sábado, 23 de julio de 2016

Irma Verolín-Argentina/Julio de 2016






          Asomarse al universo poético de Revagliatti es entender la poesía como juego, como fanfarria del lenguaje, como un acto de desacralización y al mismo tiempo como
integración de lo diverso. Hay una cierta actitud de subversión frente al lenguaje y el tratamiento de la materia poética que incomoda y proporciona otro lugar. Surge lo farsesco, lo caricaturesco, lo irreverente, lo desopilante, lo burlesco, lo paródico, lo intertextual: un compendio de matices estéticos. Poesía con algo de fanfarria y, por momentos, de disloque que trabaja la evidente mixtura de distintos registros del habla. Suelen rastrearse giros pertenecientes a voces populares, así resulta inevitable encontrar resonancias de los antipoemas de Nicanor Parra y de la escritura de Oliverio Girondo y a su vez de Carlos de la Púa, de Gelman y de la propuesta lingüística del autor cordobés Juan Filloy. Se percibe cierto uso de la enumeración como recurso que da cuenta de la multiplicidad de una visión y de un cruce en alguna que otra esquina con la tradición de voces populares en el recorte del espectro temático y en la mirada, aunque la mirada tiene por momentos un sesgo paródico leve. Da la sensación de que Revagliatti busca otro lugar para el lector, de este modo el poema se presenta como pivote para expandirse y salirse de los márgenes. Poesía transfiguradora, que impone lo infrecuente, lo revulsivo, una poesía perturbadora que nos invita en cierto modo al escándalo ante lo convencional e instituido. 
          La tradición literaria está allí y Revagliatti juega con ella, dialoga con ella, hasta podría decirse que se divierte con ella. Poesía entonces en diálogo con diversas corrientes literarias que establece una relación lúdica y se permite ir y venir con soltura. Y detrás de todo hay un gesto sobresaliente, el de un escritor que no sólo escribe sino que se reescribe a sí mismo en nuevas ediciones de sus obras. La palabra está viva y está desnuda una vez más y es vestida para que se desvista después. La palabra es mutación, pasible de entradas y salidas, órgano que se reproduce a sí mismo como esos animalitos que regeneran sus partes amputadas, la palabra en estado de percance, de alucinación, cercana a un estallido, policromática. La palabra abarcando lo múltiple que no deja de cambiar.
          Realizando una mirada general se percibe un rasgo abarcativo que intenta capturar lo vasto, lo amplio, lo diverso, para decirnos que el mundo explota en su significación a cada instante. El lector se convierte de esta manera en el cómplice de un despliegue que promete no finalizar.

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