martes, 20 de abril de 2021

Ángela Marengo-Argentina/Abril de 2021


 

Mujeres, las dueñas de la cueva

 

“Soy mujer. Y un entrañable calor me abriga cuando el mundo me golpea.

Es el calor de las otras mujeres, de aquellas que hicieron de la vida este rincón sensible, luchador, de piel suave y tierno corazón guerrero”.

 

Alejandra Pizarnik

 

 

 

El falocentrismo como único eje de las sociedades occidentales.

 

En su condición de ser social, se han escrito kilómetros de textos referidos a la mujer en una sociedad donde, siguiendo palabras de Rita Segato: “Nuestros enemigos no son los hombres, sino el orden político patriarcal. Hay mujeres que están tan obsesionadas por adquirir poder como cualquier hombre, y esa obsesión es patriarcal. No basta con ser mujer para estar dentro de una política feminista, es necesario tener conciencia de qué es el poder como meta. El mundo no puede conformarse sólo de mujeres o sólo de hombres. Me parece una pérdida de tiempo pensar si mi trabajo concientiza a los hombres, eso no interesa. Somos todas personas patriarcales, absolutamente todas, porque el ojo hegemónico, la manera en que se nos enseña a mirar el mundo, es patriarcal”. Frente a esto me atrevo a garabatear una idea que me ronda por la cabeza hace tiempo, y que he podido constatar con algunas culturas antiguas que sostenían una valoración similar.

 

 

Un poco de historia sobre la invisibilidad de la mujer en la sociedad.

 

El término “falocentrismo” hace referencia al ejercicio de ubicar al falo en el centro de las explicaciones sobre la constitución psíquica y sexual. Dicho ejercicio ha estado presente en gran parte de las teorías científicas y filosóficas de occidente, e incluso es visible en la organización social. Este concepto surge en la primera mitad del siglo XX para sostener distintas prácticas y conocimientos, entre los que se encuentran el psicoanálisis freudiano y lacaniano, la filosofía y la ciencia. Pero fue criticado por algunas corrientes filosóficas, así como por los movimientos feministas, que reivindican una comprensión distinta de la psique y de la sexuación. A principios del XX, Sigmund Freud desarrolló una teoría del desarrollo psicosexual en la que proponía que la constitución psíquica de los sujetos transita por la toma de conciencia sobre la diferencia sexual. Dicha conciencia traerá consigo dos posibilidades: tener o carecer del objeto valorado. Este objeto es el pene, el falo, posteriormente comprendido como referente simbólico. Y su portador, que es el sujeto masculino, se posiciona, así como el principal actor del desarrollo psíquico y sexual. Las reacciones y oposiciones a la teoría psicoanalítica del desarrollo psicosexual ocurrieron tanto fuera como dentro del mismo círculo de discípulos de Freud. Una de ellas, Karen Horney, criticó de manera enérgica la teoría de la envidia del pene, y sostuvo que la constitución psíquica de las mujeres no era necesariamente atravesada por dicho resentimiento. Tanto Horney como Melanie Klein defendieron la postura de que existe una feminidad primaria, que no es una derivación o negación de la constitución psicosexual masculina.

Ya en 1920, el psicoanalista y biógrafo de Sigmund Freud, Ernest Jones, retoma las críticas de Klein y Horney sobre la teoría de la envidia del pene, para sostener que los postulados psicoanalíticos hechos por hombres estaban fuertemente cargados de una visión “falocéntrica”. El término falocentrismo es un concepto elaborado en 1965 por el filósofo francés Jacques Derrida (1930-2004), quien se cuestiona incluso la existencia del sexo femenino, ya que desde la teoría psicoanalítica se concluye que sólo hay un sexo - el masculino - siendo la mujer definida como un varón sin sexo, es decir como castrada, y que por lo tanto no lo tiene y lo envidia. De allí surge el pensamiento social, caracterizado por ser la mujer inferior al hombre, y quien debe someterse pasivamente a su deseo. 

