domingo, 20 de marzo de 2016

Jorge Piñones Segovia-Chile/Marzo de 2016



E L   A  D  O  N  I  S        

           
       Aquel día, como de costumbre, Juana se encontraba efectuando el aseo en la mansión del Senador José Menares. Muy feliz se hallaba la mujer, con su plumero en mano sacudiendo entusiasmada,  escuchando como de costumbre, la música de su preferencia: Cumbias, salsas y a veces algún bolero que le recordaba algo de su pasado amoroso.
      Ese lunes, como nunca, se encontraba radiante de contenta porque ese día “cantaría Gardel”. Era su día de pago, y apenas podía contener sus piernas, porque la música era demasiado rítmica y la impulsaba a moverse entera. Parecía tener electricidad en su esqueleto.
Lo que estaba sucediendo  le hacía pensar también en la cita del próximo domingo, en que con toda seguridad, lo pasaría muy bien con Genaro, “su novio con ventaja”. Con toda seguridad se luciría bailando.
Todo marchaba muy bien, quizás demasiado bien, porque de repente y casi sin advertirlo, con  el plumero pasó a llevar un Adonis de porcelana, de unos cincuenta centímetros de alto, propiedad de su patrona.
La figura cayó al piso, y pese a estar alfombrado, igual quedó repartido en varias partes, provocando la angustia de la nana. Repentinamente, se  le quitaron las ganas de seguir bailando. Su estado de ánimo, al igual que El Adonis, se fue al suelo.
   Este adorno, era ni más ni menos que, una especie de fetiche que tenía su patrona, y según se sabía, esta señora efectuaba conjuros para que siempre le fuera bien. De tal suerte que la relación del Adonis, con la esposa del senador era  muy íntima, prácticamente era parte de su vida.   
Desesperada, Juana dejo todo a un lado, y se dio a la tarea de buscar una solución a este grave problema que se le venía encima. Aquel día, por más que buscó en el comercio algún Adonis, no encontró ninguno parecido al de su patrona.  No cabía duda alguna, que esta figura era exclusiva y talvez importada.
      Entonces, muy rápido acudió a una tienda para comprar el mejor pegamento, con el fin de reparar esta pieza de porcelana.
Felizmente  Juana poseía muy buen pulso como para realizar un buen trabajo de restauración. Con mucha paciencia, después de toda una mañana dedicada a esa tarea, por fin, satisfecha, la declaró terminada.
Todo marchaba muy bien por ese día, hasta que al siguiente, su patrona puso “el grito en el cielo” y como era su costumbre, enojadísima, le mostró el Adonis a Juana, increpándola:    
-Mira, mujer tonta lo que haz hecho con mi Adonis, ¿qué voy hacer ahora?
      Juana, que ya estaba acostumbrada a este trato, muy tranquila la miró, y con mucho mesura le contestó:
- El Adonis está igual como siempre, pooh.
-¿Cómo qué igual, míralo bien de cintura para abajo, estas ciega?
La empleada siguió con su porfía. La patrona no aguantó más y mostrándole las partes púdicas donde ella noto la diferencia.
-Señora, reconozco que sí, se me cayó, y a lo mejor lo pegué al revés, según lo que recuerdo de los caballeros que han sido mis novios. 

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