jueves, 22 de enero de 2015

Ascensión Reyes (Cuento)-Chile/Enero de 2015

UN CHISTE CRUEL

Manolo caminaba con paso seguro por la avenida iluminada por el sol poniente. Los jardines de las tiendas lucían floridos y sus perfumes parecían inundar el ambiente.
            Debía estar triste, pero muy por el contrario, me siento liberado, tanto como si una pesada mochila en mi espalda me hubiese abandonado. Por primera vez, después de mucho tiempo, voy sin prisa alguna. Su tranco lo acompasó al ritmo de sus pensamientos, ágiles y seguros.
            Era un hombre cincuentón, de buena figura a la distancia, y de cerca mejor, se podría decir atractivo. Sus ojos azules  en un rostro moreno, hacían resaltar su simétrica dentadura, ahora visible al sonreír ante su imagen reflejada por las grandes vidrieras de una tienda de autos.
            Tras el cristal, una mujer de mediana edad, rubia, posiblemente teñida. Sin duda bastante atractiva. Su cuerpo, bien formado, no dejaba indiferentes a cuanto varón se le cruzara, y su perfume, suave y penetrante, envolvía hasta el pensamiento.
            Mientras Manolo, contemplaba un vehículo que llamó poderosamente su atención, la rubia se acercó con cierto disimulo. Pero no tardó  mucho en decidirse y lo abordó, con una sonrisa cautivadora.
            -Señor, disculpe. Me agradaría conversar con usted. Soy publicista y estoy trabajando en un suplemento de vestuario. Es para una cadena de grandes tiendas y me hace falta una imagen de varón, así como la suya.
            El hombre pensó que podría tratarse de una broma de mal gusto, de esas que acostumbran hacer en algunos programas televisivos, por ello sonrió y enarcó una ceja, lo que le proporcionó más atractivo.
            -Perdón señorita, creo no entender. Veamos, ¿usted cree que mi imagen le puede servir de modelo?, o es un programa de esos donde a los incautos, por no decir algo más feo, les hacen creer en una situación equivocada. ¿Una vulgar tomada de pelo?
            -¡No!, dijo la rubia. – ¡Definitivamente, no! – Observándolo con atención y pensando, que no se había equivocado en su apreciación precipitada. –Es más, agregó.- Lo invito al café del frente, para explicarle con más detalle mi proposición.
            -¿Total qué puedo perder?- pensó y la siguió dócilmente.
             Al calor y agrado de un aromático café, le conversó de su oferta para que modelara ropa masculina de todo tipo, fijando sus honorarios y su horario de trabajo. Quedaron convenidos para iniciar la primera toma fotográfica para el día siguiente, y así avanzar en el aprendizaje de una actividad que no estaba ni remotamente dentro de sus conocimientos.
            De camino a su departamento, arrendado recientemente, iba pensando que su positivismo ante las dificultades lo había salvado. Hacía dos meses estaba cesante. Su patrón había puesto los ojos en su mujer: joven, bella y ambiciosa. Los lujos, y el auto último modelo, la convencieron de convertirse en amante con cierta ventaja en la vida del empresario.
            Él ya tenía un matrimonio anterior. Su fiel y devota esposa había fallecido, junto al bebé que esperaba. Tragedia que suavizó con el conocimiento de Ángela, quien muy luego buscó otro horizonte más productivo.
            Al otro día llegó temprano a la dirección indicada en la tarjeta, e inició sus primeros aprontes de modelaje, que en razón a su buena salud y disposición, le fueron más fáciles de lo que hubiese imaginado.
            A la semana siguiente, ya caminaba con la soltura propia de un modelo avezado. Se sentía poco menos que triunfador. Denisse, que así se llamaba su jefa, lo tenía medio trastornado. Su trato cordial, su figura espléndida y su perfume, cuyo recuerdo lo hacía divagar en sus noches de soledad, lo estimulaba en su nueva actividad. Al parecer, a la mujer tampoco le era indiferente, puesto que al configurar alguna imagen visual de tal o cual prenda, sus ojos oscuros quedaban prendidos en los suyos con un indefinible mensaje, todavía no analizado en profundidad. 
            Un día que el fotógrafo debió retirarse más temprano, Denisse le propuso posar unos nuevos modelos de ropa de playa, entre los que se encontraba un reducido traje de baño, un poco atrevido, pero sugerente para un hombre de su edad.
            En un giro rápido, mientras ella le indicaba cierta postura de brazos y piernas, los hizo toparse en forma brusca, ambos quedaron prisioneros de sus miradas al observarse tan cercanamente. Él, la acercó con cierta timidez y juntó su boca a la de ella. Sintió una sensación de correspondencia femenina, que lo hizo apretarla con más fuerza y hundirla en un abrazo que lentamente dio origen a caricias más íntimas. Desembocando en un silencioso estremecimiento de sus cuerpos entremezclados, hasta terminar en un clímax que detuvo el tiempo.
            Ya era medianoche y reinaba la oscuridad. Ella fue la primera en separarse, sin decir nada, como temerosa de romper el hechizo. Fue al baño a vestirse, componer su peinado y maquillarse. Manolo, aún aturdido, trataba de pensar. La pasión había sido desbordante. Sin embargo, algo extraño rodeó esta relación, que no acertaba a definir. Algo no encajaba en sus conocimientos acerca del amor.
            La mujer apareció compuesta. Ya dueña de la situación, cerró las cortinas y encendió la luz.
            -Lo siento, tengo que irme rápido- No obstante se notaba su confusión. -Mañana nos veremos. En la toilette te dejé una nota, te ruego la leas antes de retirarte.- Abrió la puerta y la cerró tras ella, suavemente.

            El hombre se incorporó y se dirigió al lugar donde lo esperaba el mensaje. La habitación todavía olía el penetrante perfume de la mujer. Leyó, tratando de comprender. Su rostro reflejó sorpresa, sus ojos ya no lucían ese brillo del hombre triunfador. Esta noche, la vida le había jugado otra broma cruel.

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