jueves, 15 de febrero de 2018

Rolando Revagliatti (Entrevista)-Argentina/Enero de 2018



Sonia Rabinovich: sus respuestas y poemas

Entrevista realizada por Rolando Revagliatti



Sonia Rabinovich nació el 5 de marzo de 1955 en Córdoba, donde reside —Barrio Villa Belgrano—, capital de la provincia homónima, la Argentina. Es Profesora y Licenciada en Letras Modernas (1975) por la Universidad Nacional de Córdoba. Desde 1984 coordina talleres de creación literaria. Dictó seminarios sobre Julio Cortázar, Clarice Lispector, Roberto Juarroz, Alejandra Pizarnik, Jorge Luis Borges. Participó en Congresos, Festivales, Simposios efectuados en su país, así como en España y Estados Unidos. En diarios y revistas nacionales —“La Voz del Interior”, “Alguien Llama”…— y extranjeros —“Movimiento Actual” de México, “El Alambique” de España, “Orizont Literar Contemporan” de Rumania—, y en antologías y volúmenes compartidos, fueron difundidos sus poemas y ensayos. Fue traducida parcialmente al rumano. Ha sido jurado en concursos de cuento y poesía. Entre 1989 y 2013 aparecieron sus poemarios “Palabra de mujer”, “Poemas para conjurar el miedo”, “Late Jerusalem” (con pinturas de Carlos Alonso), “Versión libre del paraíso” (2º Premio “Fundación Argentina para la Poesía” 1999), “Los nombres de la herida” (2º Premio Concurso Nacional “Luis de Tejeda” 2002), “Escrito en la espalda”, “La barca de las especias” y “Mujeres rotas” (Mención Concurso Nacional “Luis de Tejeda” 2011).




          1 — Apuntando a nuestros lectores más remotos, Sonia, ¿nos hablarías de tu ciudad (y de vos en ella), de aquella capital de los sesentas y de los setentas? Además de residencial, ¿cómo es Villa Belgrano?

          SR — Córdoba es mi lugar en el mundo, más allá de haber nacido acá; experimenté al volver de algunos viajes que no me gustaría vivir en otro lado; lo digo puntualmente en un poema que fue escrito en una de esas ocasiones: “Camino mapas y vuelvo desalmada/ a buscar entre tus brazos/ calicanto y neón para el amparo // envuelvo mi nostalgia en el infierno de árbol/ que es Saldán a esta hora de las ganas/ cuando las arrugas del agua/ trepan el muslo templado de la piedra/ y seducen su mítico cansancio // Me dejo llevar impresionista hasta Van Gogh/ pintando la hojarasca en jarrones de sueños/ por las siestas junto a Villa Belgrano/… Cómo saber por qué todo me llama/ si es una plaza un cielo una cañada/ con un hilo de voz como la mía/…”                             
          Dentro de la misma capital de la provincia me mudé de casa varias veces, sin embargo me siento perteneciente a Villa Cabrera, barrio donde transcurrió mi infancia y adolescencia, y al que llegué cuando era casi campo y donde ni siquiera el ómnibus del jardín de infantes entraba. De aquella primera vida, dentro de todas las que viví, recuerdo el río cerca y las incursiones por las siestas con mis amigos, botella en mano buscando mojarritas, mientras los adultos dormían. La felicidad de sentarme en el asiento secreto que se abría en la parte del baúl de la voituré de mi abuelo.
          De los setentas te puedo contar de la Córdoba universitaria y rebelde, sobre todo en Filosofía y Humanidades, donde cursé desde el ‘71 al ‘75, universidad por la que ganó el nombre de “la docta”, con profesores de alto valor académico.
          En Villa Belgrano estoy viviendo hace poco; es residencial, pero a su vez está cerca de centros comerciales y una avenida muy concurrida; un poco más alejada está la zona que nombro en el poema de los arboles otoñales.


