domingo, 20 de febrero de 2011

Marta Díaz Petenatti-Elortondo, Provincia de Santa Fe, Argentina/Febrero de 2011

LA VIEJA GUITARRA

El cuarto estaba tan oscuro que era imposible ver qué contenía esa habitación que la vida y el olvido habían dejado cerrada durante  más de veinte años.
Con pasos inseguros llegué a la ventana  y al abrirla tras mucho esfuerzo,  los rayos del sol de septiembre, cálido y agradable, entraron agolpándose curiosos para descubrir con premura el enigma de la pieza cerrada.
Mis ojos ante  el impacto del sol fueron acostumbrándose de a poco. Vi una cama pequeña  aún tendida con humildad, una mesa a su lado  y sobre ella,  partituras musicales  junto a la pava y  mate, compañero de todos los días y conocedor intuitivo de alegrías y penas.
 Lo que me impactó fue ver que  en un rincón, bajo una fina capa de polvo grisáceo,  había una  vieja guitarra.
 Me senté sobre la cama, la tomé en mis manos y como si se  tratara de una flor hermosa y perfumada la comencé a limpiar  con suavidad  mientras mi mente vagaba en recuerdos y vivencias de sonidos que alguna vez salieron de sus cuerdas para que alguien en algún lugar se emocionara hasta las lágrimas o riera hasta el cansancio.
¡Cuántos minutos compartidos con una guitarra como protagonista!...¡cuántos amores secretos se alimentaron de sus letras!...¡cuánto dolor pareció menor al escucharla!...Y así, de a poco, mis manos comenzaron a acariciarla y de ella, fiel y entera comenzaron a surgir acordes suaves, dulzones y con ellos mi alma comenzó a volar por los caminos del pasado y del futuro olvidándome del presente que lo estaba viviendo sobre una nube de algodones.
Es muy difícil explicar la sensación que produce la nostalgia junto con la alegría y la tristeza, sólo estuve acariciando sus cuerdas para hacerla y hacerme sentir viva nuevamente, para decirle que ya era nueva otra vez, que estaba conmigo, que la cuidaría mientras tuviera vida mi corazón y mi mente.
Entonces la tomé en brazos  como quien toma un tesoro y partí con ella para compartir horas con amigos y poder darles a cada uno de ellos la sensibilidad de la música, la caricia de las palabras, el hombro para la tristeza, la alegría del amor compartido, la tolerancia para la vida y el bálsamo para el alma. 

1 comentario:

Laura Beatriz Chiesa dijo...

Marta: los instrumentos musicales nos devuelven la caricia de nuestras manos, nos alegran el alma y generan ilusiones . Es por eso que la poesía tiene tanto que ver con la música. Mi saludo,