La llave
Era
imprescindible el ingreso hacia otro mundo, mucho más calmo, donde el dolor no
fuera una constante. Para ello, había que tener una llave normal, ni tan
grande, ni tan chica. Simplemente bastaría que fuera llave y supiera cumplir
con la tarea que, dada su condición, le fuera conferida.
El grupo
humano sabía que no existía otra posibilidad para hacer la entrada a ese mundo
que, por diferente, hasta parecía inalcanzable, que sin embargo estaba allí, a
sólo una vueltita de esa llave que no era mágica, sino simplemente llave.
Sólo una
cosa se interpuso para que se abriera esa puerta. Otro grupo humano se
había adueñado de la cerradura, no tuvo mejor ocurrencia que tapar el
agujero por donde debería entrar la llave.
Apenas un
detalle no menor, la gente de ese pueblo siguió condenada a vivir entre
tinieblas.
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