jueves, 22 de enero de 2015

Nélida Vschebor-Argentina/Enero de 2015

DESALIENTO




¿Cuántas veces te sientes aburrido, en una encrucijada, sin saber qué hacer? ¿Cuántas veces dejas pasar el tiempo embotado? Así le sucedía a Clara. Decidió salir de su “encierro”.
Del jardín, se encaminó hacia el parque cercano a su domicilio. Caminando entre las flores y el verdor del césped, sintió que renacía.
La acompañaba el murmullo que le rodeaba. Niños, adultos, adolescentes. Era música a sus oídos.
Anduvo hasta cansarse. Encontró un banco donde había una mujer joven, que al verla la miró sonriendo.
Comenzaron a hablar como si fuesen antiguas amigas. Era muy agradable y cuando Clara hizo ademán de levantarse, amablemente le obsequió un hermoso pimpollo en flor.
Su perfume la embriagó.
Otra Clara volvía a su hogar. Hasta cantaba bajito. Con nuevo brío, puso la flor en un pequeño florero y comenzó a preparar su cena.

Esa noche no pudo dormir. Tuvo una pesadilla. La flor se convertía en un ser deforme, que la amenazaba.
Despertó sofocada. Automáticamente miró hacia el pimpollo. Allí estaba, como lo había dejado, reluciente.
Al día siguiente había olvidado lo ocurrido.
Llegada la noche, trató de conciliar el renuente sueño. De nuevo la pesadilla se apoderó de ella. Esta vez abrió los ojos. La flor estaba a los pies de la cama, transformada y viéndola con mirada de buho. Un silencio pesado reinaba en el lugar. No oía nada. Pero la figura parecía aumentar mientras trataba de acercarse.
Clara gritó y prendió la luz.      Nadie estaba cerca suyo.
Se tranquilizó riéndose de sí misma y volteó para mirar la flor.

 ¡Estaba marchita!

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