sábado, 23 de agosto de 2014

Lina Sánchez Michea (cuento)-Chile/Agosto de 2014

LA PÉRDIDA


            La duda comenzó a penetrar en la mente de Elisa. El día anterior había asistido a un evento especial, fue invitada a festejar su cumpleaños número ochenta. Para la ocasión se colocó su mejor atuendo y para mayor brillo, se colocó una hermosa pulsera de oro.
            Fue el día anterior a la visita de Roxana, quien era su mejor amiga. Claramente recordaba haber regresado muy cansada. Al desvestirse había colocado la joya sobre la mesita de noche. Al siguiente día, no había tenido la preocupación de guardarla en el cofre que mantenía con llave. A los minutos de haberse retirado su amiga, recordó la pulsera, pero no la encontró. Desesperada, la buscó en varias partes sin ningún resultado. En su nerviosismo, inmediatamente, Elisa llamó por teléfono a Roxana, y en un tono un poco alterado le preguntó si había visto la pulsera. Algo dolida y extrañada, su amiga le contestó que no tenía idea de su existencia.
            Roxana era su gran amiga; cuando no podía acudir a su departamento la llamaba por teléfono, a veces dos veces durante el día, asegurándole que si necesitaba comprarle un remedio u otra diligencia, acudiría inmediatamente a solucionarle el problema.
Ahora, dolida, dejó de visitarla, a veces sólo la llama para saber de su salud. Cada día Roxana comienza a percibir que aquella amistad que las unía va desapareciendo.
            También Elisa, sabe que ha perdido a su mejor amiga, que siempre había demostrado gran preocupación por ella. Su desilusión ante tan grave hecho la lleva a postrarse en cama.
            Elisa, hoy se está peinando frente al tocador, ve relucir un objeto. Lo toma y no sabe cómo ha llegado hasta allí, ni para qué sirve, menos su valor. Es una hermosa pulsera de oro.



           


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