lunes, 19 de marzo de 2012

Lilia Elena Durand-Buenos Aires, Argentina/Marzo de 2012


Una nube blanca

            Quedó tendida en el pasto, sintiéndose la más desgraciada de las criaturas. Sus ojos miraban los oscuros nubarrones que poco a poco iban capotando el cielo que lentamente le alejaba el horizonte. ¿Por qué todas estas cosas le pasaban a ella? Su madre que siempre festejó sus fantasías y acompañó sus sueños, la había abandonado. Su padre, con quien nunca tuvo una relación muy afectuosa apoyó a su hermana mayor. “Ya tendrás tiempo, ese muchacho gusta de tu hermana  y ella le corresponde. Deja que el tiempo haga lo que debe hacer. Algún día encontrarás el hombre de tus sueños y…”   Sacudió la cabeza intentando huir de estos pensamientos. Miró alrededor. Los ojos curiosos de una lechuza la observaban desde el alambrado.
           
            Arriba,  llegando al horizonte, una nube blanca, sólo una,  se abría camino entre los negros nubarrones. La miró sorprendida, sus contornos se afinaban, ya no era una nube, era una flecha. Paso a paso la punta iba perforando y abriendo camino. Por cada grieta se colaba un halo de luz azul.      
           
            Un sopor tibio comenzó a subirle por los hombros,  trepó la garganta y se acostó en sus párpados.  
           
            Sintió el frío del agua en su rostro. Intentó levantarse. Estaba aterida. Llevó las manos al rostro, empapado de lluvia. La frescura del agua la despabiló.
           
            Tomó el camino de regreso. Su padre tenía razón. Después de todo el novio de su hermana no le gustaba tanto.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Que bueno Lilia, me regustó!!!!!!


Contás muy lindo !!!!!

Beso Jóse

Anónimo dijo...

LILIA: creo que pasa más seguido de lo que uno cree. Debe ser algo muy feo, para sentir.
Te abraza, Laura Beatriz Chiesa.