miércoles, 24 de diciembre de 2025

Luis Tulio Siburu-Argentina/Diciembre 2025


 

UN AMOR DE PLOMO Y PURPURINA (VERSIÓN PROHIBIDA DE “EL SOLDADITO DE PLOMO”) 
    
Homero Simpson estaba dulce. Había cobrado la jubilación con el abultado aumento de marzo y decidió llevarle un regalo a su hijo Bart porque hacía una semana que no le pegaba a nadie en el colegio.
Llegó a la casa con una gran caja y despertó la intriga de Bart.
Bart abrió presuroso el regalo y se encontró con un conjunto vistoso de soldaditos de plomo. –Qué bueno gritó…los “carapintadas” de los 90, pero de pronto notó que a uno de ellos le faltaba una pierna.
Homero se adelantó enseguida para decirle que seguramente la perdió en alguna de las tantas batallas de Campo de Mayo y alrededores, según alguna vez había escuchado por Radio Colonia.
De cualquier manera Bart estaba muy entusiasmado y para que el soldado no se acompleje dentro del grupo ni que le hicieran bulling, lo separó del conjunto y lo ubicó en el estante sobre su cama, junto a una bailarina de ballet que danzaba sobre un solo pie y que le había regalado su abuela cuando Bart era más chico y se auto percibía de otro sexo.
Bart los observó y de pronto le pareció que ambos se sentían atraídos porque – dada la posición danzante de ella- aparentemente a los dos les faltaba una pierna. Es más, cuando Bart dormía y todos los juguetes hacían bardo por toda la habitación aprovechando que el patroncito estaba como ausente, el soldadito de plomo miraba recaliente a la bailarina y ésta no le iba en zaga.
Pero esta idílica situación no iba a durar mucho.
Como en todo grupo siempre hay una mosca blanca. En este caso – en el conjunto de juguetes de Bart - era un duende maldito, escapado de algún sindicato camionero o de un medio hegemónico de derecha, que lo entró a prepotear al soldadito que era más bueno que el pan Fargo y eludía los conflictos.
Ante la no reacción del plomizo recluta, el duende pasó a la acción para de alguna manera cumplir con sus oscuros deseos de molestar al soldadito. Un día que Bart durante un juego virtual de batalla colocó al inválido en el borde de la ventana, sopló fuerte y aquél fue a parar a la calle, justo cuando llovía y Bart no podía salir a buscarlo.  
Pero Bart no tuvo suerte y el soldadito tampoco. Unos vagos que jugaban a la pelota debajo de la tormenta, vieron caer al soldadito y se les ocurrió una idea propia de salvajes. Armaron un barquito de papel, lo pusieron al soldadito dentro con una mochila de Pedidos Ya, y lo hicieron flotar por el agua que corría junto al cordón, con la desgracia que el precario navío fue a parar a la alcantarilla y rápidamente terminó en el río.
Durante el largo y penoso viaje, el soldadito pensaba que si lo hubieran dejado junto a su amada bailarina esto no hubiera pasado, pero eso no pasó, era el infortunado destino del soldadito de plomo, pasarla mal y lejos de ella.
Lo peor estaba por venir. Apenas sintió el frío y la mugre marrón del río en su cuerpo ya un pez se lo había tragado.
Pero como dice una bruja y muchos brujitos, la proscripción tiene patas cortas. Y al otro día, Marge Simpson, para contentar a su hijo Bart y sacarlo de la angustia por la pérdida del soldadito, sabiendo que le gustaba el pescado, fue a la pescadería de precios justos de la avenida 9 de julio y adquirió un sábalo con un vale del Partido Obrero, donde militan los Simpson.
Al abrir el sábalo…oh sorpresa, adentro estaba el soldadito de una sola pierna, medio magullado pero con el uniforme impecable.   
Bart estaba contentísimo, tanto que corrió a su habitación y colocó al soldadito junto a la bailarina. Piola Bart, porque ya había descubierto que entre ellos había buena onda.
Pero siempre la ansiedad y el apuro son malos consejeros. Pensando en comer el sábalo Bart se olvidó de apagar la chimenea. Vino un golpe de viento por la ventana abierta y la pareja despareja fue a parar al fuego del hogar encendido, donde poco a poco las llamas los fueron devorando.
Cuando volvió Bart a su habitación se encontró sorpresivamente con un corazón mezcla de plomo y purpurina. El calor había matado a los cuerpos pero el amor los había revivido y hecho una sola pieza, para que estén de allí en adelante siempre juntos.
Bart se quedó colorín y Homero mucho más colorado. Marge se dio cuenta que todo se había acabado.

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