          2 — En una oportunidad, participando en el Encuentro Regional de Literatura organizado en 1983 por la Secretaría de Cultura de tu provincia, presentaste una ponencia: “Miguel Iriarte, el teatro cordobés en el contexto nacional”.

          SR — En ese entonces era asidua concurrente al teatro que se realizaba en la ciudad, y fui a ver todas las obras de Miguel Iriarte porque me parecían por demás representativas de lo regional. Una de ellas se llamaba “San Vicente Superstar”, aludiendo a un barrio típico y popular de la capital, al que se lo denomina también la “república” de San Vicente, y a la hora de decidir una ponencia —era la primera vez que me presentaba en un Congreso— se me ocurrió entrevistarlo a Miguel Iriarte y hablar de nuestro teatro.


          3 — Sobre la poética de Roberto Juarroz (1925-1995) te has ocupado, acaso, principalmente. En el Tomo I de “El hispanismo al final del milenio”, aparecido en 1999, se incluye un trabajo tuyo sobre él.

          SR — A Juarroz tuve el privilegio de escucharlo por primera vez en un Congreso en Buenos Aires, me lo había presentado el poeta Héctor Yánover [1929-2003]; después de su lectura quedé atrapada, su poesía tiene que ver con la filosofía, y sobre todo con la filosofía oriental de la que abrevé durante muchos años y puse en práctica cuando cursé el profesorado de yoga y tuve contactos con maestros de diversos lugares. Desde allí había tomado conocimiento de la existencia de la cábala o kabalá, y me enamoré (al igual que Borges) de pensar el valor que se le daba a la palabra, la potencia de sus signos. Tomé contacto con la poeta y ensayista Laura Cerrato —su mujer—, confirmó mi apreciación hablándome de las lecturas que ambos habían realizado, me envió un material inédito sobre Juarroz y un cassette que él grabó —el poeta Antonio Requeni también me había aportado un material riquísimo—. Fue una experiencia maravillosa dictar un seminario en su honor y presentarlo como ponencia en dos Congresos, aquí y en España.


          4 — Tendrías treinta y un años cuando integraste la comisión coordinadora de la primera Feria del Libro del Autor Cordobés. ¿En qué aspectos considerás que ha ido evolucionando la Feria?

          SR — Cuando me convocaron para integrar esa primera comisión, lo hicieron desde un lugar de representación de los talleres literarios, como coordinadora de uno de los pocos que en ese entonces funcionaban. Fue una iniciativa de la Municipalidad de la Ciudad de Córdoba. Nos reunimos desde distintas áreas de la cultura. Invitamos a las editoriales cordobesas. Fue totalmente a pulmón; nos habían cedido un espacio céntrico y nosotros mismos armamos las estanterías para ubicar los libros y algunos de los carteles alusivos.
          Si debo compararla con la Feria del Libro actual, ya después de tantos años se amplió no sólo en espacios alternativos, en temáticas diversas, sino que se transformó en una Feria de librerías que contempla todo tipo de volúmenes, y de actividades que incluyen autores del país y del exterior, en algunos casos abarcando todos los géneros literarios, además de espectáculos poético-musicales, narrativa oral, teatro para niños...
          Es una alegría haber participado en lo que fue el primer intento de un proyecto que pudo proseguir y ampliarse en las sucesivas ediciones.


          5 — “La Palabra Secreta” se llamaba el programa que produjiste y condujiste en 1994 en LV2. ¿Cómo lo armabas? ¿A qué autores entrevistaste?

