¿Quién cocinó la última cena?
Eran tres parejas, Antonio y María, Alfredo y Consuelo. Eduardo y Sandra. Hacía diez años que no se veían. Cosas de la vida. Ellos tan amigos, por una andanada de razones, se enfrentaron, se gritaron, hubo insultos, golpes, odio.
Eran tres parejas que se habían gestado allá en la escuela primaria, en la escuela del barrio, ese barrio donde habían crecido, con aquella plaza de compartir juegos de niños. La de los escarceos amorosos de la adolescencia.
Las bodas se celebraron con diferencia de meses, todas en el año 98. Vinieron los hijos y entonces se entrecruzaron los padrinazgos atando nuevos vínculos. No importó demasiado que por razones de trabajo o familiares tuvieran que dejar el barrio, uno compró una casa en Tigre, a otro le adjudicaron la vivienda en Avellaneda y el último se fue a ocupar el departamento de un primo que emigró a Italia, en pleno centro de Buenos Aires.
Los viernes por la noche, eran los encuentros, una vez en la casa de cada uno. En esa oportunidad el matrimonio de turno, se lucía aplicando las mejores habilidades culinarias. Siempre era una fiesta, por lo menos así parecía porque un viernes del año 2005, Antonio le dijo a Alfredo : “No te hagas el sota y devolveme la guita que te presté para cancelar la hipoteca”. Alfredo le dijo a Eduardo: “Vos cornudo, cuidá un poco a tu mujer por si no lo sabías, te informo, este Antonio, tu amigo, tan amigo la está llevando a conocer todos los hoteles de la Panamericana”, Sandra le dijo a Consuelo: “Te tengo que decir algo, tu hijo Darío anda bajándose los pantalones delante de Candelita”, María le dijo a Sandra: “Qué tenés que contarle vos a tu suegra que me voy a poner siliconas”
Ese fue el comienzo, abierta la compuerta ya no hubo manera de detener el torrente y los efectos fueron irreparables.
Pasaron diez años, hoy se han reencontrado a la salida del cementerio porque la fatalidad los había reunido con la imperiosa fuerza que tienen las tragedias. A todos les había tocado. El micro de jubilados que volvía de Camboriú, cayó desde un puente casi llegando a la frontera y allí murieron los padres de María, la madre de Alfredo y el padre de Sandra. El dolor fue lo mas fuerte y las lágrimas lavaron los rencores. A la distancia prevalecieron las luces en detrimento de las sombras. En un momento renació el recuerdo de los viernes a la noche. ¡Qué bueno sería reiniciarlos! ¡A propósito! ¿Quién cocinó la última cena?
1 comentario:
Muy buen relato. Un poco fuerte lo se fueron diciendo en la última cena. Y a pesar del triste final, pudieron nuevamente reunirse y reconciliarse dejando de lado viejos rencores.Impecable redacción en un breve espacio contar una historia de la que se podría hacer una película
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