miércoles, 20 de mayo de 2015

Elisa Zayat-Argentina/Mayo de 2015


Cuadro de Elisa ZayatTítulo: Encrucijada







 ¡CORTEN!


No sé cómo llegué a esta situación. No hace mucho medía un metro y centímetros y andaba en una bicicleta oxidada que golpeaba la goma de la rueda. Eso fue en una dimensión lúdica de la que todavía no he salido, evidentemente.
Lo mataron. Lo mataron y eso fue en alguna otra dimensión.
Yo no había intervenido en absoluto, pero pude, no me preguntés cómo, ver la escena del crimen. Y alcancé a ver todavía más.
¿Te imaginás? Vivís todo el día con tus cosas, con tu orden, ahí donde estaban tus emociones, y que alguien de golpe las inspeccione. Tu historial, incomprensible para otros, tan íntimo y conocido para vos, y ahora alguien pasa de lectura en lectura tratando de descubrir los motivos de tus ansias, y hasta los zapatos que elegías cada día.
Aquellas cosas que celosamente estaban pegadas a vos en un segundo quedan solas, nadie que las ordene, nadie que vea cómo evolucionan. Aunque investiguen. Esas sensaciones ahora son frías, no calentarán más. Porque antes todo vivía, y si las cosas viven es porque alguien vive, están enchufadas a lo viviente, todo está enchufado.
La corriente que nos conecta es tan transparente como los pensamientos, como la voluntad, como el amor, y el odio.
Y las conexiones ahora son estáticas, lo que daba vida murió con vos.
No sé quién sos, pero pude revisar tus cosas. Las poesías escondidas, que nunca mostraste a nadie, yo las leí. Había fechas de amores lejanos. Fotos donde tu figura -y las otras figuras- no tienen el calor que tenían cuando vos las mirabas -las mirabas y te miraban-.
¡Tus papeles! Tu amor por los papeles. Tus lápices afilados, tus resaltadores, tus gomas, tus carpetas, más carpetas, nombres, nombres de algún pasado, palabras escritas a borbotones, empujadas por la mente rápida a una mano lenta, seguramente muy lenta.
No tuviste tiempo de decir a la mierda con todo.
La mierda se llevó todo. Y a vos también, sin previo aviso.
Aunque siempre supiste de la muerte , pero ¿cómo pensar lo que sucede de verdad cuando vas a un velorio? Tampoco ahí te das cuenta.
Revisé tus cosas, y entonces el sentimiento de pudor me retuvo. Tuve miedo de que alguna cosa resucitara, me dijera algo, ¡Dios, qué miedo!
Abrí el placard, todo ordenado. Detrás sobresalía algo... Ya sabía yo que esto iba a pasar. Algo, algo vivo, como una mano, impetuosamente, me apretaba. Mi corazón se apretó también. Choqué con todo, con las perchas , me tropecé con las cajas de zapatos y con otras cajas. Y vi una luz intensa. Una luz resplandeciente que me cegó los ojos, como dicen los que creen que murieron y después volvieron a la vida.
Fue un momento inolvidable, como cuando conocés a la persona que después termina viviendo con vos por años, ya sabés, el gran amor.
La confusión del momento fue un barullo.
Estaba parada sobre la nada, y con la cabeza como en esos días en que no podés asentarte en la realidad.
No me atrevía a caminar... ¿Y si veía a alguien? ¿Y si era el muerto, enojado por haber visto que yo tocaba sus cosas? De hecho, yo no había actuado con mala intención, pero no está bueno revisar lo que una persona, viva, pensó que nadie iba a ver o tocar más que ella.
Me sentía un ladrón.
Intenté pensar que el muerto no estaba, pero la verdad es que no sabía si el muerto estaba allí o no.
Mi cabeza no lograba despejarse.
Me miré y me di cuenta de que estaba en blanco y negro. Nubes blancas pasaban por entre mis ropas, mis ojos no podían vislumbrar colores. Me refregué la cara. Y recién en ese momento, al apartar mi mano, la oscuridad que me invadía dio lugar a un color calipso profundo: figuras difusas con alas, pequeños personajes como viviendo en un bosque de película encantada, cántaros o macetas que no tenían ni agua ni plantas, rayos amarillos y blancos que irradiaban luz, todo estaba en movimiento, iluminado a la manera del reflector que enfoca la escena de un film. Toqué algo que parecía un árbol, pero mi mano lo traspasó.
¡Corten! ¡Corten!
¿Qué hace usted en el decorado virtual?
¡Le pido que se corra y vuelva a trasponer el portón y se retire ya!
¡Esto cuesta mucha plata! ¡Corten!
Vamos a comer. Tengo que calmar mis nervios. Vamos, José.
¡Apaguen!

1 comentario:

Josefina dijo...

Elisa está muy bueno tu cuento, el final sorpresivo, tu pintura se refleja en el cuento.

Felicitaciones
besos Josefina