"Re-frito" del cuento:
EL FIN
De Jorge. L. Borges
R
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ecabarren, había
sido un hombre arrogante, esbelto y fornido, pero ahora, aquejado por una
parálisis de medio cuerpo, yacía tendido en la tras tienda de su pulpería. Con
ojos soñolientos miró a su alrededor, poco a poco su mente recuperó ubicación
de lugar y tiempo; comprendió que había dormido hasta bien entrada la mañana,
pues a través de la ventana podía observar que la llanura con el pasto teñido
color de oro, daba la sensación equívoca de ser un desierto de arena. Sabía que
tal efecto tan sólo se daba en verano cuándo el sol caía perpendicular y pensó
que la china Jesusa ya debía tener el potaje preparado.
El silencio que allí reinaba era
absoluto. El negro, - asiduo parroquiano- no habría llegado todavía, pues no se
escuchaba el habitual rasgueo de su guitarra.
Recabarren miró al horizonte, le
pareció ver un punto que se movía cual jinete que se acercara, pero encandilado
por los rayos del sol… dudó: podía ser un espejismo. Su cabeza era ya un pequeño
laberinto dónde se entremezclaba lo cotidiano de lo irreal. La parálisis lo
había dejado sin habla y resignado a lo irreversible, hizo sonar el cencerro que tenía junto a él, y esperó a
que alguien acudiera al reclamo de su llamada.
Un muchacho mestizo apareció en el
umbral, respondiendo a las señas que Recabarren le hacía con los ojos, le dijo:
"No, no se veía llegar a "nadies" pero que a la pulpería había
llegado un forastero al parecer "pa" resguardarse del calor".
Recabarren movió la cabeza dando a entender que había comprendido. Al quedar
solo, paseó la mirada por la habitación, acarició el cencerro y cerró los ojos.
El sol ya declinaba, y el forastero
seguía allí, cual si la pulpería fuese
el destino de su viaje, pero tan pronto comenzaron a escucharse los modestos
acordes de una guitarra, indicando que el habitual parroquiano había llegado,
con ligereza, el forastero salió a su encuentro y sin dar tiempo a que entrara,
lo interceptó diciéndole:
-
Llegas tarde morocho, sé que me andabas buscando.
El negro, sin dejar
de mirar la guitarra, dijo con cierta satisfacción:
- No te buscaba. Por siete años te esperé, confiaba en que vendrías.
-
No perdamos tiempo pues, que está por oscurecer. Más unas palabras quiero antes
decirte: es cierto
que a tu hermano maté, pero bien sabe el padre Eterno que nunca peleo ni mato
si no es por "necesidá". Si en esta ocasión muero, tu penitencia
será, huir de la "autoridá". Afila
ya tu facón y terminemos con este viejo entre dicho, que
"nadies" pueda decir que el gaucho Martín Fierro recula
"pa" pelear.
Desde donde yacía, Recabarren, vio
como el negro, - creyendo cumplida su venganza - enfilaba hacia el poblado.
Horas más tarde, al
regresar el negro en compañía del padre Quinteros, con gran estupor se encontraron
con qué el difunto había desaparecido.
2 comentarios:
Amiga:me encantó el cuento. Original y bien llevado. Un abrazo de "hormiga",
Muy bueno este re-frito del cuento de Borges.
Trini, que bueno es leerte!!!!!
besosssss cariños jóse
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