domingo, 21 de junio de 2015

Bernardo Penoucos-Azul, Argentina/Junio de 2015




Me es indecible el último nacimiento que pude sufrir ayer-el llanto-
La sangre morada del rostro del niño ausente,
La incomprensión, el abrumamiento.
Me es indecible la reja incrustada en la juventud de una carne,
Una carne sin bellos aun (pero con rejas), una carne sin ser amada aun (pero con rejas).
Me es indecible el cartón húmedo que pisa la urbe imperturbable y sosiega.
Y el que late allí por dentro del fango, y el que brama allí por dentro del miedo.
Me es indecible este cielo tan sin alambre y este suelo tan alambrado,
Las voces que no pudieron decir ni decirse y las voces que encaravanadas mutilan y sancionan.
Estas manos me son indecibles, este cuerpo y esta balsa,
Me son indecibles los jardines y los plásticos polen.
Esa boca llagada de base y químico y niñez violada también me son indecibles,
Como ese caño estornudando humo y paralizando el tiempo de quien pasaba por la vida.
Toda la gramática encierralotodo me es completamente indecible,
Los puntos suspensivos y los apartes.
La rigidez y la claustrofóbica mirada del mundo.
De un tiempo y hasta esta noche alada me es indecible todo.
Nadie.
Cuando.
Nunca.
Tanta rabia sin usarse, tanto beso disecado.

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