Tú, muchacho, que corrías
El recuerdo de tu infancia
oh muchacho que corrías alrededor del fuego
ebrio en el borde del campo
es un invierno blanco por las bombas
roto y con el vientre desgarrado
donde el principio de cada forma
la noche extrema doma.
No es de madera el fusil que aprietas
entre tus manos y sigue disparando
cuando de pronto te precipitas
no por miedo, sino vencido por el dolor.
Un mundo inmóvil es tu país,
escuálida estación desolada
En el tiempo suspendido
no encuentras la espera de días para habitar
sólo momentos para que tu sacrificio se dilate
Solitario espera ese prado lejano
el calor de una casta primavera:
ha pasado un año y aún
no se cansa de la tormenta.
Graba en la hoja el poeta del dolor
palabras con letras de fuego.
Y la materia se hace carne viva y sangre
en el amanecer silencioso sobre una locura roja
y se blanquea en mudos momentos de terror
arrastrado en un nuevo invierno
donde se muere por libertad.

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