Años más tarde, otro filósofo francés Jacques Lacan nos dirá que el niño debe entrar al mundo del lenguaje para convertirse en un sujeto hablante. Jacques Derrida criticará esta teoría, asegurando que tanto el lenguaje como la sociedad en general basan su desarrollo en ideales masculinos o machistas que humillan y esclavizan la feminidad, y que constituye un privilegio de lo masculino por sobre lo femenino. Estos ideales fueron incorporándose al inconsciente colectivo para provocar una supremacìa del género masculino, y de este modo se creó una sociedad que aceptará el sometimiento de la mujer. Poco a poco, sus deseos fueron considerándose cada vez menos, dejaron de tener relevancia y se limitaron sólo a satisfacer los deseos del hombre.

Siguiendo con esta línea filosófica, diremos que el falocentrismo pasó a llamarse falogocentrismo, para reducir el lugar de la mujer al status de “accesorio del varón”. Derrida sostiene que, tal como la escritura se ha establecido como un suplemento o accesorio del habla (del logos), las mujeres se han constituido también como suplementos o accesorios de los varones. A partir de allí, forma un paralelismo entre el logocentrismo y el falocentrismo. El falo es referente de unidad, autoridad, tradición, orden, y valores asociados. Por la misma razón, gran parte de la crítica feminista, especialmente angloamericana, tiende a relacionar el falocentrismo con el patriarcado, para señalar con frecuencia que “las personas más empoderadas son precisamente los sujetos sexuados en masculino” (Galvis, 2014). En una sociedad donde prima este pensamiento, se ve a la mujer no como un ser independiente distinto al hombre y con género propio, sino en su relación con el hombre, donde se remarca la desigualdad. Así, la mujer aprende a sentirse, conocerse y verse a través de la mirada del hombre, para luego empezar a desvalorizar y despreciar su propio cuerpo. 

Ahora bien, hay una sexualidad que no es falocéntrica, sino femenina, y que es una premisa que lleva como estandarte el feminismo. Esto es entendido como un movimiento cultural, político y social que tiene como objetivo principal liberar a la mujer del sometimiento masculino, padecimiento al que la propia sociedad la ha sometido. Dicho movimiento combate la violencia ejercida contra las mujeres a lo largo de la historia, el dominio y sometimiento sobre ellas, para reclamar la igualdad de derechos.

 

 

 

 

Para la historia, la mujer también fue invisibilizada.

 

¿Por qué pervive la idea de que la historia de las mujeres no es relevante? Durante mucho tiempo la respuesta tenía que ver con la definición misma que se dio a la ciencia histórica, centrada en valores masculinos que tomaron sólo algunos acontecimientos y procesos como dignos de un análisis histórico de manera exclusiva, volviendo casi “invisibles” o no relevantes a las mujeres. ¿Cómo explicar tal exclusión de las mujeres de la historiografía? No se trata de una “conspiración malvada de ciertos historiadores masculinos” (Mary Nash, 1984), ni de una intención voluntaria y consciente de aislar a las mujeres del conocimiento histórico. Se debe a que la ciencia histórica se ha ocupado principalmente de la vida pública - en la cual las mujeres no son la mayoría - y a la creencia de que el modelo ideal de ser humano es el hombre. Los criterios de construcción de los hechos históricos centrados en la vida pública se refieren a una humanidad genéricamente neutra, pero la realidad indica que aluden a la parte masculina de la misma. Para conceptualizar y escribir una historia de las mujeres se utilizaron los métodos y enfoques de las ciencias sociales como la biografía, la microhistoria, la historia cultural, la antropología, la economía, la política, la historia de las mentalidades (de la familia, de las ideas), la tradición oral, los métodos de la historia social como la demografía histórica, entre otros. La historia de las mujeres, al igual que todas las demás historiografías, debe cumplir con los rigores que impone la disciplina. Sin embargo, la especificidad de la historia de las mujeres y lo que la hace diferente de las historias de lo cotidiano, las mentalidades, la familia y la demografía, está en que ninguna de ellas se pregunta sobre el significado concreto de las mujeres, es decir, de las permanencias y los cambios históricos. No les interesa, de manera prioritaria, establecer diferencias entre los géneros. No entienden a las mujeres como sujetos históricos.

