domingo, 20 de marzo de 2016

Araceli Otamendi-Argentina/Marzo de 2016








                    Conversando sobre el último poemario de Javier Claure, poeta boliviano
                                                          Por  Araceli Otamendi *

Araceli Otamendi: ¿En qué te inspiras para escribir los poemas de este libro?
Javier Claure: Pues mira, en general me suelen inspirar hechos históricos, imágenes, una mujer, conceptos, paisajes de la naturaleza, las adversidades de la vida etc. Pero también me conmueve las cosas simples y pequeñas como, por ejemplo, el vuelo de una golondrina, el colorido de los árboles en otoño o una hormiga caminando por un tronco. En fin, el poeta se inspira en la vida, el amor y la muerte. Entonces, tomando en cuenta todos estos aspectos, este libro (Réquiem por un mundo desfallecido) surgió, sin ataduras, para sacar a luz ese lenguaje especial con el que lloro, amo, odio y denuncio las miserias de este mundo esquizofrénico. Y debo decirte que este poemario contiene más poesía social en comparación con mis dos libros anteriores: “Preámbulos y ausencias” y “Extraño oficio”. Hace un tiempo atrás hice un viaje hermoso por algunos países de África. Estuve en Juffure, un pueblo de Gambia. De ese lugar salió, a latigazos, el joven Kunta Kinte para nunca más volver a encontrarse con su familia. En Senegal he visitado la Casa de los Esclavos en la Isla de Gorée. Por lo tanto, no podía faltar, en este poemario, un poema dedicado al bello continente africano. Como tampoco podía faltar un poema dedicado a Palestina. Otros poemas están dedicados al medio ambiente, a la belleza femenina, al tiempo, a la noche etc.
AO: Se puede leer en estos poemas cierto desencanto hacia algunos temas, el título “Réquiem por un mundo desfallecido” ya dice algo de esto. ¿Tenés esperanza que se mejoren algunas situaciones que se producen en el mundo?
JC: Tienes razón, el título de este poemario hace alusión a ciertas injusticias que se han cometido hace muchísimo tiempo y que aún se siguen cometiendo en nombre de la democracia, de un nuevo orden mundial y de una integración que no existe. Pero ¡ojo! no soy fatalista, al contrario, estoy esperanzado en que vendrán tiempos mejores. Las relaciones humanas siempre han sido conflictivas durante la historia de la humanidad. En el siglo XIX, gente de algunos países europeos viajaban por África, América Latina y otros lugares; y sometían a los pueblos a la esclavitud. Usurpaban territorios con sus armas de fuego y saqueaban todo lo que estaba a su alcance. Ejemplo de estos actos darwinistas tenemos en América del Sur y el Caribe: Inglaterra arrebató Las Malvinas a Argentina, Estados Unidos expolió Guantánamo de Cuba y el Litoral boliviano fue usurpado con una bestial invasión militar. Es decir, esos tiempos se caracterizaban por la fuerza bruta, el despojo, la piratería y la barbarie. Pero ahora estamos en el siglo XXI, el mundo ha dado muchas vueltas y surgen nuevos paradigmas. Se ha caído el Muro de Berlín, Estados Unidos a devuelto el Canal a Panamá, los países bálticos han vuelto a ser independientes, Etiopía ha devuelto el puerto de Massawa a Eritrea etc. Pero a pesar de estos grandes avances, en la humanidad, hay algunos países que se han estancado en pensamientos y doctrinas del siglo XIX. Es más, inventan historias y tratan de divulgarlas por el mundo. Es decir, actúan bajo esa famosa frase: “miente, miente que algo quedará”, pronunciada por el Ministro de Propaganda nazi Joseph Goebbels. Los hechos tienen que realizarse con justicia. En ese contexto, el Estado de Palestina debe ser reconocido por todo el mundo, Las Malvinas y Guantánamo tienen que estar bajo control de sus dueños. Y para que exista una integración, en pleno sentido de la palabra, en el Cono Sur de América, Bolivia tiene que tener una salida soberana hacia las costas del Pacífico, como lo tuvo antes, para diversificar su industria y su economía.
AO: Si bien vivís hace muchos años en Suecia, tu país natal Bolivia está en tu corazón y en tu literatura. ¿Cómo viven los recuerdos de Bolivia para escribir? ¿Es como la infancia que siempre es motivo de inspiración para los escritores?
JC: Cuando uno vive fuera de su país muchos años, como es el caso mío, siempre existe una nostalgia por el país de origen. Y esa añoranza se agudiza en Navidad, Año Nuevo, Carnavales o cumpleaños de familiares. En otras palabras, no significa que esté pensando todo el tiempo en mi tierra natal. Creo más bien que llevo una Bolivia portátil en mis adentros. Y, en mi caso, ha sido reflejada en algunos de mis poemas. En mi primer libro hay una poesía que titula “Mi patria”, y en el segundo un par de poemas hacen referencia a mi país. Pues en este mi tercer poemario hay tres poemas dedicados a Bolivia. Por supuesto que la infancia es un gran motivo de inspiración para todo poeta o escritor. Concretamente el poema “La palliri” es una inspiración de mi adolescencia. Cuando subía, con mis amigos, al cerro Pie de Gallo donde se encuentra la mina San José en los alrededores de Oruro, nos encontrábamos con esas mujeres llamadas “palliris”. El apelativo de “palliri” viene de la palabra quechua “pallar” que significa recolectar. La “palliri” es una mujer que trabaja fuera de la mina y recolecta o separa, a martillazos, el mineral de las piedras. Nací en la capital folklórica de Bolivia en donde cada año se realiza un fastuoso Carnaval declarado, por la UNESCO en el año 2001, como Obra Maestra del Patrimonio Intangible y Oral de la Humanidad. El Tío de la mina, figura mítica en las minas de Bolivia, es uno de los protagonistas de este Carnaval. A este personaje he dedicado un poema. El poema “Pertenencia quechua” está dedicado al Litoral boliviano arrebatado hace más de un siglo.
AO: ¿Qué poetas te inspiran?
JC: Bueno, en realidad hay muchos poetas que me inspiran. Para citar sólo algunos: Antonio Machado, Jaime Sáenz, Alfonsina Storni, Nicanor Parra, César Vallejo, José Martí, Alejandro Jodorovski, Gonzalo Rojas etc.
* Araceli Otamendi es periodista argentina.

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