EL BANCO DE LA PLAZA
Vestido en jirones que otrora fuera ropa, un
anciano deambula y se instala en el banco preferido de su plaza.
Despaciosamente sienta su humanidad en ese colchón de piedra. Se arrebuja con
una rotosa frazada y piensa pasar la noche en ese lugar. El frío es intenso,
las hojas bullen y no le permiten dormir. Al fin el cansancio y el hambre
pueden más. Se queda adormilado. Y
sueña. Se ve ubicado en un vergel, rodeado de flores y plantas y pájaros. Unos
niños corretean y se le acercan ruidosos. Él los cobija en un abrazo.
De
pronto la oscuridad lo invade todo y aún semi dormido tiene conciencia de su
pesar.
Aliviado
piensa que la muerte lo está acunando y lo lleva en raudo vuelo hacia el
infinito, hacia la nada. Bendice a la muerte que piadosamente se ocupa de él.
Siente
un tirón en el brazo. Con mucho trabajo abre los ojos.
El
guardián de la plaza le pide que se levante. El sol ya inunda el entorno y los
niños no tardarán en ocuparlo.
Se
sienta, recoge sus bártulos, trabajosamente se levanta y emprende su diario
vagar.
2 comentarios:
Nelly: me gusto tu relato, como siempre tu prosa tan equilibrada y sin desperdicio.
besos y bendiciones.
Esther
Gran sentimiento en este escrito, que muestra la escondida necesidad de calor y cariño de un ser humano cuyo techo es el cielo.
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