lunes, 25 de septiembre de 2017

Cecilia Ortiz-Argentina/Septiembre de 2017



CICATRICES

Con su figura delgada y cristalina, la lluvia pincela de agua dulce
las melancólicas formas que imagino
            alivia el ocaso de mi cansada frente
                        y llueve por dentro del cuerpo
-manantial liberado que corre compitiendo con mi sangre-
Siento la memoria y el consuelo.
Caminan escondiéndose en el recinto sin fondo de mi esencia.
Una prolongada sensación denuncia perdidos signos.
            Afuera la tormenta desplaza sueños, es fiel mandato.
Los árboles celebran con el viento un rito fantasmal que avanza
y aúlla a mi oído lamentos perdurables. -No resisto- 
Mi cuerpo tiene apenas una trama color nácar que lo ampara
y conjuga gestos pálidos sobre venas indomables.
            Debajo de la piel otra tempestad estalla.
            Soy prisionera en la doliente marejada que disfraza penumbras.
                        Lejos está la llovizna, polvo de soledad que caía
                        atenuando forma y silueta de las casas.
No quiero sentir el látigo de lluvia sobre notables cicatrices
tampoco la mirada indiscreta del aire simulando ráfagas.
Mi temporal deja en libertad raíces y dibuja filigranas de plata.

Se desgajan mis desvestidas ramas, ya no son cautivas de la rabia.

Trombones azules mienten un final cercano.
Me consuela el silencio después de las nacidas emociones.

Más allá de mí el sol se va en puntas de pie hacia la noche.

Del libro En la geografía de  mis manos – Esferas literarias, editorial

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