LA ALDABA
Las nubes grises y bajas de ese Edimburgo de 1328 presagiaban una inminente tormenta.
La aldaba miraba absorta desde su rigidez y óxido de siglos, al hombre de ropas rasgadas, barba crecida y ojos cansados.
Indiferente a esa imagen de impenetrabilidad, su mano rugosa tomó el anillo de hierro forjado. Con lo que le quedaba de fuerza lo levantó y golpeó dos veces.
El sirviente que abrió despacio la pesada puerta exclamó alborozado…-Oh Dios mío, es el niño Eduardo…lo creíamos muerto en la batalla con los ingleses…
-Batallas fueron muchas Williams, todas muy cruentas, tanto como los meses de guerra, pero aquí estoy, todavía vivo y con la alegría de que Escocia siga independiente.
-Adelante niño, su anciana madre está descansando en el jardín de atrás, espere acá hasta que la preparo para la sorpresa. No vaya a ser que no resista la emoción.
-Vaya William, mientras me sacaré estas pesadas ropas de soldado y hágame un favor, prepáreme una bañera de agua tibia.
Eduardo casi se duerme en la bañera relajante, pero tanto era el deseo de alegrar a su madre, que se secó rápido y se puso una camisola ancha y liviana, todo distinto a la vestimenta áspera y pesada que lo acompañaba en los combates y en las frías noches de campamento.
- Eduardo…qué alegría volverte a ver. El soldado la abrazó fuertemente. - No te imaginás lo que sufrí en tu ausencia. Las noticias de la guerra tardaban en llegar y pensaba que no volverías. Se te ve delgado y demacrado.
-Si madre, fue muy duro, largas caminatas a campo traviesa y ásperas luchas cuerpo a cuerpo, pero nos ayudó mucho el arco largo que sorprendió a los ingleses y que revolucionó todo lo que había hasta ahora como armamento medieval.
-No veo el momento de verte de nuevo sonriente y rozagante. Le pediré a William que te prepare tus platos favoritos. Yo misma estaré en la cocina. Tengo presente siempre tus gustos. Merluza y arenque ahumado, con puré de rábanos y patatas. Y de postre cranachan, en base a avena, con mucho whisky, frutos rojos, miel y queso de nata.
- Gracias madre. Sentiré como si nada ha cambiado. Como la aldaba de la puerta de entrada. Te cuento. De noche, sobre el colchón de paja de la carpa de campaña, soñaba con el día que pudiera volver a llamar desde ella, con golpes fuertes, para que aparezca solícito William y detrás vos con tu cabello canoso y sonrisa amplia.
2 comentarios:
Excelente escrito
Qué bueno! las descripciones, el clima de cada momento. Sentimiento- Deseos- Recuerdos. Los opuesto: lo que no cambia-La aldaba- y la vida en constante devenir-
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