jueves, 29 de agosto de 2019

Damego/Agosto de 2019


FUTURO 

Y llegó, como era de esperar, a los espacios abiertos. La tormenta que amenazaba sus días se tornó neblina exasperante, pero sin amenazas.
El puente quedó atrás... y la caverna.
Su deseo de Liria se transformó en pura luz de atardecer al principio y luego se apagó, como rayo caído en descampado, sin árbol que abatir.
De repente se encontró solo ante sí: ya no recordaba los designios de la tribu y mucho menos las voces de sus dioses. Con el tiempo llegó a olvidar incluso la risa de su amada.
Estaba solo.
Atravesó el desierto que se alzaba ante él, en busca solamente del agua.
Y si de algo podemos estar seguros es de que no existen desiertos sin oasis, porque si no no existirían ellos.
Así fue como en un anochecer de luna llena conoció a la que sería más tarde, tras algunas caricias y muy pocas palabras, la mujer tras el puente, la fuente donde saciar su sed después de la caverna.
Y así fue que alcanzó, tras mucho padecer por su memoria, el olvido total, la llama inextinguible del futuro.

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