domingo, 17 de octubre de 2010

Yatel Soler-Ushuaia, Argentina/Octubre de 2010

A  él, que sabe de lo que hablo


I

Imán ascendente y piedra, imán ascendente y piedra.
Volvió, parece parido de la entraña del propio Dante.
Tiene los ojos como arrancados por la muerte misma.
Motivado al parecer por alguna extraña fuerza cósmica,
que acentúa sus movimientos. Mirada firme, ojos desorbitados.
Lo estoy viendo, lo veo, sigo viéndolo.
No cree en mundos internos, continúa fumando, toma
todo el aire del cuarto, del mundo, dice que así se
gana las millones de estructuras verbales y audibles
¿Las oyen?.
Dice que ama su anatomía desecha, que el asesinato es
la forma más precisa y perfecta.
Fuma como loco, de a ratos parece un tren en la
habitación que gesticula.
No habla de la humanidad en términos que desconozco,
el dice que todos son humanos por síntesis y raspa
pastillas, acarrea baldes con pequeñas gentes, diminutas personitas
que profieren extraños gritos, no oigo
qué dicen, ya casi no veo.
Él dice que su vestido dominical hace años que le
queda mal, pero yo no puedo verlo.
-No veo, no veo!!.
Me dice que no grite, que voy a despertar al muro.
Me duele mucho la cabeza, una voz suelta le grita a
sus pasos libres de todo organismo, que pateen una chata antigua.
-No la quiero, no la quiero!!.
El espejo de la cómoda, me devuelve llorando a un
extraño estiércol amarillento.


II


-¿Qué te pasa querido?- dice ella.
Tengo la certeza de que se llama Delia.
-Tengo el sueño del idiota, dice.
¿Quiénes son? ¿qué dicen?
Ella lo toma de la barba y le da una cucharada de
algo. Veo manchas de humedad sobre el azulejo verde.
Él se desnuda, tiene gordos gusanos rosados
urgándole la piel. Ella al verlo parece enloquecer y
comienza a bailar a su alrededor, él se solidifica a
medida que ella acelera su danza. Puedo sentir su tensión,
como piedras en mi tímpano.
Ella sabe que los veo y exagera sus movimientos. Lo
Muerde con frenesí, con hambre bestial.
Él, ahora, tiene siete años. Está jugando con un tractor
amarillo que le regalaron.
¿Qué es eso? ¿ Nubes?.
Sí, nubes, que explotan en regaderas, en inciensos húmedos.
Él ya no es un niño, tiene dieciocho años, los gusanos
explotan en flores amarillas, mientras ella baila y
baila. De vez en cuando se detiene, intenta tocarme.
Tiene los ojos verdes, dentro del iris giran racimos
de antorchas, semejantes a falos corintios. Ahora la
imagen se torna difusa, ella quiere privacidad, sabe
cerrar dimensiones cósmicas.
-No veo, no veo.
Un orden parece reestablecerse, estoy tirado en lo
que parece una plazoleta, en mi sobretodo barro.

III


Hay mucho viento en esta ciudad del sur, una temperatura
inestable, no salga, no salga!.
Me advierte que no salga. Sigue diciéndolo desde ese
televisor amarillo. El ampo gira, gira.
¡No salga, para adentro, para adentro!.
Hay  polvos inestables en la vagina giratoria de Rita,
hay gerontes con terribles peras de goma a la espera
de enormes culos desprevenidos, no salga, repito.
Hay mucho viento en la ciudad, asaltaron la fábrica
de intestinos, repito, no salga, no salga!.
De repente se corta la imagen, estalla la oscuridad
contenida.
Dos enormes luces iluminan un terrible escenario,
adornados con cuadros de la época victoriana.
Elizabeth interpreta Wagner. Un repentino público
enardecido la aplaude. Ella se arranca la piel y corre
disfrazada de cucaracha, se trepa por el telón y se
pierde en la sombra.
Se enciende el televisor...
¡No salga, no salga!. Hay mucho viento en la ciudad,
repito, no salga.

IV


Juan enciende el auto y Mariela, pelo corto ella,
jovencita, corre con su cuerpito de muñeca.
Pero se vuelve plástico de a poco. Él  está escuchando
música a través de sus dedos luminosos, está aterrado,
hace gestos. Mariela parece  esforzarse en sonreír con
su ridícula encía de plástico.
Voces en off gritan:
-Retrocediendo, retrocediendo, retrocediendo, va a
defecar su inmoral sorete de platino.
Juan se come las uñas y las yemas, los metacarpos y
Falanges, el hueso está descubierto.
Mariela está en el piso repitiendo.
¿La escuchan?. Repite mecánicos versos rayados, una
y otra vez.
-Soy tuya mi vida, ésta soy yo, soy tuya.
Juan está a músculo descubierto, se nota que le arde
rozar con el asiento, pero sin embargo se esfuerza
por sonreír, como si fuese sumamente necesario.
Una gran bosta los tapa.

V


Jorge toma vitamina o- b- h- f –j- k, come bananas y huevos,
verduras, corderos y tartas de limón, bebe y fuma
marihuanas añejadas al ron.
A mi me da miedo, estoy girando como un ventilador,
entonces giro.
Jorge come ensaladas, pastel de papas, copos de algodón
de circo, tornillos. Cada tanto una lucecita se proyecta
en su ombligo y se apaga. Sigue comiendo, yo
vomito. Él sigue comiendo pepinos con dulces y jamones.
Se bebe todas las aguas, come ranas fritas, peras con
miel y mondongo.
-No quiero seguir viéndolo comer!.
Vomito nuevamente. Jorge come cremas heladas, aspira
gasolina, se aturde con psicotrópicos violeta, se come
botiquines.
No resisto más, que esto termine, que esto termine!
Jorge se detiene. La luz roja ya no titila sobre su
ombligo. Una extraña incertidumbre me bivorea en
el estómago. Jorge explota. Todo él queda chorreando en
la pared.

“De las Aguas Bajan con sombreros-manuscritos originales octubre de 2006”

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