          SR — “La Palabra Secreta “ significó para mí mucho más que un programa radial.
Sucedió que con motivo de la presentación de un libro me llamaron para entrevistarme en un programa de la entonces LV2, y en el transcurso de la charla se acercó el director de la emisora, se quedó hasta que concluyó y me ofreció realizar un programa semanal con autores de Córdoba. El armado del programa me demandaba toda la semana, porque leía la obra de cada autor (tanto poetas como narradores) y los invitaba el domingo a la tarde a conversar sobre la misma. La música que seleccionaba tenía que ver con el o los temas que se iban a tocar. Recorría las editoriales requiriendo ejemplares para regalar, al final de cada programa, a quienes llamaban por teléfono con preguntas para el autor. Hasta que la radio cerró, cambió de espacio físico y yo comencé a dedicarme más a la coordinación de talleres y el dictado de seminarios. Por allí pasaron poetas como Susana Cabuchi, Aldo Parfeniuk, ensayistas y narradores, María Paulinelli, Juan Coletti, Andrea Guiu, escritores de literatura infantil como María Rosa Finchelman; también recuerdo haber dedicado programas enteros para hacer homenajes a escritores como Julio Cortázar, con textos leídos por el propio autor, música de jazz y escritos de otros autores acerca él. Lo mismo sucedió con Borges, con Olga Orozco, con Alejandra Pizarnik...


          6 — “AMIA in memorian” se tituló la muestra de plástica y poesía en la que participaste en 1995.

          SR — En ese año, dos artistas plásticos reconocidos en nuestro medio, Edith Strahman y Gonzalo Vivián, habían pintado cuadros de gran formato con motivo del atentado terrorista en la Asociación Mutual Israelita Argentina. Convocaron a varios poetas para la muestra: Arnaldo Bordón y Susana Romano Sued, entre otros. Los poemas fueron impresos en un tamaño considerable al lado de cada obra. Luego se abocaron, a través del poeta Julio Castellanos y su Editorial Argos, a la publicación de un volumen testimonial.


          7 — ¿Seguís coordinando junto a Leonor Mauvecín un ciclo de lectura de poesía y narrativa llamado “De Puño y Letra”?

          SR — Ya no. Esos encuentros fueron consecuencia de un ofrecimiento de una ex–integrante de mi taller que tenía la concesión del bar de un hotel céntrico. Fue un ciclo que combinaba, además de lecturas de poesía o cuentos breves: música y café. Estuvo fantástico, y con gran afluencia de público.


          8 — A través del Grupo Editor Shalom, en 1997 aparece tu poemario “Late Jerusalem” con pinturas del gran Carlos Alonso (1929). ¿No hay edición electrónica?

          SR — A poco de volver de un viaje a Israel, comencé a garabatear aquello que distaba de ser la experiencia mística que yo había tenido, como nos sucede cuando la palabra no alcanza (casi siempre) a decir lo que queremos trasmitir. En una conversación telefónica le comenté esto a un poeta amigo que me contó que Carlos Alonso recién volvía de un viaje a Israel y que estaba pintando .
          Al tiempo lo llamé a Alonso para decirle que necesitaba ver cómo había pintado aquello que yo había experimentado y escrito. Con una generosidad extraordinaria me invitó a su atelier y me mostró cuadro por cuadro, enormes paisajes de arena que desbordaban la tela, caminos y pasadizos de intenso colorido que provocaron a la poesía apenas regresé a casa, de modo que ya tenía no sólo los poemas escritos a Jerusalem, sino también los concernientes a Carlos Alonso y sus cuadros. A partir de su lectura de mis textos surgió la idea del libro conjunto. En el interín presenté en Córdoba un libro de la escritora Manuela Fingueret. Ella leyó mis poemas y me puso en contacto con la Editorial Shalom en Capital Federal. Y fue allí donde Alonso se ocupó personalmente de la diagramación de la tapa junto a la editora. Lamentablemente no hay edición electrónica del libro y sólo quedan algunos ejemplares dando vuelta.


          9 — Puesto que, según advierto, has sido incluida en, al menos, una antología de cuentos —“Bajo llave” (1994)—, incursionaste en la narrativa. ¿Tenés algún volumen inédito de cuentos o relatos? ¿Y poemarios a la espera de edición?

