lunes, 21 de octubre de 2024

Norberto Ramazotti-Argentina/Octubre 2024


 

                 El número perfecto

        

               La primavera tiene días así. Salí temprano de casa con campera de abrigo más varias cosas por hacer y, después de rebotar de aquí para allá en bancos, reparticiones públicas y hasta un bolichito en Flores donde compré un jean, (a buen precio, claro), el regreso a Vicente López en colectivo se hizo largo (además de caro, como se imaginan) así es que, cual émulo de la cebolla, tuve que quitar capa por capa de abrigos para no morir deshidratado. Al bajar en Roca y Azcuénaga, cargado con campera, chaleco, attache y la bolsa con el jean que me regalé, el sol ya se retiraba sobre los edificios que dan hacia avenida Maipú, y una pequeña brisa llegada del rio alegraba la tarde de un cielo azul brillante, sin nubes, en el que la luna comenzaba a insinuarse.  Yo no sé si fue el frescor de los árboles de la zona o la alegría del cercano arribo a casa, o tal vez la certeza de estar muy cerca del cero, pero decidí cargar la sube. Así es que cruce Azcuénaga y, cuando hacia malabares con los bultos que portaba para sacar tarjeta y plata de los distintos bolsillos que los albergaban, alguien, tirado más que sentado en la silla de una mesa en la vereda del Café París, me llama.

             -Jorge…¡Jorge! Que decís, che. Vení, tomate un café.

             La alegre sorpresa del encuentro con el amigo (más el café jeteado, lógico), hizo que prestamente dejara mis cosas a un lado de la mesa doble que él ocupaba y me sentara, previo abrazo, sorprendido al ver en su rostro una sombra de enojo.

             -¡Gracias! Pero… ¿Qué te pasa José? ¿Andas cabrero? Afloja ¡Mira que linda tarde! –

            -¡Ja! Para lindas tardes estoy. ¡No pego una, loco! –

             -¿Qué tenés hermano? Contá flaco. ¿Andas mal de guita? Un pocillo cortado, por favor- pedí a la sonriente señorita del café, mientras abrazaba a mi amigo tratando de infundirle ánimos- Contame, dale.

             - Es que… en serio. No pego una, hermano.

              -No jodas, José. ¡Se te ve muy bien, loco! – dije exagerando un tanto como lo veía, para no asustarlo aún más.

              - ¡Seee! Se me ve muuuy bien. Pero…mira. Resulta que ando hace más de un mes con dolores en ambos hombros. Recién quince días atrás pude hacerme ver por un traumatólogo que me mando a hacer kinesio. ¡Y mañana lo tengo que volver a ver porque desde hace una semana estoy reventado del ciático! ¡Ay! ¡Sabes lo que duele esto! -

               -Bueno, me imagino, eso es muy doloroso, claro. Pero tenés que tomart…-

              -¡Espera, espera! En el medio, fui al oculista y me dijo que tengo que operarme de cataratas, los dos ojos. Pero recién conseguí turno para diciembre. ¡Diciembre! ¿Podes creer? -

              - Y si… Con la suba de los costos de las prepagas, los hospitales y los centros de Pami estarán colapsados, claro. -

                 - Ni que hablar. Hoy a la mañana llame para pedir turno para colocarme audífonos, porque escucho mal-

                 -¡Aaah! ¿Por eso hablas a los gritos, che? -

                 -Nooo. Hablo a los gritos porque estamos en la calle y sé que vos, jovato de mierda, también estas medio sordelli. ¡Zapallo! ¡Y me dijeron que octubre y noviembre no están dando turnos para Pami, que llame en diciembre! ¿Podes creerlo? ¡Ay! Y encima esta pierna…

                -No, no…digo…si, es una locura.

                -Y hoy, mira, esto sí que es de no creer. Tenía una invitación para ir unos días a la costa. Aquí nomas, a Valeria del mar. Pero hoy…¡Que lo pario! Se me estrolo el celu y tuve que comprar otro. ¡Trescientas lucas me salió la joda! Así que…¡Adiós la salida!. Que lo pario.

              -En serio estas meado por los dinosaurios, che. Bueno, pero esto también pasara, como decía el anillo de aquel presi de afa.

               - Seee. ¡Las pelotas! A los setenta y cinco que tengo, que tenemos porque vos calzas lo mismo, no puedo esperar muchas mejoras. Eso sí, por mí, se van a cagar porque este es el último celular que les compro-

               -¿Por qué,che?-

               -Simple. Estas porquerías duran, más o menos, unos cinco o seis años. ¡Ayyy, carajo, la pierna! Y yo, cinco años mas no duro, ¿entendés?

               -Bueno, hoy parece que estas negativo, ¿no?

               -Naaa. Te hablo con la verdad… ¡Uy! No puede ser… ¿será ella? -

              ¿Qué te pasa Jose?- dirijo mi vista hacia donde él mira y veo una viej… (perdón) una señora mayor, saliendo de la panadería vecina al bar, pelo blanco muy bien peinado, anteojos, las arrugas previsibles, labios pintados, moderna ropa deportiva vistiendo un cuerpo un tanto entrado en carnes,  bolsa con pan en una mano y un bastón canadiense en la otra, que lentamente se encamina hacia donde estamos sentados.

              -Me parece…si…es ella, Delfina, una novia de la juventud… que no veo desde…¡Ufff!-

              Al llegar ella donde estamos sentados, José se levanta y la saluda.

              -Perdon…usted es…vos sos…¿Delfina?-

              -¿José? Si, soy yo. Me pareció que podías ser vos cuando miré, al salir del negocio, pero…la vista ya no ayuda.¡Ja,ja! Mira vos donde te encuentro. ¡Tanto tiempo!- y celebran el encuentro con un rápido abrazo, dejándome completamente olvidado.

              -¿Volviste al barrio?-interroga José.

             -Si. Enviude hace unos cinco años y, como mi hijo mayor compró ahora una casa por acá, prefirió traerme con él. Para que no esté sola, ¿comprendes? ¿Y vos? Contame como estas -

               -Bien. Sigo viviendo donde siempre, pero también enviude, más o menos hace ese tiempo. ¿Por dónde compro tu hijo? -

               -Acá a la vuelta, cuadra y media, nomas. Por eso me animo a venir a comprar. Porque con los canadienses…¡Tengo un poco de temor!-

               -¡Claro! Mira, te acompaño hasta tu casa. De paso charlamos un rato. ¿Te parece? Jorge, después te veo- se “dignó” mi amigo a dirigirme unas pocas palabras, sin siquiera mirarme y así, tomados del bracete, veo caminar a la pareja lentamente, con una amplia sonrisa que alegra sus rostros y un… no se como llamarlo, un… “halo” de felicidad juvenil que los envuelve.

                <<¿Y el dolor del ciático>> se me ocurrió.

                 -Perdón, señor. Le dejo la cuenta- ni bien se aleja la novel pareja, la moza se acerca con la “dolorosa”.

                 -Señorita, disculpe, yo tome solo un cortadito-

                 -Si, señor. Pero su amigo tomo dos jarritos con medialunas-

                 -¡Ahh!- <<Carajo>> dije para mis adentros. Pero lo pague con gusto. Porque, tal vez, y solo tal vez, a mi amigo José el azar le haya traído de vuelta a su otra mitad, esa que, según los griegos, sus dioses habían creado cortando al medio los seres circulares que alguna vez fuimos. O sea que tal vez, y solo tal vez, en este caso uno más uno no sea dos sino Uno, pero no el común, sino el Numero Perfecto.

                

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