martes, 22 de diciembre de 2020

Tamara Villalba, 11 años-Argentina/Diciembre de 2020


 

    UNA  ESTRATEGIA  SIMPLE

 

            Todas las tardes jugaba a la pelota con cuatro chicos y yo (la única chica del grupo).

            Un día llegamos a la plaza y la cancha estaba ocupada por muchachos más grandes que nosotros. Los enfrentamos y les explicamos que siempre jugábamos a la pelota allí. Hubo una discusión entre los capitanes de cada grupo. El del grupo contrario nos dijo que el que ganara se quedaba con la cancha para siempre.

            Aceptamos la propuesta. Nuestro capitán me pidió que tirara la pelota muy lejos para buscarla y tardar más tiempo. Me eligió porque yo siempre la pateaba muy alto y lejos.

            Empezamos a jugar y el capitán me la pasó  y la tiré muy lejos.

            El capitán del otro grupo nos dijo que todos fuéramos a buscarla, (la pelota era de él). Nos fuimos corriendo, tanto que cuando mirábamos hacia atrás, la plaza se veía cada vez más chiquita. Así llegamos a un lugar muy lindo. Nos llamó la atención que en la entrada había un cartel que decía, “Quien crea que los sueños se hacen realidad podrá obtener sus sueños más queridos”.

             Nos miramos asombrados hasta que decidimos entrar para comprobar si era verdad.

             Se nos aparecieron cinco cachorritos. Eran los únicos animales en el lugar, así que nos dimos cuenta de que todos queríamos un perrito.

             Cada uno se acercó a nosotros y nos quedamos con ellos. La mía era una perrita, la llamé Tina. Los chicos me pidieron que les ponga un nombre a cada uno. Al del capitán le puse Tino, (es que les cuento que los dos nos gustábamos), y así los bauticé Lito, Nilo y Milo. Los llamé parecido porque mis tres compañeros eran muy amigos.

              Eran las seis de la tarde, se nos había pasado el tiempo sin darnos cuenta, entonces decidimos buscar la pelota.

                Caminamos bastante y la vimos en la copa de un árbol muy alto. Me trepé e hice caer la pelota. Me caí, pero menos mal que me atrapó el capitán. Me puse colorada y muy emocionada.

                Mientras volvíamos encontramos una perra que tenía un cachorro con ella. Pensamos que era la mamá porque los perritos al verla corrieron hacia ella.

                Cuando llegamos a la cancha, con los cachorros y la mamá, había policías quienes se estaban llevando a los muchachos en los patrulleros.

                 Habían bebido y peleado, y por lo que pudimos averiguar, le habían pegado a un policía.

                  Cuando se fueron salimos de nuestro escondite y comenzamos a jugar con la pelota de ellos.

                  Estábamos felices, teníamos nuestros cachorritos, la pelota y la cancha.

                   No duró mucho, vimos que la policía volvía y nos fuimos al escondite secreto.

                   Mientras sacaban las botellas de alcohol me acerqué al policía y le mostré mi cachorrito. Mis compañeros vinieron conmigo y le pregunté si quería quedarse con la madre y el cachorro. Primero me dijo que no, pero la perra le lamió la mano y los otros policías se enternecieron.

                    Nos dijeron que los iban a entrenar para que sean perros policías. Todos aplaudimos , estábamos tan contentos.

                     Pasaron dos semanas y los cachorros fueron creciendo. Les enseñamos trucos que aprendieron rápido y jugaban con nosotros a la pelota. Tina y yo éramos las que atajábamos.

                     La plaza se puso más linda, más divertida y, lo más importante venía gente a mirar como jugábamos a la pelota con los cachorros.

                     Así nos hicimos famosos en la plaza.

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