SIN LLAVE
Ella sabía que estaba ante un momento importante de su vida y que tenía en sus manos la herramienta de decisión. Despidió a don Vicente y se quedó meditativa, recordando las pocas veces que había resuelto por sí misma, siempre los demás habían elegido por ella, primero sus padres, luego sus hermanos mayores. ¡Ah! Pero cuando se casó con Ricardo, allí enfrentó a toda su familia, era su futuro y ella desatendió sus estúpidos argumentos. Así fue como concretaron sus planes de felicidad en una boda sencilla, por cierto menos sencilla de lo que hubiera deseado. La verdad es que todo lo organizaron sus cuñadas, se encargaron de hasta el menor detalle; se les casaba el hermano más chico, era de entender. En ese momento a Ricardo no le iba demasiado bien en el trabajo y entre los dos no lograban reunir una cantidad adecuada para alquilar un departamento, aunque fuera pequeño. Entonces sus futuros suegros tuvieron la idea de cederles una de las habitaciones que las hermanas dejaron libres cuando se casaron. Espaciosa, muy iluminada, fue el primer nidito de amor de la pareja. Lástima que también fue el motivo de la primera diferencia con Ricardo. A él le pareció un desaire para sus padres, echar llave a la puerta. Quedate tranquila, dijo, ellos serán muy respetuosos de nuestra intimidad, por eso creo que no será necesario de ninguna manera, usar la llave.
No compartió para nada ese pensamiento, menos cuando la buena doña Elisa comenzó a cumplir la rutina de traerles el desayuno a la cama puntualmente a las 7 de la mañana ¡también el domingo! No querida, no es molestia, además Ricky está acostumbrado, desde que lo llamaba para ir a la primaria. Al jardín no porque iba de tarde, respondió la amorosa señora ante una leve insinuación de que no tenía necesidad de ocuparse de ese menester. Claro que también se ocupaba del almuerzo y de la cena. A ella no le permitía lavar los platos y criticaba como lavaba las ollas, decía que las dejaba con el culo sucio. Tampoco aprobó las cortinas que puso en el dormitorio. Le contaba los broches de tender la ropa porque decía que si los dejaba en la soga, se resecaban y se rompían.
La pareja volvía de sus respectivos trabajos no siempre a la misma hora, pero invariablemente los esperaba algún conflicto con el uso del baño, especialmente cuando el suegro empezó a tener problemas de próstata. Estas eran algunas de las incomodidades que los tortolitos debían enfrentar a diario pero que Ricardo parecía no registrar.
Pasados unos meses se produjo una hermosa novedad ¡la joven esposa estaba embarazada!
Pocos días después, a la hora de la cena y como cosa absolutamente inusitada, el padre de Ricardo apagó el televisor y muy compuesto dijo: chicos ¡se vende la casita de al lado! Ahora que se va a agrandar la familia ustedes necesitarán mayor espacio.
Hasta el huevo fecundado recibió la noticia con tal alborozo que repercutió manifiestamente en la panza contenedora.
Tranquila querida, esto es una verdadera suerte, estaremos ahí nomás, las dos familias pegaditas. El padre de Ricardo confirmó explicando: Mirá vos, igual, igual como en otro tiempo, las dos casas fueron de una sola familia, se comunicaban por la puerta que está en la medianera. ¿Qué puerta? Preguntó con angustia la futura madre. Si, la puerta que está atrás, claro vos no la viste porque está cubierta por la enredadera, vamos a limpiar todo y la vamos a arreglar, yo me encargo de darle una buena pintada. Andá a saber dónde fue a parar la llave. Qué importa viejo, si no la vamos a usar. Fue la previsible respuesta del amoroso hijo.
Efectivamente, la pareja se mudó a la casa de al lado. La puerta comunicante, bastante desvencijada, no era impedimento para el continuo tránsito en ambas direcciones, más en una dirección que en otra, aclaremos. Pero un día apareció don Vicente con todas sus herramientas y en una tarde de trabajo, dejó la puerta como nueva, hasta con cerradura disciplinada. El hombre juntó sus enseres y al despedirse le entregó a la muchacha un par de llaves relucientes, ella las sostuvo contra su vientre y por un rato entrecerró los ojos y contuvo la respiración. Finalmente celebró el gesto lleno de osadía y liberación, dos vueltas de llave que le encendieron una sonrisa. Sintió que por fin, acababa de fundar su familia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario