sábado, 23 de agosto de 2014

Saúl Buk-Buenos Aires, Argentina/Agosto de 2014



La hora


Debajo del gorro símil leopardo,
Portaba su angosta cara.
Un par de anteojos de marco transparente
y dos labios que se estiraban
hacia adelante y regresaban a su lugar.
Como los peces o parecido.
Un pañuelo estampado, en tonos verdes.
Sacaba de una bolsita de papel blanco,
un teléfono celular.
Lo miraba fijo, muy fijo.
No sé cómo, pero le daba la hora
y se escuchaba. Yo escuchaba.
Chomba beige, pullover habano y saco marrón.
Estaba sentado. Siempre sentado.
Sacó el teléfono y le volvió a dar la hora.
Otra hora. Era otra hora.
La mano izquierda, no la sacaba de la bolsa.
Las piernas cruzadas,
Por debajo de un pantalón raído,
que no era ni gris, ni rosado.
Se le veían las piernas hinchadas.
Sacó el teléfono y le dio la hora.



Yo la escuché.
Una media gris, sólo en su pie izquierdo,
el cruzado.
Zapatillas grises. Parecían iguales...
Sacó el teléfono y le dio la hora.
Seis y veintiocho, para él.
Yo sólo escuché.
Parece que era la hora exacta,
la hora esperada.
El bastón con mango plateado
se le cayó al piso.
El se murió.
Yo, ya no sabía qué hora era.

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