domingo, 19 de septiembre de 2010

Nélida Beatriz Hualde-Buenos Aires, Argentina/Septiembre de 2010


Conversando con mi nieto

¿Estás cansado abuelo? Seguro que sí.
Sí, ya casi hemos atravesado todo Florida. Esta Florida que querés tanto y que tantas sensaciones te produce.
Siempre recuerdo lo de aquel negrito que recorría Florida con su cabra de crines rojas. Siempre lo sueño.
Sentemonos en este banco, abuelo, y mientras descansamos hablemos de tu Florida de antaño.

Contame otra vez abuelo, cuando veías esa cabra, esa de crines rojas. Contame que en aquel entonces este, mi pueblo, era chato y claro como en la postal vieja y amarilla que dice la canción que suele cantar la abuela.

¿Es cierto abuelo que estaban haciendo la Panamericana y había campos y calles de tierra, y la gente se sentaba en las veredas a conversar y tomaban mate y pasaban las fuentes con buñuelitos?

¿Es cierto abuelo que la Avenida Maipú era empedrada como en las láminas de la colonia, y había tranvías, y se escuchaban las campanillas que tintineaban en las esquinas?

Contame otra vez abuelo de aquella vez que vieron al chico negro paseando la cabra de crines rojas ¿es cierto abuelo? Mirá que yo que tengo siete años largos nunca las vi, y consulté mis libros y no existen las cabras de crines rojas para los libros. Mirá que las cabras son de montañas y aquí no hay montañas.

Y contame otra vez, abuelo, lo del negrito que vivía solito con su mamá y el padre murió en la guerra en un lejano país. Y era muy pobre. Y era tan pobre que no tenía zapatos, ni guardapolvo, ni cuaderno, ni lapicitos, y por eso no iba a la escuela, y él decía que total para qué, si no tenía cabeza y no aprendía. Pero tenía esa cabra…

Qué lindo sería abuelo, cuando en Florida las casas no eran tan altas y no había supermercados y en cada cuadra había tiendas y almacenes, y verdulerías y carnicerías, de don Pancho, de don Manuel. Y vendían al fiado, a cada uno con su libreta de tapas negras. Y a las maestras las respetaban y eran señoras muy escuchadas, como los curas, como los jueces… y todos se conocían y algún negrito cantaba paseando su cabra de crines rojas.

¿Es cierto abuelo que en carnaval todo el pueblo se disfrazaba y vos te hiciste el muerto y te desfilaban en un ataúd, y la abuela como enfermera lloraba y lloraba desesperada?

¿Es cierto abuelo que en la Avenida San Martín había dos cines, uno al Este de la Panamericana que era donde iban los chicos buenos y bien educados y las señoras y señoritas que no hacían líos. Y al oeste de la Panamericana el otro, donde iban los chicos malos y los rebeldes y peleadores, pero ahí no iban las señoras y señoritas.

¿Vos te enamoraste de la abuela con su pollera plato y la cintura bien apretada bailando twist? ¿Existió Louis Armstrong?

¿Es cierto abuelo que los domingos repicaban las campanas de las iglesias y las niñas y señoritas iban a misa con medias blancas y tules en la cabeza? ¿Es cierto abuelo que los zapatos de los domingos te hacían doler?

¿Es cierto abuelo que las señoras se empaquetaban con sus sombreros y guantes y zapatos de tacos altos para ir a Harrod’s a tomar el te? ¿Que se peleaban los retacitos en liquidación?

Contame todo de nuevo, abuelo, que así después lo sueño. Pero no es lo mismo cuando lo sueño.
Contamelo…

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Beatríz, que lindo!!!!!!

Contándonos retazos de época con tus preguntas, me encantó!!!! y que gratos recuerdos serán para muchas personas tu relato.

Felicitaciones Beatríz

Besosss Josefina

Anónimo dijo...

Nélida: qué lindo rememorar esas conversaciones, con temas que hoy, en algunos lados, ya no existen. Gracias a Dios no es en todos. Un abrazo, Laura Beatriz Chiesa.