miércoles, 13 de enero de 2010

Juan Quiroga-Buenos Aires, Argentina/Enero de 2010


Vos y Yo… siempre

Qué ganas de llorar
en esta tarde gris,
en su repiquetear
la lluvia habla de ti.


Remordimiento de saber
que, por mi culpa, nunca,
vida, nunca te veré.


Mis ojos al cerrar
te ven igual que ayer,
temblando al implorar
de nuevo mi querer.
Y hoy es tu voz que vuelve a mí,
en esta tarde gris.

J. M. Contursi




Entre nubes, el sol repartía su displicencia en diminutos rezagos de luz tibia que acunaban placer sobre mi piel. Tu voz, murmurando palabras centellantes, sin sentido, inaudibles, inexpresivas... y una enredadera de verdes deformes que jugueteaba con el viento otoñal.

Miraba de reojo el movimiento de tus manos, gestos de ternura que acompañaban tu momento junto a mí, y mi mente que carcomía mi estructura, como un ojo punzante que mira, señala, hiere y da muerte.

Traté de descifrar tus labios, y observé dos ventanas en cristales a la altura de tus hombros. Dejaban percibir imágenes que caían como panfletos de fotografías, y en ellas podía ver instantes nuestros, el violáceo de tus parpados al besar, tu vestido de noche sobre mis antebrazos, la humedad brillante de tu torso, tu sonrisa, el gris azulado de tus ojos enamorados y el retrato en movimiento de cada uno de tus despertares.

Rivadavia y Esmeralda, hay una hermosa plazoleta que tiene un parque con bancos de piedra y pisos de adoquines. Lugar ideal para simular un almuerzo campestre en medio del cemento de la ciudad, para dialogar en pareja jugueteando con las manos, entregar caricias diminutas y cómplices de amores de oficina. Ahí te cité, y te esperé desde una hora antes del horario acordado.

Te observé llegar, con tu sonrisa a la distancia, el acelerar de tu paso final y tu mano sobre mi rostro para demostrarme afecto.

_Hola mi amor….

Fueron las únicas palabras que pude escucharte, después ya no recuerdo más. Sólo observar el balbucear de tus labios, sin encontrar un sentido que de alguna forma modificara mi pensamiento.

De repente tu ojos tan grandes como inmensos espejos y mis dedos que silencian tu susurrar, entonces comienzas a comprender que algo sucedía.

Di rodeos con miles de palabras, hasta que por fin pude expresar lo que daba vueltas y vueltas en mi mente...

_Necesito decirte que me siento extraño, no se como expresarme, pero siempre he sido directo en mi mensaje hacia ti. No estoy seguro de ser la persona que te hará feliz, te quiero mucho…. pero siento que no te amo. Continuar así, sería mentirte y no es mi deseo.

Sentí el retraimiento instantáneo de tus manos, y tus lágrimas florecieron como gotas de cielo, cayendo por tus mejillas incrédulas.

Nos observamos a los ojos durante varios minutos, comprendiendo que la mirada y el silencio lo decían todo.

Un adiós sin palabras, tibio y frío…. lágrimas secas y rehumedecidas entre la distancia exigua que comenzó a explayarse hasta hacerse infinita.


1 comentario:

Anónimo dijo...

Doloroso adios Juan, muy bien narrada la historia de una decisión difícil.

un beso Jóse