          SR — “Bajo llave” se tituló así porque incluía cuentos de un grupo de poetas, el grupo Aiquén, compuesto por Esther Ramondelli, Susana Lobo, Arnaldo Bordón y Angélica Garay, cuentos que  nunca  habíamos publicado y los teníamos guardados. Además de los allí incorporados, hay otros, inéditos, de distintas épocas. Ahora justamente estoy con un proyecto en narrativa, sin tiempo ni obligación de escritura, una idea que ya veremos cómo se plasma.
          En este momento está en edición un volumen con mi obra reunida, proyecto que surgió de la Sub-Secretaría de Cultura de la Provincia de Córdoba. Fue algo inesperado para mí, un honor inmenso, porque ediciones anteriores, a modo de reconocimiento a la trayectoria, les fueron otorgados a Alejandro Nicotra, Rodolfo Godino y Julio Castellanos. En mi caso se incluirán los poemarios editados entre 1989 y 2014 y dos libros inéditos. Cada uno de los diez que contiene la obra reunida lleva un prólogo, los que fueron solicitados por el grupo de cultura de la provincia a Silvia Barei, Raquel Garzón, Fernando Toledo, Alfredo Lemon, Leonor Mauvecín, Leandro Calle, César Vargas, Marcela Rosales, Hugo Rivella y Antonio Requeni, de altísima calidad literaria y profundidad crítica todos ellos.


          10 — ¿Damos a conocer ese grupo literario, “Heptagonal”, al que pertenecés? ¿Quiénes lo integran o integraron, qué han ido produciendo y socializando?

          SR — “Heptagonal”, siete agónicos poetas (como nos caracterizó al presentarnos una vez la Dra. Lila Perrén de Velasco) que nos juntamos desde una admiración hacia la poesía del otro, Leonor Mauvecín, Julio Castellanos, Alfredo Lemon, César Vargas, Liliana Levín, Leandro Calle y yo (en su momento perteneció al grupo Rafael Velasco, que ahora vive en Buenos Aires). De mucho café, lectura, vino y asado, surgió un libro que incluye un CD con poemas leídos por cada uno de nosotros (el libro lleva como título el mismo nombre que el grupo), y una carpeta de poesía, “Tema Libre”, ilustrado bellamente en tapa con un árbol de la vida, de la plástica cordobesa Hilda Zagaglia. El grupo participó en numerosas mesas de lectura en la Feria del Libro de Córdoba.


          11 — De una introducción de Jorge Dubatti a la obra del dramaturgo Mauricio Kartun, transcribo: “Primero hay que fluir —sostuvo Kartun—, bajo la hipótesis narcisista y omnipotente de lo bien que lo hago. Después, hay que corregir en estado de humillación. Trabajo siempre en ese estado dialéctico entre el pavo real y la cucaracha.” ¿Algo que añadir a esta contundente manifestación?

          SR — Tal vez escriba y corrija en ambos estados a la vez en la mayoría de los casos. En realidad, prefiero pensar como cucaracha, por la posibilidad de que algún verso o párrafo sobreviva a los cataclismos, y no como pavo real porque entiendo que si miro mi vida tomando distancia y llego a vislumbrar la ondulatoria geometría que me traslada de la vida a la muerte, sé que lo que hago solo me ayuda a mí a fluir desde una fina grieta desde mi interior, en éxtasis, y en éntasis cuando encuentro lugares internos, desconocidos hasta entonces, y los puedo iluminar desde la palabra como autoconocimiento y reflexión de nuestro ser en el mundo. La omnipotencia no me permitiría hacer mía, como lo hago, una idea de Octavio Paz: “Para que pueda ser he de ser otro, salir de mí, buscarme entre los otros, los otros que no son si yo no existo, los otros que me dan plena existencia”. Lo contrario sería la soberbia, propia de la inseguridad, que mira a los demás desde arriba para sentir una importancia ficticia.


