lunes, 23 de mayo de 2011

Raúl Barrozo-Buenos Aires, Argentina/Mayo de 2011

Tenés la mirada rara

     -¿Por qué acá? Deslizó Paula con cierto tono de reproche, como no comprendiendo, y un poco arrepentida de haber accedido. -Es para hablar nomás-, le había pedido él.

     -Porque es neutral. Un lugar neutral, me pediste. Pues aquí está. Es el lugar perfecto, para que los dos seamos dos extraños. Como en el tango. Para que no haya ningún elemento, ni tuyo ni mío, que haga correr con ventaja a alguno de los dos. Como en Los mareados, “total, ya no nos veremos más”.

     -Yo sólo te pedí un lugar, Javier, no quiero ni remotamente correr riesgos, Juan no se lo merece. Nuestra propia historia fue, ya no es, ya no puede ser, ¿es tan difícil comprenderlo?.

     El hotel queda a dos cuadras de la playa y la fina llovizna de otoño lo empequeñece más, lo agrisa de melancolía, lo cubre de una pátina de tristeza indefinible. Casi quieta. Morosa. Como recostándose en las primeras sombras de la noche.

   

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¿Existe algo más triste que una habitación de hotel con sus muebles antes nuevos y ahora usados por todo el mundo?", siempre odié el cubre colchón de plástico que cruje bajo tu cuerpo, que te aísla te protege de gérmenes, te vuelve aséptico. Sin embargo siento que éste, es un momento excepcional de nuestras vidas.

     -Pero algo de razón tenés, Paula. Porque esta elección, en este lugar tan alejado, quizás no sea en vano. Es como que vuelvo a apoderarme de vos, vuelvo a sentir que soy yo el que comanda. Como en el tango.

     Porque parece que fue ayer nomás que Juan nos enseñaba a caminar el tango. Ese interminable dar vueltas alrededor de la pista y corregir la postura, “sacando pecho me decía a mí”, “conservá el eje”, te decía a vos.

     Precisamente fue en esa época en que empecé a sentir que él era el que timoneaba el barco y el peligro latente de que todo naufragara y se fuera a la mierda. Y se fue. Porque vos te fuiste con él.

     Y vos lo comprendiste. La actitud de entrega de la mujer la deja en una posición de dependencia y el que manda es el hombre: él decide cuándo, dónde y con qué velocidad se generan los movimientos.

   


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 Fue precisamente Juan el que nos dijo que una mujer decide aprender tango, y su primera lección le exige “aceptar que el hombre manda y la mujer consiente. Había que aceptar, aprender a aceptar, que la mujer sigue al hombre y el hombre se luce con la mujer, la exhibe. Y eso hicieron ustedes.

     -No te entiendo. No entiendo para que este circo, sigo sin entender, Javier, tenés la mirada rara Javier, que te pasa, no me asustes.

     Cuando depositó el cenicero nuevamente en la mesita de luz, la del lado de él, se quedó viendo los reflejos tornasolados del vidrio pulido a la luz del velador. Se quedó quieto, un rato largo, extendido, mirando como el rojo crecía desmesuradamente en la grieta abierta en la cabeza de ella. 

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola Raúl!!! Terrible, pero buenísimo tu cuento.

Un final fatal!!!!!!!!!!

Gracias por compartirlo.

Beso Josefina

Anónimo dijo...

un buen cuento, bien llevado que culmina con un final trágico.


Saludos Mario

Anónimo dijo...

Raúl, me gusta mucho tu estilo de escribir cuentos, con un desenlace sorprendente.

Te saluda con aprecio Ema Ruiz

Anónimo dijo...

¡Bien bailado este tango que

partió su cabeza en dos!

Deb