La Polilla
Una polilla se posó en mi lápiz, algo me
quiere decir, palpo su corazón.
El lápiz se deja llevar por su aleteo
constante. Intenta dibujar sobre el
terso papel unas letras muy prolijas, como no sabe hablar, deja que el lápiz
explique lo que ella no sabe decir.
Es
un poema de amor.
Los
amantes se escondían (era imposible su amor)
ella
una pobre campesina, él un príncipe real.
Fue
histórico, ¿por qué ocultarlo?
En
la Tierra De
Miranda, un lugar encantador
bañado
por claros ríos, con flores en los caminos.
Fue
allá por el novecientos
-la
primavera latía en sus jóvenes corazones-
La
tierra sofocada por un sol resplandeciente.
Pasó
el príncipe de Gales por el lar de aquella moza
de
inmediato fue cautivo de su cálida mirada
dulzura
en todos sus gestos, el andar acompasado
(la
figura contorneada)
El
amor era sincero, pero pronto fue prohibido.
Los
días fueron pasando, se veían a escondidas
los
trigales, testigos de su pasión.
Ella
tendría marido en pocas semanas más.
A
él lo esperaba una dama, elegida por sus padres
para
contraer enlace, contra su voluntad.
(Esta
historia de amor, vivió lo que dura un sueño
pero
quedó un recuerdo
un
niño que al nacer era igualito a su padre)
Fue
así que la polilla, me contó
la
historia de aquel amor
en
la Tierra de
Miranda
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