miércoles, 21 de mayo de 2014

Abel Espil-Buenos Aires, Argentina/Mayo de 2014



LA  ABUELA GOYE 
                                               dedicado a Ricardo Nicolini

En el año 1947, la calle Juan Agustín García era de tierra y de pocas casas. Todas ellas eran muy humildes, realizadas con mucho sacrificio. La abuela Goye , hacía tres años que vivía sola. Su marido --el tano Nicola--había fallecido atropellado por el tranvía 84 en la Av. Nazca y Camarones. Bebió con lo compadres algunas copas de más . Se despidió y al cruzar la Av. encontró la muerte. Las  muertes anteriores , de sus dos hijos gemelos en la costanera norte , la dejaron a la abuela Goye no solo sin esperanzas y sin sueños, había perdido la voluntad de vivir . Cuando uno de los amigos del Tano tocó el timbre y le comunicó la noticia, la abuela Goye se desplomó. La vecina Florinda del Par , llamó al Hospital Álvarez, pidiendo en forma muy urgente una ambulancia. Cuando le preguntaron qué le pasaba al enfermo , ella la miró  a la abuela y no supo decir otra cosa , que creía que no respiraba,  estaba dura mirando al techo , sin emitir ninguna palabra.
La abuela Goye  estuvo internada 37 días . Los médicos cuando le dieron el alta , uno de ellos se animó y le dijo : "Goye , camine despacio , cuídese ,  no se caiga y podrá vivir muchos años ".
A lo que la abuela Goye le contesto : "Para qué quiero la vida, si  me han dejado sola "
Faltaban pocos días de diciembre , y ya el año 1947 se terminaba . Los vecinos dejaron de verla.
Doña Pepa, la panadera de la calle LLavallol , al tiempo dejó de guardarle la cremona que tanto le gustaba a la abuela y al Tano.
Nunca más la vieron barrer muy temprano, la vereda angosta y elevada. Cuando llovía fuerte corría un pequeñísimo río en el sanjón formado por el tiempo.
Una tarde de Enero de 1948 , el papá de Lali que vivía enfrente , la vío salir toda vestida de negro. Cerró con llave la puerta y emprendió el camino junto a ella ,respentándole el silencio, después de decirle : "Buenas tardes abuela Goye". 
Ella lo miró , y respondió al saludo con un suave agachar la cabeza.
En la esquina de García y LLavallol , el papá de Lali, le dijo :"Chau" y ella levantó un poco su mano derecha.
Llegó a la Iglesia Santa Rita y le preguntó al cura Toto si podía confesarse.
Se sentaron en el confesionario , se originó un largo silencio, el padre no se animaba a molestarla hablándole y entonces esperó.
Pasaron cinco minutos , pasaron diez minutos, pasaron veinte minutos y el silencio se vistió de un halo apesadumbrado.
El padre Toto , cuando ya no soportó más, se atrevió a decirle : "Hija te escucho "  
----Padre, hace dos horas , me comí las pastillas que tengo para las ratas,¿ cree que puedo vivir un poco más ?-----
El Padre , le estaba por responder, cuando sintió que el cuerpo de ella caía con fuerte ruido al piso.
Al salir del confesionario , se encontró con el rostro de la abuela Goye, sobre el piecito izquierdo del monaguillo Ricardito, que venía apurado a decirle, que no podía venir a misa de las 19y 30 horas , porque se iba al cine Sol de Mayo con su mamá.


5 comentarios:

Laura Beatriz Chiesa dijo...

Abel: las necesidades espirituales siempre piden atención y, cuando ese cuidado no llega, por distintas razones, se dice basta. No se logra seguir luchando sin esperanzas. La Abuela Goye tenía apagados todos los estímulos que suele dar la vida. Tierno y real, gracias Abel,

Anónimo dijo...

Abel,triste pero muy realista.me emociono...Paracca, de palermo

ALICIA CORA dijo...

A pesar de su dureza, este relato emociona y conmueve. Sin duda la abuela Goye es un relato salido de una pluma sensible, que nos hace pensar en nuestros mayores y darles su justa dimensión. Me gustó enormemente, beso Alicia

Marta Susana Díaz dijo...

Abel: es un cuento escrito con mucho sentimiento, recorriendo las callecitas del barrio. ¿La abuela Goye existió? Bueno, eso es lo que menos interesa. Para los que lo leímos, existió.

Anónimo dijo...

Abel: Has logrado una amalgama extraña, la combinación de lo entrañable, lo costumbrista, con el misterio y el final inesperado. Cundo leí tu relato por primera vez no me esperé el desenlace, más vale parecía una descripción costumbrista de una época. Bravo! Abel Espil: ¡Qué es
critor!