lunes, 21 de diciembre de 2020

Texto comunitario en pandemia-Olavarría, Argentina/Diciembre de 2020


 

                                     El reloj de las trece

Era un día luminoso y frío de abril y los relojes daban las trece.

Eloísa se perfumó y pintó sus labios de un rojo intenso. Era un día muy importante en su vida,  iría al encuentro de un viejo amor reencontrado por facebook.

Ella quería verse tal cual estaba la última vez que se vieron, solo que con unos años más. ¿Pero lo lograría??Había pasado mucho tiempo. Aún recordaba su sonrisa y el brillo de su mirada.

Pensó: “bueno que sea lo que Dios quiera”. Se abrigó bien con su sacón azul y salió. El frío no podía apagar el fuego que había en su corazón. Salió a la calle con un brillo especial, ese que refleja entusiasmo y alegría.

 ¿Todo saldría como lo había imaginado? ¿O el destino le tenía reservada una sorpresa? Vaya uno a saber, ese amor de tantos años y separados por voluntad ajena a ellos.

Él tenía  Alzheimer, se lo dijo en uno de los mensajes. ¿Se acordaría de Eloísa y los momentos únicos que vivieron? ¿Sabría por qué se separaron? Le quedaba la esperanza que lo vivido fuera tan fuerte como para quedar en sus recuerdos. Ella mucho tiempo lo ignoró, así que no se sorprendería si no la reconocía. De pronto una luz se despertó en su interior  y siguió caminando contra el frio de la mañana.

Al llegar al lugar en donde habían quedado,  algo llamo su atención, Alberto su amor de juventud, no estaba allí. Eloísa se sorprendió, siempre había sido muy puntual.

Allí parada, entre la gente, Eloísa giraba su cabeza como las agujas del reloj en busca de esa mirada que la reconocería.

De nuevo abril. De nuevo los relojes detenidos en las trece, su cuerpo palpitando al ritmo de su corazón, en sus ojos el universo, y allí, en ese instante dónde se besan por única vez el Tic y el Tac, todo, todo es posible.

 En ese momento lo vio, lo reconoció por sus negros ojos de mirada intensa y profunda, caminando erguido y distinguido como siempre. Su corazón latió intensamente y creyó que se saldría de su pecho.

Alberto pasó a su lado sin verla y se paró en la misma esquina, inquieto, buscando con la mirada. Ese tic tac de las trece lo llevó a recordar y reconoció a Eloísa que lo tomó de la mano al verlo.

 Los dos con miradas brillantes de tanta emoción, continuaron caminando tomados de la mano hacia el parque cercano. Pareció el lugar indicado para sentarse.

¿Quien diría la primera palabra? ¿Quién rompería esa línea de emociones que se cruzaba al mismo tiempo? ¿Sería Eloísa? ¿Sería Alberto?

Ella solo sabía que su corazón latía como su primer día. Se miraron fijamente y ahí volvieron los recuerdos y con ellos el cariño de siempre.

 En un  déjà vu  recordó  a Vicente. Fue un chico de su adolescencia al que había conocido por carta y con quien tuvo el primer encuentro.  Sacudió su cabeza para volver a su objetivo y sonrió.

Eloísa dejó a Alberto en aquel parque porque de nada se acordó y se fue en busca de Vicente.

Giros de la vida, giros del corazón, giros del reloj con un TIC y TAC donde todo es posible. Hasta lo que se cree imposible.

Eloísa sin saberlo sufría la misma enfermedad. Alberto Vicente siempre fue su único amor.

 

 

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12/08/20

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