La dama del ocaso
Bajo un agradable árbol,
Asentó su cuerpo;
Entre musgo y hierba alta,
Deslizó las páginas,
Del desgastado libro;
Cuatro rocas,
Vestidas de verde,
Coronaron la escena,
Mientras el sol del mediodía,
Arrancaba lágrimas,
De plata y cristal,
Al arroyo cercano;
Un águila,
Bello ejemplar,
De la realeza,
Asentada en los cielos,
Emprendió el vuelo,
Hacia el crepúsculo;
Débiles rallos,
De un sol moribundo,
Despertaron a las ninfas,
Del atardecer,
Haciendo que su rostro,
Adquiriera cualidades,
Feéricas y sagradas,
Bajo el agradable árbol;
Un milagro,
Un pequeño claro de paz,
Entre hojas y ramas recostadas,
Esperando un nuevo amanecer.
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