miércoles, 21 de enero de 2015

Nel Amaro-Enero de 2015

Comentario bibliográfico de Nel Amaro a partir de la segunda edición del libro “Obras Completas En Verso Hasta Acá” de Rolando Revagliatti (Ediciones Filofalsía, Buenos Aires, la Argentina, 1990), publicado en la Revista “Manxa” de Ciudad Real, España, en su Nº 55, diciembre 1991.


          Soy un ya “veterano” lector y conocedor de la obra del argentino Revagliatti, habiendo incluso editado textos suyos en algunos de mis “cuadernos y hojitas volanderas artesanales”, y siempre me deja un cierto regusto la poesía de este prolífico del “otro lado”, incansable hacedor y contador, en prosa y verso. Se trata de reseñar aquí unas denominadas “Obras Completas En Verso Hasta Acá”, es decir, unas incompletas “obras completas”, pues aún le quedan años, cuerda y recursos a R. R., como para aumentarlas. Tomemos pues la presente edición (2ª ya) tan sólo como un anticipo de las mismas, que sus ya incondicionales agradecemos, siendo como es –aunque trate de disimularlo con su título- su primer libro de poemas (1ª edición en marzo de 1988 y la 2ª correspondiente al año 1990, ambas en “Filofalsía”, y ésta en la colección “La Brujutrampa”, ciudad de Buenos Aires).

          Se dan en Revagliatti, como en otros compatriotas suyos por mí reseñados, las referencias (“las ojeras de Jeanne Moreau”,  “Del inventario”, pág. 23) europeas / europeístas, ese acudir a las fuentes de la “vieja cultura europea” e introducir en ellas el elemento “perturbador” indígena, la base autóctona, produciéndose –como sucede en estas “Obras Completas...”- un mestizaje poético –y cultural- sumamente atractivo, siempre que el autor sea consciente en grado sumo de las calidades y cualidades de los materiales con los que trabaja y moldea su “realidad” antes de transformarla en materia exclusivamente “poética”.

          Libro de muchos “recordatorios” (Raúl González Tuñón, Henry Miller, Mario Benedetti, ¡André Breton! –naturalmente-, Carlos Gandolfo, Atahualpa Yupanqui),  por los que derrama el poeta sus versos, con un lenguaje directísimo y arrabalero, que habla sin tapujos de “cosas” de acá, que suceden a personas como usted o yo, con una musiquilla de tango que estremece. “Diana Dors / acerca sus tetas de nácar / en mi sopa / ¡yeeeeah!... Diana” (pág. 21), argumentos semejantes, aquí y allá, con un tremendo humor (buenhumor), corrosivo y cosmopolita, tan pronto retrechero y bailongón como almidonado y tiquismiquis, ya de cabaña, ya de palacio, sin que nada ni nadie se le escape a Rolandito y pase por el bisturí de su vivisección. Tras la operación, ahí queda todo un mundo de personajes (además de la Dors nos encontramos “dentro” de los poemas con José Donoso, Elisabeth Taylor, Robert Bresson y su filmografía y otros menos conocidos o anónimos) a los que “poama” el creador porteño.

          A él también tendremos que “poamarlo” (“qué bueno que el amor se imponga en el poema / qué bueno que qué bueno / yo te poemo como te amo / te poamo”), incondicionalmente. Porque su poesía tiene agallas y va a por todas, sin renunciar a formas y fórmulas atrevidas. Únicamente es imprescindible que el lector se haga cómplice del poema y se introduzca en sus entrañas. Lo demás... ¡buen provecho! La “martingala” está servida.



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