En este sentido, se busca lograr un análisis histórico centrado en las mujeres, pero dentro de una concepción de la historia total que considere no sólo las estructuras económicas, sociales y políticas tradicionales, sino también las dimensiones de la esfera privada, la familia, la sexualidad, la reproducción, la cultura femenina, la salud, el trabajo doméstico, la socialización de los hijos. Se trata de: “Establecer una visión integral del conjunto de la experiencia histórica de las mujeres y la complejidad de las relaciones entre los sexos, las modificaciones en el status, el proceso de formación de conciencia de las mujeres y los cambios en su situación social” (Mary Nash, 1984). El género como herramienta analítica y categoría sociocultural nos ayuda a descubrir áreas olvidadas, de esta manera se establece que las relaciones entre los sexos no están determinadas por lo biológico, sino por lo social y, por tanto, son históricas. La relación construida en la historia entre los hombres y las mujeres no podía limitarse ni a la sexualidad ni al reduccionismo biológico que la palabra sexo sugiere. Por lo que, superada esta limitante biologista, el género las hace visibles. El género es un elemento constitutivo de las relaciones sociales y remite al poder (social, familiar, sexual), en especial a la formación psicológica (sujeto-mujer, sujeto-hombre).

 

 

 

 

Hubo otros tiempos, donde la mujer era considerada una diosa.

           

Hubo un tiempo en el que las plegarias humanas iban dirigidas a la Diosa Madre como divinidad de las divinidades que dominaba un mundo de sociedades agrícolas. Los distintos cultos populares a las diosas se habían organizado a través del poder de dar vida. Desde este punto de vista la fertilidad de la tierra y la fecundidad femenina representan lo mismo para las sociedades primitivas.

Las culturas más antiguas de la humanidad llegaron a la conclusión de que la vida surgía, se perdía y volvía a aparecer en ciclos incesantes, como indicaban las estaciones del año, las distintas fases de la luna, la muerte y el nacimiento.
Entendieron que todos los elementos componentes de la naturaleza sin excepción (plantas, árboles, rocas, montes, agua, viento, sol, luna, estrellas, mar) eran seres vivientes como el ser humano mismo, puesto que todos esos elementos tomaban parte de igual manera en el ciclo de vida, muerte y regeneración. En el marco de este pensamiento animista, concluyeron que la naturaleza en su conjunto era una mujer/madre generadora de vida y crearon la gran metáfora que ha marcado el pensamiento del ser humano hasta nuestros días. Hoy está plenamente documentado que la metáfora de natura/mujer es parte esencial de todo el arte neolítico que nos llega a través de miles de imágenes.  

Desde tiempos prehistóricos la vulva femenina ha sido adorada como la puerta de acceso y de salida de toda entidad capaz de generar vida, incluso del mundo o planeta Tierra. 

En India, existen formaciones rocosas en forma de cuevas o dólmenes llamadas yoni (vocablo sánscrito que se utiliza para denominar a la vulva). Los adoradores de estas rocas entran y salen de allí en clara imitación del renacimiento divino (ingreso y retorno del útero sagrado). En Assam, existen los famosos templos naturales donde se rinde culto a la capacidad creadora de la mujer, y por esta razón su interior se encuentra siempre húmedo. Los vientos monzones y el óxido que contiene la piedra donde se ubican estos templos, hacen que la humedad fluya en tonalidades rojizas imitando el color de la sangre. Los devotos tienen su particular interpretación sobre el fenómeno, y aducen que se trata de la "menstruación" anual y de cómo la naturaleza confirma la veneración de la vulva, además de considerar a la Tierra como una diosa. En Bulgaria, la cueva de Otroba - en las montañas Rhodope - es una antigua gruta tallada a mano desde hace más de 3000 años, y los arqueólogos que la hallaron aseguran que representa el cuello del útero. Más tarde, en 2001, este lugar fue considerado un templo sagrado. Allí la luz del mediodía ingresa a través de intersticios para proyectar una imagen de falo en el suelo del templo. Cuando la luz del sol se encuentra en ángulo correcto - a fines de febrero - el falo aumenta su tamaño para llegar hasta el fondo de la cueva. Esto simboliza la fertilización del útero de cara a la siembra de los cultivos de primavera.

