martes, 20 de julio de 2021

Eduardo Magoo Nico/Julio de 2021


 

El escritorio no era de caoba

 


 

 Al fin y al cabo

No hace tanto tiempo que el “tiempo”

Comenzó a extenderse por todas partes…

La vida humana no se ha regido

En su ya abundante historia

Por la imposición de un meridiano de referencia

(Que pasa por la ciudad inglesa de Greenwich)

Como por las condiciones atmosféricas

Es decir, por una magnitud no cuantificable

Que no conoce la regularidad lineal

No progresa constantemente

Está determinada por estancamientos e irrupciones

Se mueve en remolinos helicoidales

Que ascienden o descienden

Y cambian continuamente de dirección…

 

Estar “fuera del tiempo”

Era posible hasta hace poco

Y es posible todavía hoy

Los moribundos, los enfermos, y los muertos

Están fuera del tiempo

Un infortunio personal de una cierta gravedad

Puede extirparnos

(Como una especie de costra o de excrecencia)

De cualquier pasado

Y de todo atisbo de futuro…

 

Federica como una accidentada gravemente

(O un insecto más)

Se autoexcluía de la llamada “actualidad”

Como si el tiempo no pasara para ella

(No hubiese pasado jamás)

De manera que podía correr tras él

Como se corre con una pequeña red

Tras de una serpenteante mariposa

O como si todos los momentos del tiempo

Pudieran coexistir en ella simultáneamente

(Y lo sucedido ayer no hubiese sucedido aún)

 

Una fina llovizna surgía en el aire

Aparentemente sin precipitarse

Cuando ella vino hacia mí

Envuelta en una prenda de lana

En cuyo borde finamente rizado

Se formaban millones de diminutas gotas de agua

Provocando en su rostro

Una especie de plateado resplandor

 

Llevaba un gran ramo de hortensias en un brazo

Cuando llegó al umbral 

Levantó su mano libre

Y apartó el cabello de mi frente

Parecía plenamente consciente de que

Con aquel gesto

Habría adquirido el Don

De ser recordada para siempre

 

Sigo viendo a Federica tan bella como era entonces

Inalterada

Como cuando alguna vez

Entre veloces esbozos

De bosques doblegados por el viento

Arrecifes, atolones, y humo a la deriva

Me preguntara, inclinándose hacia mí:

¿Ves las copas de las palmeras en la casona de Témperley?

¿La gran cama de cedro americano con el respaldar tallado con motivos vegetales?

¿Y tu escritorio de caoba con la carabina Rémington

Siempre cargada, y dispuesta a un lado sobre un tapete azul?

¿El gran retrato de Zapata y la biblioteca con listones verdes?

¿Me ves aún desde aquella enorme ventana ornada por vidrios de colores

Cuando voy y vengo desde la cocina atravesando el patio

(Más de una vez desnuda, para tu escándalo)

Intentando arrancarte de la tristeza y del total ensimismamiento?

¿Y haciéndote el amor?

¿O fastidiada e impotente porque nada ni nadie podía con tu sueño?

¿Me ves viéndote llorar, y pensar, y dormir, y escribir…

Y luego confesar un amor, al que solo la muerte

Podría poner fin?

 

Pero ella nunca estuvo allí

El escritorio no era de caoba

Y la muerte no pudo remediarlo

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