lunes, 21 de septiembre de 2015

Ascensión Reyes (cuento)-Chile/Septiembre de 2015



UNA SOMNOLENCIA DE TERROR

Trabajaba contra el tiempo, debía presentar una tarea sobre pueblos precolombinos del sur de Chile y sus formas de vida. Para que su nota mejorara era imperioso realizarlo y no terminar el año en rojo, como le había sucedido durante todo ese último tiempo.
Investigar sobre historia le parecía una “lata”. Sin embargo después que la funcionaria de la biblioteca, a quien pidió ayuda sobre el tema, le pusiera sobre la mesa varios textos que de sólo observarlos no atinaba por cuál empezar. Acomodado en un sillón que invitaba más al reposo que a la lectura, abrió el primero que tuvo a su alcance, encontrándose en un mundo desconocido. Hablaba de hielos permanentes, de seres humanos cubiertos de pieles, y de rucas a manera de casas, donde se compartía con la familia, desde el alimento hasta el sueño. El tema le agradó desde el comienzo, había láminas mostrando tupidos bosques que protegían de las nevadas. Animales inmensos, elefantes enormes cubiertos de pelos, y tigres cuyos colmillos eran tan grandes como sables, buscando alimento entre la nieve que cubría todo el entorno.
     El muchacho tenía sueño atrasado por el último carrete al que había asistido, pero aún así, debía captar la información que le entregaban los libros para realizar el trabajo. De pronto, la pasividad del salón hizo que su mente se encontrara en el lugar que le indicaba el libro, sintió el frío de la nieve en sus miembros. Sus manos y brazos estaban congelados, además eran más oscuros que antes. Algo le molestó, sintiendo que arañaba su espalda. Era su vestimenta confeccionada con cueros mal curtidos, debió olvidarlo, era su único abrigo. Solucionó el problema rascándose la zona afectada. Luego se incorporó, había estado apoyado en el grueso tronco de una conífera.
     Detrás de él sintió una respiración caliente y un hedor extraño. Volteó bruscamente y se encontró, frente a frente, con una especie de tigre gigante que lo superaba varias veces en tamaño. De entre sus fauces abiertas, emergían unos inmensos colmillos como sables. Lanzó  un rugido que lo hizo replegarse sobre el tronco del árbol. Ya sentía el aliento caliente del animal, que lanzó otro rugido que lo hizo temblar de pavor. Estaba cierto que ya no podría escapar de la bestia y supuso que en cualquier momento iba a sentir sus filosos dientes desgarrar sus carnes.
     El último pensamiento fue para su madre, que seguramente lo esperaba en la casa o en la ruca, y como una forma de lamento postrero, lanzo un grito: -¡Mamá, ayúdame!- justo cuando unas garras lo sacudían con fuerza.
     -¡Jovencito! Despierte. Por favor trate de no gritar de esa forma, porque ya tiene a todos los lectores pendientes de usted.
     -Oh, disculpe señora, parece que me quedé dormido.
     -Así es. Debe irse porque casi estamos por cerrar.
     Se incorporó del asiento, dirigiéndose con presteza al baño, sentía sus pantalones húmedos y unas culebrillas de hielo recorriéndole la espalda.
     Salió de la biblioteca pensando que su trabajo le permitiría pasar del rojo al azul, pero nunca se imagino que viviría una experiencia que nadie creería, en un tiempo y lugar que jamás conoció.

R. ASCENSIÓN REYES ELGUETA- 10-SEPTIEMBRE DEL 2014.


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