lunes, 23 de marzo de 2015

Alba Bascou-Argentina/Marzo de 2015



WIKILEAD
        Una llamada del teléfono sacudió a Azul. Al atenderla, desconociendo la voz, se enteró que una de sus sobrinas del primer matrimonio la estaba hablando. Un estremecimiento por emoción o por incomprensible, la sacudió. Hacía 30 años que nada sabía de ella. Fue una larga conversación y el enterarse que tenía su misma profesión. Una sonrisa se le extendió en la cara, cambiando recuerdos muy lejanos de cuando viniendo de su Salta natal, Cintia se quedaba con sus hermanos jugando con sus hijos. La comunicación siguió estando por internet, donde se fue enterando de situaciones dolorosas de la madre de Cintia, que sufría una demencia senil. Desde los mensajes de faceboock, Azul contestaba la  tristeza de Cintia, con palabras de apoyo y cariño. Cintia también hacía lo mismo. Fueron unos pocos meses hasta que ella le comentó que viajaría con su hermana a visitarla en su casa. Algo la estremeció. Eran recuerdos enterrados en el tiempo, dolores que dejaron heridas profundas de los que ellas no tenían parte.
Un sábado se concertó el encuentro, a la tarde. El hijo de Azul se acercó también para encontrarse con sus primas que ya le habían enviado mensajes. El timbre sonó con estridencia más que de construmbre y Azul bajó a abrirles la puerta de entrada. Cuando se vieron se pusieron a llorar y no paraban los comentarios del que bién que estás tía, siempre igual, hermosa, con los tacos como siempre…La reunión fue amena y Azul quiso creer en esa oportunidad del destino que permitía el reencuentro con seres queridos que por circunstancias especiales se había quebrado. Casi finalizando la reunión, surgió la noticia de que Esther, la abuela de ellas y los hijos de Azul, había muerto. Era calculable. Había corrido el tiempo. Más allá de acercarles sus sentimientos, Azul, preguntó con ¿un toda la familia bien? La contestación no se hizo esperar, la respuesta un nos vemos poco, con voz arrancada desde debajo de la laringe y girando la temática hacia lo bueno del aire acondicionado que traía el tren.
Empezada la nochecita, se despidieron. Mientras bajaban en el ascensor, Cintia le comentó como al pasar que la casa de Chilavert, de la abuela, le había quedado a los hijos. Y queel tío Horacio, el ex marido de Azul, había vendido su parte al hermano menor, a quien Azul siempre le había querido y ayudado en aquellas viejas épocas. Como cuando tomaron la Universidad de exactas en la época de la dictadura y lo resguardó en su casa y otras tantas. Sintió como otro rasguño en alguna parte interior de su cuerpo. Se despidieron con un nos vemos.
Azul tenía el problema de no hacer gimnasia física sino mental, que en general provocaba que su corazón se sintiera lastimado muchas veces y sus músculos le pidieran a gritos hacé aqua gin.
Despidió a su hijo y con semipromesa por medio de un asado donde una de ellas vivía, subió las escaleras en lugar de esperar el ascensor y llegó a su departamento. Se le avalanzó Ráfaga, su fox terrier,  quien había estado la mayor parte del tiempo escondido en el placard del dormitorio como era común cuando no aceptaba visitantes. Era como que se alegraba que la reunión hubiese terminado.
A las 12 de la noche, apagando las luces de la casa para dormir, Azul se detuvo de pronto. Sus neuronas habían empezado a jugar entre ellas y le estaban dando la respuesta. El encuentro había sido el argumento para informarle que su exmarido, una vez más, había maltratado a sus hijos, no sólo abandonándolos desde los quince años, negándose a conocer sus nietos sino que  los había desheredado en vida. La respuesta por la visita no tardó en llegar. Las sobrinas eran simples mensajeras.
No podía creerlo o mejor dicho, era simple, nada se podía esperar de un ser abandónico, ausente, dibujito del pasado que tanto daño había causado a Azul y su familia.
No era el interés lo que la sobresaltó, sus hijos ya tenían sus lugares en la vida y de ella recibirían todo, sino esa bronca masticada por lo años al ver el sufrimiento de los hijos por su ausencia, y viendo que cuarenta años después, el corazón de ese hombre –que fue su amor de adolescencia y juventud - seguía tranformado en una roca. 
Y que en este siglo, aparecen noticias escondidas por los espías de turno.

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