sábado, 19 de septiembre de 2015

Beatriz Bianchetti-Mar del Plata, Provincia de Buenos Aires, Argentina/Septiembre de 2015



Ajedrez
                                                             

                                                                            

              ¿Qué dios detrás de Dios la trama empieza
                                                        de polvo y tiempo y sueño y agonías?
                                                                                                   J. L. Borges




 En un camping, a orillas del río Uruguay, en un día de verano, jugaba al ajedrez una pareja de acampantes.
De pronto apareció un joven corpulento, rubio. Vestía vaqueros y remera. Vendía cuchillos, que llevaba en un bolso. Los ofreció entre los presentes. No vendió nada.
Se acercó a mirar la partida. Cuando ésta terminó, quiso jugar él. Ganó y jugó otras, mientras tomaba unas copas.
Luego, siguió ofreciendo su mercancía por las carpas. Esa noche durmió sobre un banco, con los pantalones puestos. No se los sacó durante varios días.
Le prestaron una malla, para bañarse en el río. Por las mañanas lavaba su remera y la ponía a secar, para volver a ponérsela después.
Siempre tomaba cerveza y en cuanto podía jugaba al ajedrez con quién se animara a enfrentarlo. Ganaba invariablemente.
En el lugar se comenzó a tejer historias sobre su vida: “Qué era contrabandista”, “Tratante de blancas”. Nunca se supo qué. Pero los padres, entre preocupados y temerosos, empezaron a cuidar a sus hijas. Se formó una comisión para tratar de que se fuera del camping.
No lo lograron. Siguió con su rutina de juego y copas. Dio  “Jaque Mate”  a los chismosos.

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