero que a la pulpería había llegado un forastero al parecer "pa" resguardarse del calor". Recabarren movió la cabeza dando a entender que había comprendido. Al quedar solo, paseó la mirada por la habitación, acarició el cencerro y cerró los ojos.
            El sol ya declinaba, y el forastero seguía allí, cual si la  pulpería fuese el destino de su viaje, pero tan pronto comenzaron a escucharse los modestos acordes de una guitarra, indicando que el habitual parroquiano había llegado, con ligereza, el forastero salió a su encuentro y sin dar tiempo a que entrara, lo interceptó diciéndole:
- Llegas tarde morocho, sé que me andabas buscando.
El negro, sin dejar de mirar la guitarra, dijo con cierta satisfacción:
- No te buscaba. Por siete años te esperé, confiaba en que vendrías.
- No perdamos tiempo pues, que está por oscurecer. Más unas palabras quiero antes
decirte: es cierto que a tu hermano maté, pero bien sabe el padre Eterno que nunca peleo ni mato si no es por "necesidá". Si en esta ocasión muero, tu penitencia será, huir de la "autoridá". Afila  ya tu facón  y terminemos  con este viejo entre dicho, que "nadies" pueda decir que el gaucho Martín Fierro recula "pa" pelear.
            Desde donde yacía, Recabarren, vio como el negro, - creyendo cumplida su venganza - enfilaba hacia el poblado.
           

Horas más tarde, al regresar el negro en compañía del padre Quinteros, con gran estupor se encontraron con qué el difunto había desaparecido.

2 comentarios:

Laura Beatriz Chiesa dijo...

Amiga:me encantó el cuento. Original y bien llevado. Un abrazo de "hormiga",

Anónimo dijo...

Muy bueno este re-frito del cuento de Borges.

Trini, que bueno es leerte!!!!!

besosssss cariños jóse