lunes, 19 de marzo de 2012

Luciana Sol B.-Provincia de Mendoza, Argentina/Marzo de 2012


El pelourinho

Salvador Bahía es sin dudas la capital de la magia del contraste, de la música por la resistencia, de la cultura africana en Sudamérica.
La ciudad, casi como el status de la sociedad, se divide en dos, la alta y la baja.
El área más antigua, que resguarda el patrimonio histórico protegido por la UNESCO, se encuentra en la zona alta, desde la cual, los colonos portugueses podían advertir la llegada de los barcos piratas.
La ciudad baja, en cambio, se fue construyendo posteriormente a la Fundación de Bahía, es la que reúne a la población de alto nivel adquisitivo, y se encuentra situada frente al mar. En ella se ubica el puerto de todos los santos, el mercado modelo y algunos viejos fuertes restaurados, además de modernos edificios y hoteles lujosos.
El Pelourinho es el así denominado casco cívico de la ciudad colonial, conformado por dos plazas, calles empedradas con subidas y bajadas, atelieres de arte, escuelas de capoeira, ly una población mayoritariamente negra.
Cuentan los que saben, que un pelourinho era una columna construida por el hombre, utilizada en Portugal, en los tiempos de la inquisición, para castigar a los que eran considerados criminales.
Durante muchos años en la ciudad alta del Salvador, hubo pelourinhos donde  mutilaban a los esclavos africanos, muchos de ellos traídos de Angola, acusados por supuestos actos y o actitudes de rebeldía hacia su injusta condición.
Es entonces extraño que de este modo tan triste se denomine al centro de la capital, caracterizado por las casas pintadas de diversos y alegres colores, el eco visceral que vomitan los tambores, las iglesias viejas que se repiten en todas las cuadras, las danzas de lucha y los artistas que intentan expresar la opresión padecida durante siglos, con la reivindicación de su cultura afro.
Hoy día, caminar y respirar las calles o largos del pelourinho, es una sensación de emociones encontradas para el observador sensible a la historia del lugar y a la cruda realidad.
Las mismas almas que hace 500 años fueron traídas a la fuerza en condiciones infrahumanas para trabajar como esclavas en la Bahía de todos los santos, ahora parecen haber resucitado en las siluetas minúsculas de los niños de la calle que transitan el centro histórico, buscando turistas para pedir una limosna que les permita fumar un poco de crack y entre otras desgracias, olvidar las palizas proporcionadas por la policía militar y federal.
Estas crianzas, como se les llama a los infantes, casi todas tienen menos de 13 años, portan unos ojos grandes y chispeantes que se destacan en sus cuerpos desnutridos, y andan descalzas mendigando monedas desde el mediodía hasta la noche, momento en que se duermen donde caen desmayadas.
Cuentan los lugareños que la policía deja zonas liberadas, y muchas veces son los mismos uniformados los que hacen trabajar a estos niños en la delincuencia, pero si aparece un denunciante o presencian un robo en plena plaza principal, apuntan a estos pequeños con ametralladoras y los suben a los golpes al baúl del auto patrullero para llevárselos quién sabe dónde y bajo el amparo de qué ley, a la vista de una sociedad que si bien se expresa y se queja a través de la música, la capoeira y el arte en general, se calla por miedo o por costumbre, ante estos hechos que demuestran impunidad total para con los derechos universales de los más vulnerables a este sistema perverso de la globalización, los niños que quedaron marginados hasta incluso de las favelas, los que ya no se identifican con  ninguna clase social, los que están fuera de foco del lente imperialista mundial, que transgrede las políticas estatales de los países tercermundistas.
Por eso Salvador Bahía es algo más que un crisol de razas y de cuerdas, o que un destino con actividades culturales y playas de arena fina con aguas transparentes y cálidas.
Salvador Bahía es un claro exponente de los pelourinhos que siguen existiendo en el siglo 21, y que debemos erradicar profundizando un modelo incluyente y socialista que vele por los derechos de todos y de todas, y no sólo por la seguridad de los turistas.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Luciana: así es el mundo, no desaparece ningún estrato social, sólo hay que mirar las organizaciones sociales del reino animal. Besitos, me gustó el análisis. Tu amiga, Laura B.Chiesa.