jueves, 29 de agosto de 2019

Trinidad Aparicio-España-Agosto de 2019




Retrato de familia

         Anciano y con algún que otro achaque, Don Juan, dormitaba sentado en su sillón frente al televisor. No le importaba qué canal tenía sintonizado ni qué imágenes aparecían en la pantalla. La casa estaba por demás silenciosa y la tele encendida hacía que él no se sintiese tan solo. Sobre sus rodillas descansaba el álbum familiar de fotografías. Una foto en particular hizo que en ese preciso momento una sonrida placentera se dibujara en su rostro surcado por los años. Sumergido en sus recuerdos, Juan tardó en contestar al requerimiento del teléfono.

         -Papá,  ¿estás bien? ¡Tardaste en contestar! ¿Acaso dormías?
         -Posiblemente Laurita, al menos estaba soñando.
         -Oye papá, Pedro, esta noche tiene pensado hacer asado, si se te apetece al atardecer pasaremos por tu casa y te venís con nosotros.

         “Tu casa” dijo su hija. “Mi casa” ratifico él, recordando aquel día ya tan lejano  cuando por la Panamericana iba conducíendo a velocidad moderada como si pretendiera demorar su llegada a destino. Un cosquilleo desconocido se instaló en su interior, por primera vez los padres de su novia lo habían invitado a participar de un evento familiar. Festejaban a lo grande los 100 años del bisabuelo de su novia. Juan cruzó los dedos, ansiaba fervientemente ser bien recibido. Al llegar a la casa en sí, no tuvo necesidad de “batir palmas” para anunciar su llegada. Dorita lo estaba esperando en el jardín, cosa que él le agradeció cariñosamente. Aún no se había cerrado debidamente la puerta tras su espalda cuando Juan se encontró rodeado y requerido por todos los allí presentes. Todos querían ser los primeros en ser presentados: apretones de manos, cariñosas palmadas en la espalda, besos y... ¡Vaya qué gusto en conocerte! ¡Bienvenido muchacho!

         Atención por favor -reclamaba doña Rosa a voz en grito para hacerse oir entre tanta algarabía-, ya llegó el fotófrafo. ¡Vamos vamos! Apurando que no se pase el asado.  Venga, acomódense todos al rededor del agasajado. Los pibes delante. por favor. “Dorita, dile a tu hermana que siente a Carlitos en la falda del Aby”

         Juan quedó rezagado apoyado junto a un ventanal. Huérfano desde muy temprana edad, criado por sus abuelos, añoraba el no haber tenido una familia numerosa.

         Eh Juanchi -gritó don José-. Si no pensás “borrarte” colócate junto a tu novia!

         Sí, se dijo don Juan mirando el retrato familiar: el primero de la izquierda era él, joven, alto, delgado y sonriente, feliz de estar integrando ese hemoso grupo familiar; el “Abi” con su tataranieto sentado en su regazo, se asemejaba a un personaje biblico. En un instante, cinco generaciones quedaron detenidas en el tiempo. Hermoso recuerdo. Hermoso retrato familiar.

         Ese fue el primer día qué pisó “su casa” como bien dijo su hija.

Trinidad

Buenos Aires a 28/01/2001. Día en que mi padre cumplió 100 años.

        

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