lunes, 21 de julio de 2025

Inés Varela-Argentina/Julio 2025


 

LA   TRAVESIA

 

Chiquito, cuatro años.   Acaso un poco más. Puro ojos, grandes orejas y dientes blanquísimos Se le notaban las costillas de tan flaco, piernas y brazos como palitos.

Alguien le puso un chaleco salvavidas rojo, lo levantó por los aires y se lo paso a otro par de brazos, como si fuera una bolsa de... algo. Aterrizó en un bote muy grande con muchos chicos como él y hombres, apretujados como los peces que sacaban del mar en las redes, cuando lograban una buena pesca en esa costa ardiente y amarilla. El bote se balanceaba suavemente con su carga humana hasta que ya no cabía otro chico, por más flaco que fuera.,

Cuando partió la nave hacia el mar profundo, sintió escalofríos. No tanto por el viento, que empezó a sentirlo en la piel, como un suspiro helado y húmedo, sino como algo peligroso, sin saber por qué. Empezó a sentir miedo, algo en el estómago parecido al hambre. El mar estaba cada vez más inquieto, las altas olas parecían bocas abiertas sin dientes... como la de los viejos de la aldea. Unas lágrimas que no conocía, le cayeron por las mejillas, sin ruido. Buscaba con sus ojitos el lugar  dónde estaba su mamá… Una mujer arrodillada en la arena de la costa, lloraba desconsoladamente, pero él no lo sabía.

Una mano misericordiosa se posó en su cabeza y lo acarició. Todos en el bote miraban las aguas verdosas cercando el  bote, cada vez más bravas No se veía mucho más allá. Cada vez más fuerte el viento y más grandes las olas. Pasaron unas horas, se le revolvía el estómago, nunca había estado en el mar.  ¿Su familia, dónde la perdió?, nadie le explicó nada. Estaba solo.

 El bote chocó con algo duro y se estremeció. Encalló en una costa desconocida. La gente comenzó a bajar desordenadamente. El dueño del bote los conminaba a apurarse. El cielo se tornó gris, luego celeste. Estaba amaneciendo. Vio como unos brazos se extendían hacia él, lo tomaban por las axilas y lo dejaban sobre la arena., Solo. Recién allí se dio cuenta que esos brazos no eran negros como los suyos.

Eran  blancos.

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