          12 — ¿De qué universo surge “Mujeres rotas” y cuáles fueron las imágenes generadoras?

          SR — Surge desde mi propio universo femenino, captando el dolor, la vida dolorosa de algunas artistas (el libro comienza con un poema dedicado a Frida Khalo, Edith Piaf y Clarice Lispector), para luego extenderse en forma más íntima a mujeres dentro de mi universo personal, incursionando también en el árbol genealógico.


          13 — ¿A dónde te llevan “retractación”, “estipendio”, “ínfulas”, “inanición”, “aunados”, “desidia”?

          SR — Solamente “aunados” no necesitaremos utilizar ninguna de las otras palabras. (Lo que no estaría demás sería un estipendio adecuado para aquellos que ejercemos la docencia o participamos en la cultura, algunos de los cuales, a futuro, podrían llegar hasta la inanición, física por supuesto, ya que la espiritual se encuentra, en la mayoría de los casos, por demás nutrida.)


          14 — En un artículo que hace ya unos años escribió el poeta peruano Julio Ortega, declara: “Amo la luz de Garcilaso, la vehemencia de John Donne, el fuego apagado de Baudelaire, el silabeo de Emily Dickinson”, y dos párrafos después menciona “la visión de Wallace Stevens, el arabesco de Zanzotto, el fulgor de Celan, el ardor de René Char, el paladeo de Lezama”. ¿Cómo caracterizarías las poéticas de otros autores?

          SR — La magia oracular de Olga Orozco, la inanición transgresora de Pizarnik, la sumergida oriental de Roberto Juarroz, la búsqueda mítica de Horacio Castillo, la honda soledad intelectual de Borges, la dolorosa rebeldía de Glauce Baldovín, el humano estallido de Whitman, la alucinada mordacidad de Allan Ginsberg, la poesía y el poema en la savia del árbol de la vida de Octavio Paz, la desoladora heteronomía de Pessoa, entre otros maestros del camino.
                             

          15 — ¿Por qué no preguntarle a alguien que hasta donde yo sé no ha incursionado en la poesía experimental (visual, electrónica, fonética), primero si efectivamente no lo ha intentado, y segundo, qué opina?...

          SR — No incursioné en ella. Leí algo, como las iniciativas del llamado “Slam” en Estados Unidos o bien algo de poesía minimalista, por no hablar de la vanguardia, que en su momento fue experimental y de la que solo sobrevivieron como elementos creativos los famosos manifiestos (puedo quedarme también con un poema de André Bretón para ser justa conmigo misma).
          En realidad, pienso que la poesía de por sí es experimental (nunca acabamos de decir lo que queremos decir y buscamos la forma más original de hacerlo para que diga más, y a su vez es plurisignificativa en la mayoría de los casos, porque cada quién la lee desde su propia captación del mundo).


          16 — ¿Qué te indigna? ¿Qué, además de indignarte, te enfurece?

          SR — Me indigna todo lo que es indigno del ser, la violencia en todas sus formas, la desigualdad, la injusticia; la estupidez también me indigna, igual o más que todo lo anterior. Cosas terribles suceden en este mundo por la estupidez, cosas irreparables por la falta de conciencia y de crecimiento espiritual. Todo esto me enfurece muchas veces, pero mayormente me produce impotencia. “Y qué hago yo aquí, soñando como Lennon sin bala …”, me pregunto en el poema “Pero esto no era”:


Pero esto no era


                         “afuera está lloviendo en otro idioma”
                                                       Jorge Boccanera



Este poema fue soñado.
Un jazmín extendía sus pétalos
y absorbía el olor a piel chamuscada.
Era Londres. Era Madrid. Era Irak.
Era Tel Aviv. Era Buenos Aires.
El humo cubría las órbitas vendadas.
Por las avenidas, falanges sueltas
tocaban las vidrieras de Tiffany y Cartier.
El planeta azul con su conciencia gris, ennegrecida.

