viernes, 19 de febrero de 2016

Carmen Puelma-Chile/Febrero de 2016



UN  RESPONSO PARA TÍA LAURA

         El aeropuerto de Barajas era un hervidero de gente, personas apuradas para colocarse en la fila de las aerolíneas, carros con equipajes, grupos de jóvenes durmiendo en las salas de espera, total: un verdadero caos. Una inusual tormenta de nieve había tenido cerrado el aeropuerto durante tres días y todo estaba complicado.
          Gloria se sentía desesperanzada, se daba cuenta que ya no alcanzaría a llegar al funeral de la tía Laura, Chile quedaba tan lejos y no había encontrado pasajes en vuelo directo, tendría que trasbordar en ciudad de México, era la única posibilidad de llegar y después debía tomar un vuelo nacional al sur, hasta el campo de su hermano.
         Escuchó el llamado para ingresar a la sala de embarque y se preparó para el largo viaje, trataría de dormir lo más posible, durante el vuelo, sabía que no iba a tener posibilidad de descansar al llegar a su destino, así que una vez realizado el despegue solicitó a la auxiliar una almohadita y una manta para acomodarse.
         El vuelo había transcurrido sin  mayores contratiempos y aunque durmiendo sólo a  ratos no se sentía tan cansada, el piloto anunció que ya estaban volando sobre Chile, la emoción nubló sus ojos por largo rato, demasiado tal vez, hacía tantos años que había visto por última vez el interminable desierto con sus bordes bañados por el mar,  ese mar siempre inquieto mal llamado “Océano Pacífico”. Divisó a su derecha la portada de Antofagasta, imponente como una catedral; buscó hacia la izquierda su añorada cordillera, esta vez tenía poquita nieve, recordó que cuando se fue era un verdadero manto de armiño extendido de norte a sur.
            Gabriel aceleró a fondo su camioneta para alcanzar a recoger a  su hermana en el aeropuerto de Maquehue. Los últimos días habían sido tremendamente convulsionados, su esposa llevaba varios días en cama a causa de una fuerte influenza, la empleada de la casa faltaba a su trabajo por la misma causa, y la pobre tía Laura  había fallecido de bronconeumonía.
            La vio a través del vidrio esperando su equipaje: su porte de princesa resaltaba entre la multitud. La estrechó entre sus brazos un largo rato, ella sollozaba desconsolada y le costó mucho calmarla, era entendible, mal que mal, la tía Laura había llegado a vivir con ellos cuando perdieron a su madre y Gloria era muy pequeña, todavía no entraba al colegio; él y su hermano Julio en cambio ya eran  adolescentes.
            -¿Ya fue el funeral?, ¿Qué enfermedad padecía?, ¿Por qué no me avisaste antes?
            -Fue totalmente imprevisto, se contagió de influenza y por la edad que tenía se complicó con bronconeumonía, no hubo nada que hacer.
            -Me fue imposible llegar antes, las nevazones en Europa tenían suspendidos todos los vuelos, me hubiera gustado verla por última vez.
            - Mi mujer tampoco pudo asistir al entierro, pero apenas se restablezca vamos a traer al párroco de Padre Las Casas, para hacerle un responso y para que bendiga una grutita de Lourdes que mandé a construir en su nombre.
            -¡Qué linda idea Gabriel! Ella era tan devota que de seguro va a estar muy complacida en el más allá. Igual quiero llevarle unas florcitas a su tumba. ¿Dónde la enterraron?
            -En el cementerio de Temuco, mañana mismo te llevo a visitarla.
Al día siguiente los cielos amanecieron encapotados de nubes, se aproximaba una de esas lluvias de verano tan habituales en el sur.
            -El cielo está llorando a mi tía Lala- pensó Gloria, la naturaleza se estaba sumando a su pena.
            Llegó el día fijado para bendecir la gruta, vinieron muchos campesinos, lugareños, algunos latifundistas y por supuesto toda la familia,  la tía Laura era muy querida en la zona, había dedicado su vida a cuidar primero a sus sobrinos y luego a los hijos de Gabriel y Julio. También participaba activamente en la Cruz Roja, colocando inyecciones, visitando enfermos y haciendo toda clase de tratamientos. Una mujer ejemplar dijo el sacerdote.
            La ceremonia fue muy bonita, Gloria quedó inmensamente satisfecha. Pronto tuvo que regresar a España, tenía un marido y tres hijos que la reclamaban. Gabriel fue a dejarla al aeropuerto, se despidieron con un interminable abrazo.
            -Apenas llegue a Madrid te voy  a mandar un giro para que le hagan una lápida más bonita a la tía Laura, esa plaquita que le hicieron me pareció un poquito humilde, sin querer ofender desde luego.
            -Bueno Gloria como tú quieras, con Julio habíamos pensado esperar a la cosecha para hacerle algo mejor.
            Al regresar al campo, Gabriel encontró a su mujer esperándolo en la puerta, su mirada inquisidora daba a entender que algo sospechaba, siempre supo que era una bruja difícil de engañar.
            -Ahora me vas a explicar: yo estaba con fiebre, pero entendí clarito que a la tía Laura la habían llevado al mausoleo de la familia en Santiago y resulta que llevaste a Gloria a ver la tumba en el cementerio de Temuco, además no tenía idea que teníamos sepultura en Santiago; algo no me cuadra querido, tú y Julio han estado tramando algo muy turbio.
            -Vas a tener que guardarnos el secreto, querida, llevamos tres años de malas cosechas y se te ocurrió enviar a los niños a la universidad, la mujer de Julio hizo lo mismo. ¿Sabes cuánto cuesta una sepultura? ¡Un disparate! Apenas nos alcanzó para comprar el cajón. Mandamos a hacer una placa con su nombre y la dejamos en una tumba abandonada. Tuvimos que llegar a un arreglo con el chofer de la carroza para que después de la misa nos trajera de vuelta a la tía Laura hasta la bodega.
            -¡Qué espanto! ¿La tienen en la bodega? ¿Hasta cuándo?
            -Cálmate mujer, ¿para qué crees que hicimos la grutita? en su base le hicimos un nicho sólido y en él dejamos a la tía Laura y luego lo sellamos con cemento. Hasta trajimos al cura para que la bendijera y la Virgencita ahora la está cuidando.

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