Ayer fui feliz
(El día después del 24)
Ayer fui feliz. Si, aunque no puedan creerlo. Pero recién me avive hoy, 25 de marzo cuando, al despertarme, observe que había desaparecido todo eso que ayer sentí.
Les cuento. Por la mañana, luego del meo tempranero y el baño para terminar de despertarme, sentado a la mesa del desayuno ante el habitual mate cocido y las tostadas con queso untable y mermelada, mi cabeza daba vueltas y vueltas a proyectos, tareas a realizar, pagos a efectuar y llamados por hacer, lo de todos los días, claro. Pero, había desaparecido la paz que ayer me colmaba.
<¿Qué carajo cambio de ayer a hoy?, empecé a calibrar. Soy el mismo, estoy satisfecho con lo que hago, (aunque soy consciente que se puede mejorar, la pelea no es contra alguien sino con mi mismo); los problemas económicos son los de siempre y, aunque uno se cansa de ellos, esto es común a todos; de salud más o menos, como desde hace años; de amores, bueno, de eso mejor ni hablemos; el día esta soleado y templado, tal como el de ayer, ¿entonces? A ver, recapitulemos>.
Así es que, entre tostada y tostada, y luego de una puteada producto de una que se partió, cayó en el mate cocido y me salpicó la panza (perdón la indiscreción: desayuno solo vestido con mis calzones, (¿ustedes se visten de traje para el café con leche?) luego del percance, digo, trate de revivir el día de ayer.
Ayer. Ayer, 24 de marzo, No fue un día más. Cuarenta y ocho años no se cumplen todos los días, pero, con la realidad que vivimos en este tiempo, me desperté temeroso de que la jornada no fuera lo que debe ser. Obviamente luego de la ducha y el desayuno, (creo que el meo lo hice después de la segunda taza de mate cocido), prendí la compu para leer los diarios, ver algún mail, publicar en Facebook el escrito realizado en relación con este día, y, luego de cargarlo, prendí el celu. Ya había mensajes de amiges para combinar la ida a la plaza. Decidimos no salir a la mañana, (la plaza se ocupó desde muy temprano, pero, los años pesan) y preferimos encontrarnos en Congreso y Cabildo (partimos de Olivos, Munro, Vicente Lopez,) para llegar con el subte. De comienzo, en el colectivo que tomé, lleno total, si bien nos mirábamos, cohibidos, se escuchaban conversaciones como : “Parece que hoy, la llenamos”. O… “¿Viste el precio de la carne?” .Dos parejas jóvenes, ambas con un chico de la mano, protestaban por el costo de los útiles y dos jov…, perdón, dos “adultas mayoras” se preguntaban cuánto cobrarían de jubilación en abril. “Seguro que una mierda, che”, le dijo una a la otra.
-¿Baja, señor?- me preguntó una de ellas al llegar a Congreso.
-Si,si- respondí, codeando para posicionarme, a jóvenes y mayores que ya formaban una larga fila.
-Parece que muchos bajan- me atreví a comentarle.
-Y, no es para menos. ¡Vamos todos para la misma plaza, ¿Qué tal? ¡Ja,ja,ja!- Efectivamente, casi todo el colectivo se apeó y, sorprendido, observe un malón bajando ordenadamente hacia el subte que, por supuesto se completó ipso facto. Así que con les amiges que me esperaban en el andén, apretados como sardinas, emprendimos el viaje. Las conversaciones ya eran como de “entrecasa”: -¿sacará el video ese que dicen?-,-Y de este loco esperá lo peor-, conversábamos entre nosotros.
-Seguro que lo va a hacer- respondió un jov…perdón, un señor mayor que viajaba tres o cuatro personas más allá, pero parando la oreja. -Y…¿les parece que la borracha nos dejara caminar por la calle?-pregunto un joven que, de pie junto a las ventanillas del otro costado del vagón, tuvo que parar la oreja y levantar la cabeza para que lo oyéramos.-
-¡Si no pudieron frenar a las madres y a las abuelas, como nos van a frenar a todes nosotres!-levanto su voz para opinar una joven. De pronto, el vagón se convirtió en un foro y, un poco más allá, creció la voz de alguien entonando: ¡Milei, basura, vos sos la dictadura!
Al llegar a estación Catedral ya las sonrisas generalizadas hablaban de una conexión de intenciones que se plasmarían unos escalones más arriba. Así, al ritmo de los tamboriles (al subir descubrimos a los chicos de ATE), fuimos tomando el pulso de la manifestación en Avenida Roque Sáenz Peña a la que no le faltaba NADA: (nos quedamos a una cuadra de la plaza, porque ya había una multitud y el objetivo era hacer presencia, no disputar espacios, si me comprenden): Banderas argentinas, pañuelos blancos, verdes, pancartas como la de una criatura de catorce, o tal vez menos, que decía:
”Hoy marcho por todos esos estudiantes que ya no están”, y tantos otros que ahora no recuerdo, habia grupos de la cultura, de los gremios, de los maestros, estudiantes, que se yo, TODOS. Pero más que eso, la presencia Impagable de parejas con sus hijos en brazo (una joven se puso a amamantar al suyo y nadie la molesto), obvio que confiados de que los que los rodeaban los iban a cuidar; “adultas mayoras”, como esas cuatro (aunque de bastón decirles ancianas sería una ofensa) que bailaban al compás de los tamboriles. Y una de ellas tenía…¡Horror! Tatuado un pañuelo de las Madres en el brazo.
Demas esta decirles que estábamos al lado de un puesto de choris y bondiolitas, con coca y fernet, off course. (Volo la bondiola. Cuando quise comprar ya no había más)
¡Y la sonrisa y la alegría de todos!
“La patria no se vende, la patria se defiende”
“Ole, ole, ole, ola, como a los nazis les va a pasar, a donde vayan los iremos a buscar”
Llamó mi atención el cuidado, el respeto, el: ¡perdón, permiso! cuando alguien que ría pasar: el: Gracias. ¿Sera cierto que somos distintos? ¿Estaremos “entrenados” en esto después de tantas manifestaciones PACIFICAS, ORDENADAS, y permítanme agregar, ¿Felices? Todo esto, bajo un sol que nos Acarició todo el día.
Después, durante la desconcentración, pude ver como cuidaban haciendo corralito a una persona tendida en el piso hasta que llego un médico. O como se multiplicaron las manos para levantar a una señora que tropezó.
Sentados en la vereda de un café con un amigo (¡Que locura, un americano con una factura $ 3600!) cansados por el esfuerzo del día, mirábamos en silencio desde nuestros asientos como la marea humana despejaba la Plaza de Mayo, mientras nos dejábamos acariciar por una suave brisa. De pronto, descubrí , sorprendido, que la tormenta de ideas en mi cerebro (los precios, el desguace de la cultura; la entrega del país, la represión) había cesado y que el responsable de semejante milagro era la fuerza de esa multitud que recordaba, sin lágrimas y sin odio, a quienes ya no están, en este acto pacifico, lleno de amor y hasta Feliz, unidos todos en el pedido de MEMORIA, VERDAD Y JUSTICIA, y que la mancomunion de voluntades de ese colectivo por la DIGNIDAD que conformamos cada 24 de marzo lo había logrado.
-Tarea Cumplida- me dije.- A pesar de los muchos que ya no están, Nosotros somos sus voces-.
Ahora sí, entendí por qué ayer fui feliz.
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