miércoles, 21 de mayo de 2014

Ascensión Reyes (cuento)-Chile/Mayo de 2014



EL BLUSÓN

            En esta nueva primavera me prometo que las cosas sucederán de otra manera...Así lo pensé y preparé mi guardarropa, pasando por los zapatos, accesorios y los pocos cosméticos, que a estas alturas me ayudan a mejorar la imagen, aunque a mis años no puedo pedir maravillas.
            En ello estaba cuando recordé a Maruja. ¡Mi buena Maruja! Siempre preocupada de regalarme esas prendas locas, que lucirlas significaban un reto a mi personalidad de mujer un poco anodina. Venciendo la sensación de sentirme ridícula, me las fui colocando, primero ante el espejo de la casa, luego salía con ellas debajo de las chaquetas, abrigos o algo que las cubriera, como una forma de atrevimiento a mis gustos tradicionales en cuanto al vestir. Ya acostumbrada a ellas, me atreví a lucirlas en eventos puntuales, pensando que entre tanta gente poco se notaría. Al menos eso pensaba de camino a casa, después de una interesante velada.
            Entre esas galas había un blusón de color indefinido. La verdad, no sabría asociarlo ni describirlo con ninguno en especial, por ello, solamente diré que era oscuro, y en cuanto a la tela, de textura y diseños elegantes. Me acostumbré a usarlo en forma frecuente, tanto que se transformó en mi caballito de batalla en las reuniones importantes.
            Con el tiempo, el blusón y el encuentro con Andrés eran uno solo. Este amigo, sumamente atractivo e inteligente, parecía buscar mi compañía, motivo que me halagaba en extremo.  Después del primer saludo, me hacía el alcance de lo bien que lucía, y sus ojos interesados fijaban su atención en mi blusón, mientras me refería las noticias atrasadas desde la última vez que nos habíamos visto. Incluso se permitía confidenciarme acerca de su familia.
            Como noté mi éxito social, en cierta forma asociado a la prenda, disimulé la frecuencia de su uso: con pañuelos, collares, echarpes o la infinidad de recursos en accesorios que una mujer puede discurrir. Sin embargo, al cabo de un tiempo, descubrí con mucha pena que el género del blusón tendía a abrirse en forma vertical y su delgadez era visible. Como deshacerme de él significaba en cierta forma, hacerlo con momentos felices asociados a mi vida, discurrí desprenderme en una forma menos dolorosa. Lo lavé prolijamente, lo empaqueté en un bonito papel de regalo con cinta y todo, y lo dejé olvidado a propósito en el asiento de un bus cualquiera, un día 23 de septiembre, como hoy, con el afán que otra mujer pudiera vestirlo, y a lo mejor gozarlo un par de veces, antes de convertirse en un desecho para el basurero.
            Coincidencia o no, desde esa fecha me sucedieron cosas demasiado trágicas y traumáticas, entre estas últimas, el fallecimiento de Andrés en un accidente aéreo. La pérdida de todas mis joyas al entrar un ladrón a mi domicilio, a plena luz del día, mientras andaba de compras en el supermercado. La descompostura de casi todos los artefactos de la casa, sumaron a estas desgracias, otras desventuras de menor importancia. De manera, que fue un año negro y triste.
            ¿Sería el hecho de no tener el famoso blusón conmigo? o bien el desprenderme de él, en forma tan ingrata. Así estaba este asunto, transformándose en una verdadera psicosis, que me tenía al borde de la depresión.
            Hoy, otro 23 de septiembre, junto con la primavera pienso en un nuevo renacer, me siento feliz y hasta segura que mi buena estrella ha retornado. En un baratillo de ropa usada, he descubierto un blusón igual al maléfico anterior, de cuya culpabilidad por mis pesares lo hice totalmente responsable.
            Juro guardar esta prenda como un talismán de por vida y en la más absoluta privacidad, como así también no participar a otras personas estos hechos; seguro daría motivo para que pensaran de mí, que la vejez me hace divagar tonterías. R. ASCENSIÓN REYES-ELGUETA. 4/Oct./05



































1 comentario:

Lydia dijo...

¡Cuánta magia, alrededor de una simple prenda!Belleza de lo simple en el texto.
Lydia