sábado, 24 de noviembre de 2018

Ascensión Reyes-Chile/Noviembre de 2018


UN MADERO EN LA TORMENTA

            Mirella había sido designada a viajar a una Congregación religiosa en ultramar. Su desempeño brillante significó que la enviaran a Borneo, para dirigir un orfelinato de infantes sin familia. Aunque ella no contaba con esta importante designación, siendo una religiosa tan novata dentro de su comunidad, sin embargo, su vocación no era para trabajar con niños, porque no tenía mucha empatía con ellos, por haber sido siempre la regalona de la familia. Pero como las  designaciones no se podían objetar, hizo su maleta para enfrentar su cometido.
            Acodada en la cubierta del barco debatía estos pensamientos que a veces la tenían muchas horas sin poder conciliar el sueño. Mas, de pronto, vio a la distancia que el horizonte cambiaba sus diversos azules en otros diferentes. El cielo era de un azul intenso que poco a poco cambiaba de  tonos, hasta llegar a un agitado oleaje con una claridad extraña y en el medio de ésta, un madero que en un comienzo no supo distinguir su forma. Largo tiempo estuvo observando la visión, hasta que claramente vio flotando entre las olas una pesada cruz que se debatía entre las furiosas olas que tan pronto la sumergían o la levantaban con una luz blanquecina, como si se tratara de una persona a punto de ser tragada por el océano.
            En un primer instante pensó que se trataba de un sueño. ¡Pero no!  La visión era clarísima. A su alrededor había calma, sin embargo, la visión la atraía casi al punto de querer lanzarse a las aguas para aferrarse a ese madero.
            Trató de serenarse y buscar en su mente el motivo de tal visión. De pronto en su mente se alojó la pregunta. -¿Qué significado podría tener? - Sintió una fuerte opresión en su pecho, mientras sin poder evitarlo sintió una emoción que hizo de sus ojos un surtidor de lágrimas, que sólo acabó cuando encontró lo que creyó una respuesta.
            Reconoció su egoísmo, no quería compartir con otros pequeños el cariño que le había brindado su familia siendo niña. Solamente ella quería servir a Dios. Una voz en su alma le indicó que debía trabajar ese defecto que ella misma desconocía.
            Rezó unas oraciones que salieron de su mente atormentada y se juró que desde ese momento en adelante, serviría al Eterno, a través de esos pequeños que no tenían cariño de padres y sería para ellos una verdadera madre y a través de ese afecto encontraría la paz y la felicidad que andaba buscando cuando decidió ser religiosa.
            Poco a poco la visión se fue perdiendo en la neblina, hasta que desapareció totalmente y el mar volvió a estar en calma, alumbrado por el brillante sol que enviaba sus reflejos hasta donde ella estaba.
            Cuando llegó a destino, la esperaban un grupo de niños con ramos de flores, y en sus rostros la esperanza de que aquella mujer vestida con hábitos, los quisiera y cuidara como una verdadera madre. Los abrazó uno por uno y sintió una emoción nunca antes experimentada y vio en los ojos de los pequeños que ella había cambiado misteriosamente, por una visión que a nadie contaría, porque no era digna de crédito, solamente ella sabría que hay mensajes que llegan en momentos impensados y mágicos.  

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