miércoles, 20 de abril de 2016

Ascensión Reyes (Cuento)-Chile/Abril de 2016



“UNA VEZ MÁS”

     El lucero, anunció con trinos de despedida el término de la jornada dando paso a la oscuridad, solamente quebrada por la luminosidad de millones de puntitos suspendidos en la bóveda insondable y misteriosa. De pronto, la señora de la noche hizo aparición por el espinazo irregular de la cordillera. Grande, rotunda, silenciosa, repartiendo frías sombras a cuanto se oponía a su paso.
     Como una abandonada tela de araña, la cortina, permite  la entrada de un rayo de luna. Él, advierte su presencia. A su lado se ha materializado la figura añorada que reconoce con los sentidos. Aprecia su calidez, su perfume que la identifica y surge poco a poco el encuentro que alerta sus energías dormidas. Todo es silencio, ello embelesa la caricia que recorre su humanidad, convertida en un madero incandescente que termina ahogándose en un grito de triunfo. Siente la satisfacción del reposo. Ella está nuevamente a su lado. Las palabras sobran. Los sentidos ya hablaron, igual como la primera vez.
     El deslizar del tiempo ha seguido su curso pausado y regular. De pronto, se escucha el coloquio de los señores de la madrugada, cuyo canto despierta a todos quienes los escuchan. ¡Uno, otro, otro y otro!, muchos, tantos que parecen transmitir armoniosos mensajes a sus dueños y a la naturaleza toda. La farola de la noche ya se ha retirado y el amo del cielo regala con holgura rayos de luz. El verde de la campiña empieza su quehacer.
     Estira suavemente su mano, teme descubrir lo que ya sabe. Una despedida más, se lo dicen sus húmedas pupilas. Es tan real, tan insufrible, mortificante, loco, desesperante. Siempre lo obliga, aún sin deseos, a visitarla con un ramo de flores y una oración en los labios.

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