En la Prehistoria, en los tiempos previos al origen de la escritura, tuvieron lugar innumerables transformaciones la sedentarización, la agricultura, la ganadería, el desarrollo de diferencias sociales o la aparición y consolidación de la desigualdad de género, entre otras. Sin embargo, el inicio de la diferencia de poder entre hombres y mujeres ha sido entendida hasta hace poco como natural. Y esa naturalidad o esencialismo ha propiciado interpretaciones no basadas en evidencia material alguna. Pero la realidad es que no contamos con datos ni arqueológicos ni antropológicos suficientes como para responder de forma taxativa: ¿Eran los hombres los jefes de los primeros grupos neolíticos? ¿Había jefes varones en los primeros grupos neolíticos? La mayor parte de los hombres se muestra cazando, pescando, tallando piedra, elaborando útiles de metal, participando en actividades religiosas o simbólicas o encargados de la política y de la guerra. Frente a ellos, las mujeres cuidan, cocinan, tejen o, simplemente, no hacen nada. A pesar de la incorporación de la perspectiva de género en Arqueología, el resultado obtenido es un tanto desolador. Las mujeres han asumido un papel cultural diferenciado y todas las sociedades documentadas han conocido la división sexual del trabajo. A causa de su conocimiento profundo de la flora, la mayor parte de los antropólogos creen que fueron las mujeres quiénes condujeron las sociedades antiguas hacia el Neolítico y se convirtieron en las primeras agricultoras. De hecho, los datos de muchas sociedades recolectoras modernas han mostrado que la mayor parte de las calorías ingeridas proviene de la recolección realizada por las mujeres. La división sexual del trabajo, así como la desigualdad de las mujeres son consecuencia de estrategias reproductivas que permitían controlar la población de dichas sociedades

En la antigüedad clásica, tanto griegos como romanos documentaron ampliamente que muchos otros pueblos mediterráneos y europeos de hecho no eran patriarcales. En muchos pueblos existía una organización matrilineal, esto está documentado en varias sociedades protohistóricas de Europa. Existen abundantes elementos para pensar que originalmente entre los lidios, etruscos, astures, minoicos y algunos pueblos germanos las mujeres tenían un papel más preponderante que en la sociedad griega y romana. Asimismo, en la antigua Persia las mujeres tenían también un rol hegemónico. La situación en otras partes del planeta está menos clara.

En la Edad Moderna y Contemporánea, la función de la mujer ha cambiado mucho en Europa. La burguesía trajo consigo una nueva concepción de la familia donde la mujer desempeñaba un papel restringido al hogar. Hasta entonces la mujer había participado, aunque de modo distinto al varón, en tareas de aprovisionamiento y trabajo para la supervivencia familiar fuera del domicilio u hogar. Las funciones sociales tradicionales de las mujeres de la clase media consistían en las tareas domésticas, acentuando el cuidado de niños, y no solían acceder a un puesto de trabajo remunerado. Para las mujeres más pobres, sobre todo entre las clases obreras, esta situación era a veces un objetivo, ya que la necesidad económica las ha obligado durante mucho tiempo a buscar un empleo fuera de casa. En el siglo XIX ocurre una transformación en los ámbitos social, político y económico. En esta etapa se movilizaron mujeres feministas en pos del igualitarismo y la igualdad de género (sufragio femenino, derechos de propiedad, divorcio) y la emancipación de la mujer. Las mujeres en países del primer mundo se incorporaron al mundo laboral, sobre todo durante y después de la Primera y Segunda guerra mundial.

 

 

            "Amo las ruinas porque ellas siempre hacen lo que todos quisiéramos hacer: Regresar a la tierra, derretirnos en el paisaje".