No hay sonidos.
Celulares pegados a caras
con bocas que se mueven.
¿Quién puede mirar tu ojo
que tiene una sola lágrima
donde se refleja el horror?
¿Cuándo fue mejor?
Había otros trenes
que desembocaban en alambres y chimeneas,
aviones que terminaban en lago al fondo.
Perdón Mallarmé, ¿Volver a las palabras de qué tribu?
Huí, dobro, todo adjetivo mata.

La idea es el invisible
donde ajustar al hombre, su cama de Procusto,
y los hombres son azules o verdes o violetas,
tienen ramas y raíces
y pájaros que les nacen
cuando quieren ver más lejos y volver.
Y qué hago yo aquí
soñando como Lennon sin bala
desde este margen, con un poder
que no le sirve a nadie,
desde esta palabra que nunca será esclava,
en este mundo que desde hace cincuenta años
me perfora el cerebro.

¿Seremos lamidos por las fieras
en el bosque de la ambición?

La Gran Sacerdotisa
no atina a leer el oráculo.
No se disipan los fuegos.
Las cenizas entraron en los ojos de los vivos.
El jazmín del sueño crece al margen
y sabe que nunca llegará al lugar del deicidio.

Pero esto no era.

Si digo, Gianuzzi, solo lo que veo,
muy cerca, en un plasma a color,
una lata roja de dos pisos
con el techo abierto al cielo de la muerte
y micrófonos que buscan
seres humanos inexistentes.
Lejos, imagino y no veo.
Dicen cincuenta y cinco, dicen heridos.
Digo Primavera Otoño Invierno
otra vez primamuerte.
Una sola digo y es suficiente.
Veo, veo, Gianuzzi
pero eso no es el poema.

Soluciones individuales:
Gauguin en la playa con las morenas
y su edén personal.
Picasso transformando amores
en vaginas dentadas.
Una caja con una oreja en un prostíbulo
y un girasol en la tela.
Rimbaud en África con melena de león.
Pessoa plurificcional, heteroinfeliz,
multisolitario, uninónimo y final.
Neruda abrazándose a los mascarones de proa del living
cuando Matilde se escondía detrás de la pared.

Los cuerpos se mueven adentro de cánticos de alabanza.
Otros cuerpos se mueven en canchas
donde un nuevo hoyo es una nueva frontera.

Pero esto no era.

Era otra cosa, siempre es otra cosa.
Siempre es lo que no se ve
y es todo tan flor de cactus y arañita
que desde este margen
te aprieto la mano
sabiendo que Bradbury, Wells y Orwell
lo veían sin pantalla
en el margen de su imaginación.

Este poema nunca fue soñado
porque no es este.
El dolor te llama en cada idioma,
te llama por nombres que otros les pusieron.
Silencio, silencio
este margen llama a silencio.



          17 — ¿Qué corrientes poéticas del siglo XX te han parecido más interesantes? ¿En cuál de ellas consideras que se inscribe tu tendencia?

          SR — No creo en las corrientes poéticas, no me interesan los “ismos”, solo me interesan los poetas y propuestas poéticas que me movieron y me mueven el piso, las que me con-mocionan, me emocionan con los temas, las palabras, el estilo, las imágenes que sustentan esos poemas, en las ideas que les dan cuerpo y nos hacen tambalear los esquemas, nos hacen temblar y desistir muchas veces de la propia escritura. Por lo tanto me encantaría inscribirme en esas tendencias .


          18 — ¿Cómo te parece que afrontás lo que sea que te produzca suponerte o advertirte, en algunos aspectos o metas, estar lejos de lo que para vos constituya el ideal?

          SR — No tengo metas o ideales a nivel profesional; estoy por demás agradecida por el solo hecho de haberme sido permitida la palabra como un modo de recorrer el camino, como una forma de religión posible, una mirada personal hacia el mundo al que llegué causalmente y en el que fui golpeada por el dolor y reconfortada por el goce. Eros y Tánatos de los que está compuesta la vida y traté de traducir en la escritura.