 

Virginia Woolf

 

 

¿Por qué no volver a esa mirada ancestral donde la divinidad de la mujer era incuestionable y cuya concepción como fémina se erigía sobre una mirada propia e independiente del hombre, con una idiosincrasia tan particular y esencial como la del sexo opuesto? ¿Por qué no podemos interpretar que quien recibe, acoge, protege y captura en el término más violento del acto al falo, es quien conserva fuertemente el poder si es que de eso se trata? ¿Si bien el falo es considerado como el elemento que invade y penetra, ¿Adónde se dirige? ¿Por qué verlo en términos de poder y no de complemento? ¿No es acaso ese útero caliente y sangrante el primerísimo refugio del ser humano y un lugar de satisfacción, saciedad, protección, deseo y reposo de ese hombre que es recibido con amor, o con pasión o lujuria?

Y es a la vez, cueva que protege y da vida. Y es a la vez, gestora de vida y refugio del pene.

¿Por qué no comenzar a liberar al hombre de ese pensamiento donde se le exige ser ganador, triunfador, proveedor, y a la vez héroe expuesto al peligro? ¿Alguien se preguntó si están cómodos en ese rol y cuanto están dispuestos a dar per se y no porque la mirada social los obliga? ¿No es hora ya de correr esa mirada hegemónica y que cada uno sea en su esencia lo que puede y quiere ser y brindarse así a la protección segura de la caverna?

No se cambia una mirada social con términos como “muerte al macho”, ni con deconstrucción, ni con “empoderamiento”, modismos utilizados por la progresía en banderas que no le son propias. Se cambia volviendo a nuestros orígenes, considerando la cueva como elemento de unidad e igualdad de sexos.

Para terminar, les comparto esta poderosa reflexión de Kazzrie Jaxen:

 

“Una diosa es una mujer que surge profundamente dentro de ella misma. Es una mujer que claramente ha explorado su oscuridad y ha aprendido a celebrar su luz. Es una mujer capaz de enamorarse de las posibilidades magníficas dentro de ella. Es una mujer que sabe de la magia y de los sitios misteriosos en su interior, los sitios sagrados que pueden nutrir su alma y hacer su todo. Ella es una mujer que irradia la luz. Es magnética. Anda en un espacio y hombres y mujeres igualmente sienten su presencia. Ella tiene el poder y la suavidad al mismo tiempo.

Ella tiene una poderosa energía sexual que no depende del aspecto físico.

Ella tiene un cuerpo que adora y esto se muestra por el modo en que cómodamente vive y se mueve. Ella quiere la belleza, la luz y el Amor. Ella es una madre para todos los niños. Fluye con la vida en la gracia fácil. Ella puede curar con una mirada o con un solo toque de su mano. Ella tiene ferocidad sensual y sin miedo se muestra erótica y el sexo es la forma en que comparte con el otro su toque del divino. Ella es compasión y sabiduría.

Es buscadora de la Verdad y se preocupa profundamente por algo más grande que ella. Es una mujer que sabe que su objetivo en su vida es alcanzar un nivel más alto en el Amor. Es una mujer enamorada del Amor.

Ella sabe que la alegría es su destino y lo abraza y comparte con otros, en ella las heridas son curadas. Ella es una mujer que sabe que su compañero es en ocasiones frágil y como ella también se asusta de vez en cuando. Ella ha venido para entender las cicatrices de su hombre y saber que juntos, el Amor puede ser el alivio, la curación de sus heridas.

Ella es una mujer que se acepta tal como es. Ella puede aceptar a los otros tal como ellos son. Es capaz de perdonar sus errores y no sentirse amenazada por el otro incluso cuando la atacaron. Ella es una mujer que puede pedir ayuda cuando lo necesita o dar la ayuda cuando se la pidan.

Ella respeta fronteras, las suyas y de los demás. Ella puede ver a Dios en los ojos del otro. Ella puede ver a Dios en ella misma. Ella puede ver a Dios en cada situación de su vida. Ella es la mujer que toma la responsabilidad de todo lo que ella crea en su vida. Ella es una mujer que da y es totalmente un apoyo para otros. Ella es una Diosa”.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Excelente nota. Felicitaciones a su autora