          19 — ¿Tu mundo onírico alimenta a veces de manera directa tu forma de escribir?

          SR — Creo, siento, que mi poesía surge de experiencias concretas con el entorno, con otros seres. Si, tal vez imaginando qué pueden haber sentido o experimentado otros personajes, otras personas, en esos casos más que a la emoción apelo a la creatividad. No, definitivamente no considero que lo onírico haya influido en mi escritura.


*


Sonia Rabinovich selecciona poemas de su autoría para acompañar esta entrevista:



Quién tocó tus labios entre los hilvanes de la niebla
y los untó con aceite de ciervo apuñalado en medio de la noche.
Quién dice no importa más que esta palabra
que te mece de frío a trópico de pasión a muerte.
Quién dijo asomarse a la orilla del mundo, descubrir
quién dijo descubrir la piel caída de costado
la piel y carne viva al margen de todas las fronteras.
Quién dijo eso es el hombre, solo eso es el hombre.
Quién te tocó la boca y los dientes
para que aprietes la palabra y la rompas sobre la hoja.
Quién te sopló en el pecho y en los ojos
para que con eso te sea suficiente.



                                           (De “Los nombres de la herida”, 2002)





*


IV


Ella no mira su cara,
sabe que él escribe un mundo
porque un haz luminoso se deslíe
sobre la piel del hombro, la nuca
y descorre lo inoportuno de un cabello.
Ella está quieta,
respira lento
teme disipar el mantra
que él repite, vértebra por vértebra
hasta llegar a la cintura.

Nadie sabe leer.
Analfabetos en el paraíso.



                                                    (De “Escrito en la espalda”, 2005)



*


No puede moverse,
teme que las letras caigan,
que las palabras se destiñan
con la humedad,
que resbalen y formen otro texto.
No quiere moverse,
pero escucha el reloj
y escucha el viento
y Heráclito y los mismos y no somos
y no quiere moverse.



                                                     (De “Escrito en la espalda”, 2005)




*


Comíamos ciruelas y damascos,
comíamos semillas de zapallo tostadas,
de girasol. Al sol, comíamos.
Eso era todo y tanto,
el gusto, el tacto y el olfato.
Sacralidad olvidada.
Paraíso en los labios.



                                        (De “La barca de las especias”, 2011)




*


La taza contenía el líquido
oscuro y espeso
que prometía un mundo.
Apenas café turco, molido fino
con una cucharada de azúcar negro
y semillas de cardamomo en el hervor.
Apenas un aroma que se esparce,
los labios que se bañan en lo oscuro
y nadie que sepa leer la borra.
La borra, lo que se borra, nadie.

                            
                                          (De “La barca de las especias”, 2011)



*

Frida y Frida


Frida te llamabas también
y no era el patio de la casa azul
y no pintabas tu retrato,
pero Frida en el quiebre,
en la silla de ruedas,
en lo judío del padre.
No te arrasó un tranvía
sino un tren de seres hacinados.
No era México,
era el gueto excluyente de Varsovia.
Encorsetadas Fridas
una con hijos
deshilándose en el vientre,
otra enterrando nombres en el humo.

Frida te llamabas.
No hablaste más polaco,
no alumbraste en shabat,
no fuiste libre en pesaj
ni perdonaste en kipur.

No perdonaste.

Te atravesó una vara
de víscera a víscera como a ella,
la otra Frida.
Te fuiste con tu nombre
al humo de otros nombres.
Te fuiste de tu nombre.

Y yo Kahlo en tus huesos
la parte de mi sangre.



                                                    (De “Mujeres rotas”, 2013)



*

Entrevista realizada a través del correo electrónico: en las ciudades de Córdoba y Buenos Aires, distantes entre sí unos 700 kilómetros, Sonia Rabinovich y Rolando Revagliatti.













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